El carnaval llegó a Brasil esposado en una patrulla de policía

Tomado del video de “Me libera, nega” de Ítalo Gonçalves, alias, MC Beijinho.
Tomado del video de “Me libera, nega” de Ítalo Gonçalves, alias, MC Beijinho.

Un acontecimiento rutinario cambió el destino de Ítalo Gonçalves y lo llevó por las sendas de lo absurdo para salvarlo de volverse portada de un diario local como otro hombre negro pobre y ladrón, uno más entre los más de 600.000 presos que abarrotan las precarias e inmundas cárceles brasileñas.

Su historia empieza en la parte trasera de una patrulla policial.

Arrestado en Salvador de Bahía tras amenazar a dos personas para que le entregaran sus celulares, Gonçalves llegó a la comisaría perseguido por un equipo de televisión que grababa la acción. En la pantalla de la televisión, el texto anunciaba: “¡Flagrante! Hombre detenido tras un asalto en un autobús”.

Gonçalves podría haber sido un joven más de los que pasan años en prisión sin ser juzgado ni escuchado. Lo que separa su historia de las miles que pasan al olvido es la empatía. Primero de los policías, que llamaron al equipo de televisión para avisarles que habían detenido a un ladrón “diferente”.

Según relató el oficial que lo detuvo, el joven estaba cantando y fumando marihuana cuando abordó a dos personas; no en un autobús, como primero informó el noticiero, sino en una parada. “Entréguenme [los teléfonos], desgraciados”, les gritó, amenazándolos con un cuchillo. Desde el estudio, el presentador pidió al reportero —quien cubría en directo desde la comisaría— que explicara qué estaba diciendo el infractor. Al fondo de la escena, se podía ver a Gonçalves sentado en la parte trasera de la patrulla con las manos esposadas, moviendo la boca con furia, pero no se le escuchaba.

El reportero entonces enfrentó al joven con su micrófono. En ese momento, el programa especializado en notas rojas se transformó en un show de talentos. Gonçalves no estaba hablando, sino cantando: “Me libera, nega, deixa eu te amar. Me libera, nega. Novinha, vou te sentir”.

La canción, que hoy es el hit del Carnaval de Río 2017, es pegajosa, e Ítalo la entona con voz nasal. Podría ser una metáfora, si no fuera todo muy literal: esposado, Ítalo Gonçalves le pide a una mujer que lo libere. En español, el estribillo de la canción sería: “Voy a darte un beso y después voy a darte otro”. A las 48 horas de ser detenido dejó la comisaría con una prohibición de salir de Salvador y de estar fuera de casa por las noches. Pero ya había desarmado a todos con su picardía y había ganado fama instantánea con su nombre artístico, MC Beijinho.

El arresto fue el 18 de noviembre. El videoclip oficial de la canción —hoy con más de cuatro millones de vistas en Youtube— fue publicado el 27 de diciembre. Ganó atención inmediata en Bahía. Pero tardó unos cuantos días en dar la vuelta a un Brasil enloquecido por una ola de violencia que se desató la primera semana del año dentro de las cárceles brasileñas y terminó con 130 presos muertos. La masacre, alimentada por peleas entre facciones rivales, destapó una vez más la discusión sobre el atroz sistema penitenciario del que MC Beijinho estuvo a punto de formar parte.

Las cárceles de Brasil tienen un déficit de 250.000 vacantes y el 40 por ciento de los reclusos no tiene sentencia. Muchos están presos por delitos menores y podrían ser juzgados en libertad. En esas cárceles con criminales como padrinos, sobrevivir depende de asociarse al crimen. La sociedad prefiere ignorar la realidad de estos cientos de miles de reclusos y el gobierno los estigmatiza. Bruno Julio, exsecretario de Juventud del presidente Michel Temer, llegó a decir que debería haber “una masacre por semana”, insinuando que la mejor solución es que los presos se maten entre ellos. Es el discurso del odio institucionalizado. Entre ambos erigen un muro que aísla el problema carcelario.

El reportaje en directo ayudó a derribar ese muro para que MC Beijinho pudiese seguir en libertad porque nos hizo conocer su historia. Cuando el reportero le preguntó donde vivía, Gonçalves contestó con voz lenta y mañosa: “Vivo en la calle, tomo agua cuando llueve”. Tiene 19 años y una visita anterior a la policía: en 2015 lo detuvieron porque comió en un restaurante y se fue sin pagar.

Gonçalves es carismático, canta con voz infantil. Cuando habla de su fechoría dice con picardía que solo quería dinero para ir a un concierto de reggae. Admite que fumaba marihuana, pero quitándole gravedad al asunto porque solo era un cigarrillo “delgadito”. Parece un personaje de Jorge Amado —de corazón bandolero y alma libertaria—, como el grupo de niños bandidos del libro Capitanes de la Arena, historia que también transcurre en Salvador. Amado describe a los niños: “Vestidos de harapos, sucios, semifamélicos, agresivos, malhablados, fumadores de colillas, eran los dueños de la ciudad: la conocían totalmente, la amaban totalmente, eran sus poetas”.

El video del ladrón que sale cantando desde una patrulla captó hasta la atención de Caetano Veloso, uno de los artistas más importantes de Brasil, quien grabó un video cantando la canción de MC Beijinho en el sillón de su casa. Luego lo invitó a su concierto en la Concha Acústica de Salvador, donde presentó una versión acústica de la canción. No podría haber recibido un mejor sello de calidad. “Ahora caetaneo”, celebró Ítalo Gonçalves.

En curioso pensar que muchos de los que no quieren ver más allá de los muros de sus pequeños mundos pagarán ahora para ver al acusado de un robo cantar “Me Libera, Nega”, el hit del carnaval, cuando en circunstancias normales preferirían verlo preso. Son los mismos que se divirtieron leyendo notas sobre Gonçalves, como una que decía: “MC Beijinho alcanza el éxito en Brasil tras dejar el mundo del crimen”. Y ahí está el detalle. Todos los que no tuvieron la misma suerte de Ítalo Gonçalves seguirán olvidados detrás de los muros porque la mayoría no entiende que él no se hizo famoso porque dejó el crimen, sino que dejó el crimen porque tuvo una oportunidad.

Carol Pires es reportera política y colaboradora regular de The New York Times en Español. Vive en Río de Janeiro.

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