El campo no es una postal

El campo no es una postal que los urbanitas acuden a rellenar, en y con sus ocios, para que no se quede vacía. En esa «España Vaciada» al decir, un tanto insultante, de las plañideras asfálticas y las recuas políticas de ida y vuelta, que van a cargar la cesta de fotos, viven incontables seres y sobreviven humanos que allí moran, trabajan, labran, pastorean, cultivan, cuidan, preservan y resisten. Lo llevan haciendo milenios y ahora han empezado a decir, a voces, para que se les oiga, hartos de que no se les escuche, que están dispuesto a seguir haciéndolo. Y la resistencia está dando paso a la única senda que les está quedando: la de la rebelión.

Porque es viejo el enfado, turbio el cabreo, enconado el agravio y definitiva la hartura con la monserga con que siempre se le ha respondido. A ella se añaden, además, ahora los desatinos de una ristra de abducidos ideológicos, «enministeriados y empoderados» que deciden sobre sus vidas, labores y haciendas, sobre las cuales demuestran una ignorancia supina, una osadía perversa y una pretendida solución universal e iluminada preñada de la más absoluta miseria. Para ellos, desde su infalible pedestal, el hombre del campo es un accesorio inútil, un molesto estorbo, un residuo sociológico al que, en acto de bondad suprema, hay que reeducar, convertir a la fe verdadera e intentar salvar a algunos. Que otros no tienen remedio, por su pecado de origen, terratenientes malvados, pues como tal son considerados casi la totalidad a nada que hayan conseguido sacar adelante una explotación mínima o mediana.

Lo ha expresado con total claridad y dejado como prueba inmejorable de lo que late en el subsconsciente de la izquierda y sus prebostes, el secretario general de la UGT: «Son la derecha terrateniente y carca». Cuando no se llamaba Pepe sino que se hacía llamar Josep, a Álvarez en sus decenios como jefe de la UGT catalana, la supremacista y separatista burguesía catalana, con la que tanto pacto le une, le pareció siempre el espejo del progresismo. Pero un agricultor extremeño es «facha» por nacimiento y naturaleza.

Son muchas y viejas las razones, pero también lo ha sido el aguante y puede resultar sorprendente la erupción repentina, que es de fondo por un todo aunque el detonante haya sido una chispa. Porque esto no es tan solo por esa subida de SMI, que a muchos pequeños empresarios agrícolas les hace el definitivo agujero, unida a las anteriores simplemente no pueden pagarlas, ni por el aceite, ni porque a ellos el kilo de patata, que se compra en el mercado por un 1,2 euros, se la paguen a 0,15, o sea que más de un 1.000% se queda por el camino, ni porque ya estén viviendo y cada vez más del crédito y en deuda. Es por todo eso y por mucho más. Y por el desprecio.

Quien se rebela es el campo. Pero el de verdad, el que siembra, cultiva y cosecha, no el de los «Teruel existen» que viven en Valencia. El campo de terrones, tractores y gasóleo, el del trigo, la cebada, el girasol, los yeros, el garbanzo, el vino, el olivo, el frutal, la hortaliza, el de la vaca, la cabra, la oveja y el cochino. El campo que produce alimentos y el que cuida, ampara y guarda todo el territorio agreste de España al que los visitantes ocasionales se acercan para contemplar belleza, relajarse y algunos para hablar de vacíos, derramar una palabritas y soltar algún lamento y ver ya si eso de trincar algún voto o aleccionar al paisanaje con unas maravillosas teorías climaticoecoloanimalistasprogresistas, con las que todos los problemas y cuitas iban a quedar resueltos en un verbo y dos parpadeos. Los que tardan todos ellos en desaparecer y ahí te quedas, Jenaro. Porque de toda la reata de los unos y los otros, de los políticos y los salvadores del planeta ni uno solo vive allí, ni allí trabaja ni por allí ha cavado un surco ni sembrado una fanega, aunque quizás si haya plantado un árbol y, con ello, quedado inmortalizado por las cámaras.

Este campo de hoy, váyanse enterando, poco tiene que ver ni con boinas ni con el tonto del pueblo que no pudo marcharse. Han quedado los buenos y han espabilado lo que no está escrito. Este es un campo que ha experimentado una transformación increíble y un progreso impactante. Estos son unos agricultores y unos cultivos de nivel y rango homologables a los mejores del mundo, Por la cuenta que les trae, de un nivel asombroso, competitivo, donde el emprendimiento, el esfuerzo y la apertura a todo y el intento de llegar comercialmente cada vez más lejos son las estrictas reglas del juego. Un campo que no permanece ajeno para nada a la búsqueda de la excelencia, de la mayor sanidad y con la mirada cada vez más fija en producir alimentos que cumplan las mejores exigencias ecológicas. Los urbanitas se quedarían perplejos de lo que sabe de todo ello un labrador del más pequeño pueblo de Castilla, de Murcia o de Andalucía. Este es un campo, el español, puntero, a la cabeza, que marca incluso tendencias pero del que la sociedad española, y de manera especial, la que se autoconsidera intelectualmente superior y avanza tras el escudo talismán de progresismo tiene una imagen de atraso y de ser depositarios de las caspas más reaccionarias y retrogradas.

Desde sus engreídas antojeras, con todos los «ismos» de moda por bandera y su tiranía cursi y prohibidora como doctrina se les contempla como una arcaica especie a la que hay que cuidar pero que habrá incluso que modificar genéticamente para que adquiera los hábitos correctos y a la que pretende imponer su criterio. Por no llamarles por su nombre: ignorancias y sandeces que pueden llegar a los esperpentos delirantes, como un director general de Bienestar Animal que opina que ordeñar a las vacas es un robo y un crimen humano contra los terneros, o que asaltar las granjas es una lucha de liberación o que hay aplicar a los gallos la ley de violencia de genero amen de prohibirles cantar de madrugada porque a los visitantes de la naturaleza les corta el sueño. Dislates, sí, pero que vienen flanqueados de una continua retahíla de preceptos que en la misma línea, aunque sin llegar a tal delirio, se convierten en distados, normas y leyes.

Lo que ahora está reventando tiene bajo sus pies un pantanal de agravios, que van desde lo más chocarrero, desde lo ridículo, pero que duele, hasta lo grave y trascendental, que los asfixia económicamente y amenaza su supervivencia, de ese grano que se sigue vendiendo desde hace seis lustros a 30 pesetas el kilo -en el campo aún pervive la peseta para no contar en céntimos, porque al euro no se llega mientras que los costes de abono, carburante, seguros y maquinaria esos sí que se miden en la moneda común porque han corrido al galope hacia arriba.

Ha pillado por sorpresa la intensidad y extensión que la movilización está alcanzando. También su virulencia. Cortes de carreteras, enfrentamientos, hogueras. ¿De qué extrañan? ¿Es que iban a ser ellos los únicos que no vieran como tales comportamientos y otros mucho más violentos, lesivos y delictivos eran pasados por alto, tolerados cien veces y hasta excusados cuando no incluso jaleadas por parte de algunos que hoy se sientan en el Consejo de Ministros? Si la ley no se hace cumplir para todos no se puede luego exigir a unos en exclusiva que ellos sí las cumplan es la pedestre conclusión a que se aboca a las gentes. A las del campo se les ha acabado el aguante.

Antonio Pérez Henares es escritor y periodista.

1 comentario


  1. sí, ha sido Vd. muy benévolo con estos políticos y otros ensayistas, no se merecen ninguna indulgencia por su ignorancia.

    Lo que si le digo, es que ésta generación que desarrolla la actividad, se va a cansar, no por jubilación, que alguno ya lo está, sino porque no ven razón para continuar sacrificándose, pero tenga en cuenta, que a ellos van disfrutar de su trabajo, pero para su familia.

    Esto es lo que quieren, que cuelguen sus esperanzas y dedicaciones de toda la vida, pues vayan con cuidado con lo que decidan, porque los hijos no querrán seguir, con la dedicación de sus Padres.

    De todas formas siempre han sido poco valorados, lástima, porque tienen mucho sentido común, y confían en que los problemas se resuelvan, por lo que les dicen, pero van tener Vds. problemas los urbanitas, los de aquí, nos afectará pero lo podremos tendremos alguna ventaja, eso espero.

    saludos y buenas noches.

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