El cielo necesita una reforma

El cielo europeo se gestiona de forma muy ineficiente y necesita una reforma. No me refiero al Cielo con mayúscula, entiéndanme; hablo del espacio aéreo por el que vuelan nuestros aviones. Esta ineficiencia en el ámbito europeo se debe a su fragmentación. En Estados Unidos, por ejemplo, se gestiona casi un 50 por ciento más de vuelos con un tercio menos de controladores en una superficie similar. Por ello, estamos convencidos de que la solución es el Cielo Único Europeo: modernizar la gestión del espacio aéreo europeo para hacerla más eficiente, barata y sostenible.

Si 2018 fue uno de los peores años de la última década en cuanto a retrasos en toda Europa -se duplicaron respecto al año anterior, mientras que el tráfico sólo creció un 4 por ciento-, se prevé que este año puede ser aún peor, según ha reconocido el propio gestor de la red de tráfico aéreo en Europa, Eurocontrol. Las continuas huelgas de controladores que se sucedieron el año pasado por el Viejo Continente y las inclemencias meteorológicas se sumaron a una ya de por sí difícil situación de congestión de tráfico aéreo en Europa. ¿Qué quiere de decir esto? Que igual que nuestras carreteras están saturadas, especialmente en hora punta, dando lugar a tediosos atascos, las aerovías también registran embotellamientos.

Esta situación se da especialmente en el espacio aéreo de aquellos países que concentran mayor densidad de tráfico: es el caso de Francia y Alemania. Gran parte de los vuelos en Europa se ven obligados a atravesar el espacio aéreo de estos países, lo que puede limitar la capacidad de sus controladores para absorber este tráfico, dando lugar a retrasos que, a medida que se acumulan, provocan cancelaciones.

En España el espacio aéreo no es indemne a ese cóctel de factores. Esta situación ha incidido con distinta intensidad en la actividad aérea de nuestros aeropuertos. El Prat ha sido uno de los aeropuertos más castigados. Su proximidad al espacio aéreo galo, y su dependencia del Control de Marsella, con un índice de huelgas elevado y blanco de una meteorología especialmente adversa, explica la bajada de su índice de puntualidad por motivos que se escapan al control de las compañías aéreas y causan gran perjuicio en su operativa y, por supuesto, en los pasajeros.

Las compañías aéreas trabajamos con la vista puesta en el próximo verano. En previsión de que aumenten las incidencias por esta congestión aérea venimos adoptando medidas para amortiguar los efectos nocivos que los atascos provocan en los pasajeros. Por ejemplo, revisando de forma concienzuda la planificación de los vuelos y mejorando los servicios que prestamos a nuestros clientes, con el objeto de mitigar estos contratiempos ajenos a nuestra voluntad.

La congestión aérea se ha agravado este año en el centro de Europa. ¿Cuál es la solución por la que ha optado Eurocontrol en su papel de gestor de la red? Aliviar la carga de trabajo de aquellos centros de control más congestionados. ¿En qué se traduce? Una media de mil vuelos al día, que hasta ahora controlaban los proveedores de servicios de navegación aérea alemán y francés, se desviarán al espacio de otros proveedores de navegación aérea, entre ellos el español, Enaire, sobre el que recaerá un volumen de 160 vuelos al día, adicionales a los que ya tenía previsto gestionar.

He aquí la encrucijada. Estos desvíos persiguen que en conjunto los vuelos salgan más puntuales, descongestionando el centro de Europa, pero nada sale gratis. A cambio, algunas compañías aéreas tendrán que asumir vuelos más largos. Pero prolongar un trayecto supone un mayor consumo de combustible, más emisiones medioambientales y más costes para las compañías. Eso, en el mejor de los casos, porque también podría alterar los tiempos previstos de actividad de las tripulaciones o el tiempo prefijado para la llegada o salida del vuelo, es decir, producirse una descoordinación en los horarios previstos.

La propuesta de desvíos de Eurocontrol mitiga este problema de forma temporal, pero no lo soluciona. Es un parche que no cura la herida y que, inevitablemente, obligará a adoptar en un futuro más desvíos para sortear los cuellos de botella en las aerovías más atascadas, con el consiguiente impacto ambiental. Y, lo que es peor, no soluciona el problema de fondo: la saturación del espacio aéreo.

Como decía al principio, necesitamos reformar el espacio aéreo para solucionar la congestión y posibilitar el crecimiento sostenible del sector aéreo dando respuesta a la demanda de movilidad prevista para los próximos años. El medio ambiente nos lo agradecerá. Y esto sólo es posible ganando en eficiencia en la gestión del tráfico aéreo. ¿Cómo? Con vuelos más directos y más cortos y con menos emisiones. Se necesita una apuesta decidida por el Cielo Único Europeo, una iniciativa de la que se lleva hablando desde 1999 y que no hemos sido capaces de materializar. Sólo hace falta voluntad política de los Estados miembros de la UE.

Antonio Pimentel, presidente de la Asociación de Compañías Españolas de Transporte Aéreo.

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