El chiste de la semana: Cuba integra el Consejo de Derechos Humanos de la ONU

Hay que felicitar a la diplomacia cubana por su último gran logro. Aún no sé bien cómo, pero acaban de ganarse por quinta ocasión un escaño dentro de los Estados miembros del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU). A juzgar por la alegría mostrada en los tweets de celebración, el gobierno cubano debe estar celebrando como si hubiese ganado el premio Nobel de la Paz, que esperaba con ansias que se le otorgara a sus brigadas médicas, y festejar así la extensión del hipnotismo, y su consustancial trastoque de la realidad en la isla que siguen ejerciendo sobre la mayoría de las naciones que integran la ONU.

Para formar parte de los 47 Estados responsables de la promoción y protección de todos los derechos humanos en todo el mundo durante el período 2021-2023, Cuba presentó una candidatura donde subrayó el “carácter participativo y democrático” del sistema político que impera en el país y se comprometió a “asegurar el pleno respeto a los principios de universalidad, indivisibilidad, objetividad, no politización y no selectividad en el fortalecimiento de la cooperación en materia de derechos humanos”, además de, entre otras cuestiones, respetar los “derechos culturales”.

De 192 sufragios válidos, Cuba recibió el visto bueno de 170 naciones —solo necesitaba la aprobación de 97—, para obtener 88% de los votos. Por tanto, junto a Bolivia y México pasó a integrar el cuadro de países representativos de la región de América Latina y el Caribe en el Consejo.

Resulta desconcertante e inadmisible que siga existiendo un errado consenso internacional sobre la situación de los derechos humanos en Cuba y que los gobernantes de la isla sigan yéndose a la cama cada noche con la satisfacción de contar con el apoyo de una abrumadora mayoría en la ONU que desconoce o le conviene desconocer, como estrategia política, lo que verdaderamente acontece en Cuba a diario.

El documento que sustenta la candidatura de Cuba para integrar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU es falaz y las 170 naciones que la aprobaron, a partir de ese instante, son cómplices de todas las violaciones que se cometan en este país.

Porque en Cuba no existe tal democracia y tal participación política, porque es imposible que ocurra bajo la imposición de un único partido, el comunista. Porque hoy hay 127 personas que duermen en prisión por cuestiones políticas y en lo que va de 2020, sin contar febrero y octubre, han ocurrido 1,050 detenciones arbitrarias según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos. Porque el Instituto Patmos, hasta marzo de este año, ha contabilizado a 247 ciudadanos que el gobierno les tiene prohibido salir de territorio nacional. Porque la organización Cuban Prisioners Defenders recogió 622 testimonios de médicos cubanos que han prestado su servicio en otras naciones y declararon las “condiciones de esclavitud moderna” en las que laboraron. Porque Cuba ha prohibido la entrada a los expertos en derechos humanos del Consejo en materia de tortura, libertad de reunión, libertad de expresión y detenciones arbitrarias. Porque en Cuba los únicos medios de prensa y periodistas autorizados a informar a sus ciudadanos son los que laboran en los medios del partido comunista. Porque los cubanos no pueden libremente asociarse en organizaciones. Porque si disientes de lo que promulga el establishment, cualquier día te pueden lanzar por debajo de la puerta un sobre con tu nombre que contiene fotos de tu intimidad o una multitud violenta puede impedirte llegar a casa de un amigo o impedirte salir de tu propia casa con golpes, amenazas, gritos. Y así puedo seguir enumerando otro sinfín de porqués.

La elección de Cuba como miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU provocó que 85 organizaciones internacionales redactaran una declaración. En ella se puede leer: “Esto no sólo recompensa el pobre historial de Cuba en materia de derechos humanos, sino que también socava la integridad del Consejo para responsabilizar a los gobiernos abusivos por sus acciones en la región y en todo el mundo”.

Es de necesaria imperiosidad que la ONU revise y reforme su método para elegir a los países rectores de los derechos humanos en el mundo. El formato actual no es serio: cada región geográfica propone candidatos como asientos están asignados a esa zona, de modo que las elecciones son una formalidad pues las naciones casi nunca tienen contendientes. Esta vez, por ejemplo, solo la región de Asia y el Pacifico constó con un candidato —cinco— más que plazas —cuatro—. De ahí que no solo el régimen cubano haya logrado un inmerecido puesto, sino que China y Rusia también.

¿Qué sucederá si en los próximos tres años, dentro de los veladores de los derechos humanos se encuentran algunas de las dictaduras modernas más férreas? Hay a quienes esta lista les puede parecer un chiste, pero a mí, que vivo en Cuba, me da ganas de llorar.

Abraham Jiménez Enoa es periodista en Cuba y cofundador de la revista ‘El Estornudo’.

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