El cándido Sabino y su hermano concubino

Luis y Sabino Arana
Luis y Sabino Arana

El Domingo de Resurrección es la fecha escogida por el nacionalismo vasco para celebrar su día de la patria (Aberri Eguna). Lo hacen así desde que en 1932 se les ocurrió celebrar los cincuenta años de la llamada "revelación" de Sabino Arana de 1882, por la que este habría recibido la inspiración nacionalista de su hermano Luis.

Pero lo cierto es que Luis Arana Goiri siempre fue a remolque del fundador del nacionalismo vasco. Ahora, además, estamos en condiciones de afirmar que, si el cándido Sabino hubiera sabido la verdad de su hermano concubino, y dada la mentalidad de la época y las condiciones de admisión en el partido, todo habría sido muy distinto a como fue.

Hoy resulta de lo más normal que una pareja viva junta sin casarse. Y si no lo hace por lo civil, mucho menos por lo religioso. A eso la Iglesia católica lo llama vivir en concubinato, que es un pecado muy grave dada la condición sacramental del matrimonio. No digamos ya tener un hijo sin estar casados. Resultaría un hijo ilegítimo. Pero cuando a esto le unimos que el padre se va y deja a la mujer y al hijo abandonados, la cosa sería inconcebible para un católico integrista de entonces, como Sabino Arana. Y la excomunión se quedaría corta.

Pues exactamente eso es lo que hizo Luis Arana Goiri, el hermano del fundador del nacionalismo vasco. Tuvo un hijo en Barcelona con una de las asistentas de su casa. La familia había vivido allí desde 1883 hasta que, en 1888, la madre murió y Paulina y Sabino volvieron a Bilbao. Pero Luis siguió allí hasta que terminó la carrera de Arquitectura. El niño nació el 9 de febrero de 1893. La mujer se llamaba Josefa Alejandra Englada Hernández y era de Urrea de Jalón, provincia de Zaragoza. Luis Arana Goiri volvió a Bilbao a los dos meses de que naciera su hijo, dejando a la madre y al niño en el pueblo de ella, en Urrea de Jalón.

El certificado de matrimonio de Luis Arana Goiri no lo ha publicado nadie hasta ahora, pero está a la vista de todo el mundo en la página web Artxibo del gobierno vasco, donde se recogen los registros sacramentales (matrimonios, bautizos y funerales) de las parroquias vascas desde el siglo XV hasta 1900 (para el que lo quiera buscar, advierto que el segundo apellido, Goiri, lo han transcrito Geiri).

Luis Arana Goiri y Josefa Alejandra Englada Hernández se casaron en secreto el 3 de diciembre de 1898 en la parroquia de San Martín Obispo, en Foronda, perteneciente al municipio de Vitoria, casi seis años después de que naciera el hijo.

Luis Arana Goiri, mientras vivió en Bilbao, sin su mujer y su hijo, entre 1893 y 1899, actuó decisivamente al lado de su hermano en la creación del nacionalismo vasco, acompañando a Sabino en todos los actos e interviniendo en todas las juntas del partido, como vicepresidente. Era, en fin, la mano derecha de Sabino en todo: asociación, locales y periódicos del partido.

Pero, de haber conocido la vida privada de su hermano, y dada la ideología ultracatólica que profesaba, Sabino habría tenido que abandonar la política, ya que la única persona en quien confiaba de verdad tenía un hijo sin estar casado. Y, aún en el caso de que se hubiera casado, lo habría hecho con una maketa, una mujer sin apellidos euskéricos.

Según el reglamento del partido que fundaron, al aspirante casado se le aplicaban también los apellidos de la mujer a la hora de clasificarlo como originario, adoptado o adicto, por lo que Luis Arana Goiri ni siquiera habría podido entrar en el partido y mucho menos ocupar cargos.

En noviembre de 1899, Luis se instaló en el País Vasco francés con su mujer y su hijo, dejando a su hermano solo en la tarea del partido. Sabino designó nuevo vicepresidente a Ángel Zabala, con la aquiescencia de Luis. Ningún especialista se ha preguntado nunca en serio qué razón tan poderosa pudo haber para que Luis, después de haber estado junto a su hermano desde el principio de su proyecto, incluso como supuesto inspirador del mismo, le abandonara en la fase decisiva en la que el nacionalismo empezaba a ampliar su influencia desde Bilbao al resto del País Vasco.

Y no vale con decir que Luis era sobre todo organizador, el típico número dos. Le gustó mucho el poder. Porque luego fue presidente del partido desde 1908 hasta 1915, cuando hubo que echarle a la fuerza por un chanchullo electoral, en el que pretendió dejar sin acta a uno de sus concejales nacionalistas tras llegar a un acuerdo con el gobernador civil para nombrar alcalde al candidato de Eduardo Dato en Bilbao. Descubierto el pufo, sus enemigos dentro del partido, que los tenía y muchos, consiguieron descabalgarlo.

Incluso un año después de casado, Luis no le había dicho todavía nada a sus hermanos de su boda. En la escritura por la que los hermanos Paulina, Luis y Sabino se repartieron la herencia familiar, que tiene fecha de septiembre de 1899, todavía consta Luis como "soltero". Y eso que llevaba ya casi un año casado.

El colmo de la farsa vino cuando se opuso, junto con sus hermanas, a que Sabino se casara con una aldeana. Durante el viaje de novios de Sabino Arana y su ya mujer Nicolasa Achica-Allende a Lourdes, en febrero de 1900, por fin estos conocieron a la cuñada, y fue debido a que los recién casados cayeron enfermos y pidieron ayuda a su familia. Primero se presentó Luis, se supone que para preparar el terreno, y al día siguiente Josefa y el niño Luis, que tenía para entonces nada menos que siete años.

En el País Vasco francés, Luis y Josefa tuvieron otros tres hijos, casi seguidos: Javier, Ignacio y José María. En sus certificados de nacimiento, Luis aprovechó para cambiar el nombre y apellidos de su mujer, que pasó a llamarse María Josefa Eguaraz Hernandorena. Durante los seis primeros meses de 1906 vivieron en Madrid, donde Luis trabajó de su profesión de arquitecto. Allí nació el benjamín, al que pusieron Santiago, y Luis aprovechó de nuevo el certificado del recién nacido para poner que la madre era natural de Tudela (Navarra) y no de Urrea de Jalón (Zaragoza). De esa forma quedó lista, en cuanto a papeles, para hacerla presentable ante sus conmilitones.

Pero Luis no las debía de tener todas consigo porque la vuelta a Bilbao con toda su familia se fue haciendo por etapas. Primero se instalaron en Vitoria en junio de 1906. Desde 1909 vivieron en Castillo Elejabeitia, actual Artea, a 30 kilómetros de Bilbao, pero ya en Vizcaya, siendo Luis presidente del PNV desde el año anterior. Después vivieron en Las Arenas, barrio de Guecho, a 12 kilómetros de Bilbao. Luego en Deusto, cuando todavía era anteiglesia independiente. Y, por fin, a partir de 1926, en el centro de Bilbao. Luis Arana Goiri tenía para entonces 64 años y habían pasado casi treinta desde que se casara.

Fue entonces cuando se casaron también los tres hijos que le sobrevivieron, Luis, Ignacio y Santiago (Javier y José María fallecieron en vida de su padre). Los tres lo hicieron con mujeres maketas, sin apellidos eusquéricos. Pero esta condición, como el hecho de que su mujer fuera de Urrea de Jalón o que su hijo Santiago hubiera nacido en Madrid, no le arredró a Luis en su antiespañolismo visceral, sino todo lo contrario.

Durante la dictadura de Primo de Rivera, Luis Arana Goiri se dedicó a enviar cartas a los religiosos de las parroquias donde asistía, exigiéndoles que en misa no mencionaran el nombre de España bajo ningún concepto.

El Domingo de Resurrección de 1932, durante la Segunda República española, se celebró el primer Aberri Eguna, con Luis como protagonista absoluto. Fue en vísperas de ser nombrado de nuevo presidente del partido, cargo en el que estuvo hasta 1933, lo cual significaba su plena rehabilitación tras la caída en desgracia de 1915. Y cuando las dos ramas del nacionalismo, la moderada y la radical (a la que pertenecía Luis), quedaron de nuevo unidas, tras su separación en 1921.

En mayo de 1937, a pocas semanas de que cayera Bilbao, Luis Arana se instaló en el País Vasco francés con su mujer, que fallecería en 1938, en Bidart. Ese año se presentó en persona en el Foreign Office de Londres, con un propósito delirante: pedir que el País Vasco y Navarra quedaran bajo protectorado británico, mientras que Aragón y Cataluña harían lo mismo bajo protectorado francés, como forma de liberar dichas regiones, ante la previsible victoria de la España franquista.

Esa acción no le supuso luego ninguna contradicción con el hecho de volver a España, en 1942, gracias a sus tres hijos, bien instalados en el régimen franquista. Y en Santurce pasó, tranquilamente, asistiendo a misa, con paseo diario y comiendo bien, la última década de su larga vida, en la época más dura de la posguerra civil, mientras los militantes y cuadros nacionalistas estaban en el exilio o en la cárcel.

Luis Arana Goiri está enterrado en el cementerio de Bilbao, en Derio. Se trata de dos sepulturas contiguas, compradas por la familia Arana Goiri cuando se inauguró dicho campo santo en 1902. Allí está enterrado Juan Arana Goiri, el hermano de Luis y Sabino, fallecido en 1882.

Pero los demás allí enterrados son Luis, sus tres hijos, sus tres nueras y cuatro de sus diez nietos. Por lo que más que "Familia Arana y Goiri", que es lo que aparece grabado como nombre en la piedra de ambas sepulturas, debería poner "Familia Arana y Eguaraz". Pero resulta que la estirpe de su mujer, a la que Luis le cambió de nombre, de apellidos y de lugar de nacimiento en vida, quedó así desaparecida, desprovista de identidad, y por tanto de pasado y de futuro. Como si no hubiera existido sobre la faz de la tierra.

Luis Arana Goiri, con esta trayectoria vital, representa cabalmente lo que el nacionalismo vasco significa en la España contemporánea.

Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU y autor de Sabino Arana: padre del supremacismo vasco.

1 comentario


  1. Trabajo preciso de investigación que resalta el burdo racismo aranista y su machismo antifeminista y anulador de sus respectivas mujeres. Su odio a la burguesía liberal vizcaína y española y a la clase obrera vizcaína triunfadoras como fuerzas progresista históricamente y que terminaron por anexionarse su feudo de la republica de Abando e integrándola en Bilbao. Así como sumiendo en el fracaso económico la industria naval basada en los barcos de madera, frente a las nuevas tecnologías de la revolución industrial minera y siderúrgica bilbaína.
    El éxito del nacionalismo aranista arranca cuando la burguesía bilbaína estremecida y temerosa ante la primera gran huelga de los mineros por sus brutal explotación descubren en el campesinado católico rural vizcaíno, el aliado antirrevolucionario perfecto.

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