El chavismo en Estados Unidos

La candidata demócrata a la Vicepresidencia de los Estados Unidos de América afirmaba hace unas semanas en una entrevista con Stephen Colbert, de la CBS, que las protestas en Estados Unidos, esas acciones que derivan en revueltas violentas con saqueos y actos de pillaje tal y como estamos viendo con detalle por otros canales de información que no son los siempre sesgados y tendenciosos medios de comunicación europeos, no van a cesar y que no deben cesar, ni antes de las elecciones de noviembre ni después de las mismas (Sic).

La gravedad de estas afirmaciones, que pretenden trasladar a las calles aquello que no se consigue en las urnas, debería ser suficiente para que el displicente Trump obtenga una holgada victoria el próximo noviembre, o cuando se celebren las elecciones presidenciales, pero también deberían poner fin a la carrera política e institucional, en cualquier cargo, de la señora Harris, aunque temo que nada sucederá porque con la agitación deliberadamente instigada en nuestro tiempo ya se ha normalizado cualquier aberración. Eso sí, estas declaraciones a la CBS me ha servido para confirmar algo que venía comprobando desde hace ya tiempo: la estrategia política del partido demócrata y de sus grupos afines es cristalinamente chavista, me explico.

Entre los años 2006 y 2015 tuve ocasión de vivir y viajar regularmente por casi toda Hispanoamérica. En Bolivia seguí en primera persona el proceso constituyente que llamaron “Revolución en democracia”, a imitación de lo ya acontecido en Venezuela en 1999. Explicar los detalles de esta experiencia me llevarían a excederme y además ya me he pronunciado públicamente al respecto en otras ocasiones, pero sí veo oportuno destacar el hecho de que la victoria electoral de Evo Morales en 2005 se explicó en gran medida por el hartazgo y cansancio de muchos bolivianos, que no soportaban más los bloqueos, la violencia, inestabilidad e inseguridad extendida por diversas zonas del país desde las revueltas de 2003 que abocaron a una grave crisis institucional, con huida del Presidente Sánchez de Lozada y varias presidencias interinas posteriores. Les funcionó, pues incluso el votante que estaba en las antípodas ideológicas e intenciones de Evo Morales y los suyos acabó votándole. Lo hizo hastiado, con la única finalidad de pacificar el país.

Durante aquella experiencia en Bolivia (2006-2007) pude ver desfilar por el país altiplánico y amazónico, como si fueran viajes de formación, a muchos sujetos que entonces eran anónimos y que sin embargo hoy son famosos de la política y la parapolítica nacional, también a miembros de los círculos del Foro de Sao Paulo, hoy Grupo de Puebla. Llegué incluso a tratar con un casi biógrafo de Hugo Chávez que todavía anda por allí, y hasta tuve residiendo en mi casa de La Paz a una destacada militante y dirigente de las CUP, mientras encontraba alojamiento allí. Teniendo en cuenta lo sucedido en España años después, en efecto, estaban en formación. Bolivia era por entonces un avispero de políticos españoles, politólogos, profesores universitarios, periodistas, ministros y ex ministros… Todos querían estar allí y conocer las grandezas del “proceso de cambio” que estaban impulsando los iluminados del Movimiento al Socialismo (MAS) a imitación de su homólogos del PSUV venezolano. Luego ya sabemos cómo ha acabado, aunque tal vez nos encontremos solo en un entreacto.

En cualquier caso, las desoladoras declaraciones de la candidata Kamala Harris ponen de manifiesto que el Partido Demócrata, para desgracia del proprio partido, pero sobre todo, de los estadounidenses en general, ha abrazado la estrategia chavista que tan buen resultado ha ido dando en diferentes países del continente y también, de modo particular, en el nuestro; especialmente en Cataluña, tal y como nos enseña la consigna “Els carrers seran sempre nostres”, que al caso viene a ser lo mismo que sucedió con los motorizados de Chávez en Venezuela, los bloqueadores de Evo Morales en Bolivia y ahora los loteadores del Partido Demócrata en Estados Unidos, cuyas acciones de acoso y asedio a personas y propiedades no dejan de asombrarnos.

Tenía razón pues Boaventura de Sousa Santos, uno de los principales teóricos de todo este planteamiento delirante y claramente antidemocrático, cuando en 2014 agitaba en un encendido y entusiasmado artículo en El País, que las experiencias de ‘democracia participativa’, así llaman ellos a todo esto, ya habían pasado a Estados Unidos. Ahí las tenemos.

Juan José Gutiérrez Alonso.

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