El cauce ancho de la internacionalización

Una apertura exterior sustantiva de las economías a los flujos de bienes y servicios, capitales y personas es la mejor garantía de prosperidad para la sociedad. Las empresas que forman parte de activas redes comerciales de importaciones y exportaciones o de estructuras de producción distribuidas por diferentes países a través de los flujos de Inversión Extranjera Directa, son empresas muy diferentes de las que no realizan estas actividades y ello configura decisivamente el conjunto de la economía en función del peso que las empresas internacionalizadas tengan en ella. Las empresas internacionalizadas transfieren su tensión competitiva a toda su cadena de suministro y marcan el carácter de las bases territoriales locales en las que se asientan. Sus trabajadores cualificados y sus cuadros intermedios y directivos pernean la vida profesional, social y cultural de dichas bases locales.

La internacionalización de las empresas es pues un cauce muy ancho por el que circulan, no sin dificultades, muchos factores que desembocan en su competitividad y en la realización de dichas actividades globales se decantan particularmente aspectos tales como la escala de las empresas, su sofisticación tecnológica o comercial, el nivel de empleo y su calidad o la productividad.

La internacionalización, hoy, es algo muy diferente a lo que se practicaba bajo tal denominación hace tan sólo unas décadas, pero no ha perdido los rasgos esenciales que han venido caracterizando a este fenómeno desde que los primeros comerciantes de milenios atrás afrontaron los riesgos derivados del intercambio o el establecimiento de bases productivas a larga distancia realizados con medios de transporte precarios por rutas ignotas e inseguras. Los seres humanos siempre han tratado de extender las ganancias que la especialización experimentada en los mercados locales puede generar en mercados más amplios. Las grandes economías, como la de los EE UU, son economías relativamente cerradas, pero, por su mero tamaño, las actividades comerciales y productivas de sus empresas en el exterior inundan los mercados y dichas empresas globales dominan el panorama corporativo mundial. Cuanto más pequeña es una economía más internacionalizada se encuentra, por la mera necesidad de sus empresas de crecer en mercados más amplios. La internacionalización es la respuesta a una inquietud consustancial a la empresa: la escala. Así se explica el que economías de tamaño medio o incluso pequeño, estén extraordinariamente abiertas al comercio y la inversión y sus grandes empresas figuren entre las mayores del mundo.

Las empresas son las protagonistas indudables de la internacionalización y su mayor o menor concentración determina el éxito exterior de una economía. Sucede que las empresas con actividades internacionales, sean comerciales o productivas, son más grandes, más productivas y más avanzadas que las que no realizan dichas actividades. Por este mero hecho, poseen plantillas de trabajadores mayores, los empleos son más estables y de mayor calidad y los salarios son también mayores. Por sí solos, estos argumentos justifican el impulso a la internacionalización de las empresas.

En España, las actividades de las empresas exportadoras y todo lo que rodea al fenómeno exportador, sustentan más de seis millones de empleos directos e indirectos y estos empleos comparten, en general y con una clara jerarquía empresarial, las características que señalaba anteriormente de estabilidad, calidad y remuneración. Esta derivada sobre el empleo es una cara poco conocida de la internacionalización y aunque traiga causa, obviamente, de la mayor escala y sofisticación de las empresas, y no de su internacionalización en sí, no puede negarse ni la asociación estrecha entre internacionalización y empleo ni la inferencia lógica de que si en España hubiese más empresas internacionalizadas tendríamos una realidad laboral más estimulante de la que tenemos en estos momentos y una economía más avanzada y robusta frente a crisis como la presente.

Estas son, en esencia, las conclusiones de un estudio sobre Internacionalización, empleo y modernización de la economía española que hemos realizado para el ICEX. Recurriendo tanto a la evidencia que aporta la literatura académica sobre el tema como al análisis de las bases de datos empresariales existentes en nuestro país (la Encuesta de Estrategias Empresariales de la Fundación SEPI y la Central de Balances del Banco de España), o el trabajo de campo sobre las empresas del IBEX y las entrevistas a directivos de empresas españolas internacionalizadas, se constata por todas las vías que las empresas que realizan actividades internacionales tienen más escala, plantillas medias más numerosas, trabajadores más estables, más cualificados y mejor pagados que las empresas que no realizan dichas actividades.

Los salarios en las empresas internacionalizadas pueden llegar a ser hasta un 56% mayores que en las que no lo están. Por una sencilla razón: que las primeras son más productivas (hasta un 77% más).

Productividad significa competitividad, que es el pasaporte para la internacionalización, además de mejor nivel de vida para todos. También significa empresas, sectores y economías avanzadas. No por casualidad las empresas internacionalizadas son las más avanzadas. En la trayectoria española de apertura comercial, pueden asociarse cuatro puntos porcentuales de la tasa de empleo a cada 10 puntos porcentuales de la tasa de apertura comercial y, en el espacio de la OCDE, en la actualidad, pueden asociarse 1.275 dólares de renta por habitante a cada 10 puntos de apertura comercial teniendo en cuenta el diferente tamaño de las economías.

Las asociaciones a las que hemos aludido, obviamente, no implican causalidad directa desde la apertura comercial hacia el empleo, sus atributos, la modernización económica o la renta per cápita, pero sí ilustran muy elocuentemente el movimiento conjunto de relevantes indicadores macroeconómicos sobre una base común: la escala y la eficiencia empresarial. Los empresarios, por otra parte, y éste sí que es un contraste incontrovertible, responden unánimemente con un "hoy no existiríamos, seríamos una pequeña empresa o una filial de una multinacional extranjera" a la pregunta "¿qué habría sido de su empresa si no se hubiese internacionalizado?".

Si en vez de las 40.000 empresas exportadoras regulares, que son las que hay en España en la actualidad, tuviésemos el doble, y hay potencialidad suficiente como para ello en nuestro país, o si tuviésemos el doble de empresas multinacionales de titularidad española, nuestra economía sería mucho más avanzada y el panorama laboral más satisfactorio.

Los apoyos a la internacionalización, tanto a escala estatal como autonómica, forman en nuestro país una tupida red y todos los gobiernos a la escala que les corresponde están llevando a cabo o diseñando activamente políticas con vistas a favorecer la emergencia de nuevos sectores productivos y a la renovación de los existentes sobre la base de las nuevas tecnologías y los nuevos modelos de negocio. La dimensión global debe estar presente en todas estas iniciativas y los diferentes agentes del sistema de apoyo a la internacionalización deben reforzar su coordinación actuando con la máxima eficiencia para estar a la altura de un reto tan importante.

En España sabemos cómo se hace la internacionalización de las empresas y la apertura en todos los frentes de la economía, pero hay que redoblar los esfuerzos en estas materias logrando el alineamiento de todos los agentes económicos, sociales y políticos hacia este objetivo, así como la mayor sensibilización social y empresarial hacia el mismo. La internacionalización es transversal y debe pernear todas nuestras políticas y ascender puestos en las agendas económicas, políticas y sociales vigentes. Así haremos una contribución decisiva, y duradera, a la modernización de nuestra economía y al empleo.

José A. Herce, Ana María Domínguez y María Romero, director de Economía y consultores de Afi, respectivamente.