El complejo de Justine y la izquierda europea

Bajo qué fatal estrella tengo que haber nacido, me dije, para que me resulte imposible concebir un solo sentimiento de virtud que no sea inmediatamente seguido por un diluvio de males, y cómo es posible que esta ilustre providencia, cuya justicia me gozo en adorar, al castigarme por mis virtudes, me haya ofrecido al mismo tiempo la visión de quienes me aplastaban con sus vicios en la cúspide... (Justine, del marqués de Sade).

Pobre Justine, una chica virtuosa, guiada por los más altos valores y los más férreos principios; encarnación de la verdad, del compromiso, de la justicia, de alguna manera abnegada, piadosa, generosa, agradecida... A ella destinó el marqués de Sade a sufrir los peores agravios, en su obra Justine o los infortunios de la virtud. Sufrió la traición de quienes más le importaban, de quienes idolatraba y a quienes más intentaba agradar y aunque su intención siempre fue ayudar, la utilizaron, la apalearon, la traicionaron y la despreciaron.

Cuando salía adelante, Justine siempre lamentaba no haber podido hacer más por sus abusadores, siempre mostraba compasión por los que creía alejados del bien, y aceptaba cada golpe como un castigo divino, como algo que en el fondo merecía por no haber sido suficientemente piadosa o comprensiva, seguro había alguna causa detrás que lo explicaba y ella no había podido entender.

A muchos europeos les pasa como a Justine: cuando reciben un golpe buscan una forma de explicarlo, ¿qué hemos hecho mal?, y rebuscan en su conciencia motivos para justificar el maltrato. Seguro que ese ciudadano francés que decidió coger un camión y atropellar a quien se encontraba por el paseo de los ingleses en Niza o los que han cometido el atentado del viernes en Múnich tenían una buena razón para infligir tanto daño en tan pocos minutos, "es por lo de Irak", "no hemos estado a la altura"... Poco importa que Francia fuese uno de los más tajantes opositores a la guerra de Irak, porque aquello es algo que quedó en la conciencia colectiva como una injusticia, y lo fue, pero esto no puede justificar el terror que hoy en día los yihadistas tratan de imponer en todo el mundo. Cualquiera puede ser víctima de un fanático, y este nunca necesita razones para hacer lo que hace, sus actos no provienen de razonamientos, su impulso no es hacer justicia; su impulso es hacer daño, la maldad por la maldad, el dolor para su regocijo. ¿Tan difícil es ver esto?

Europa sufre el complejo de "mujer maltratada", el de Justine. Si pudiéramos acercarnos a esa mujer que ha sufrido maltrato psicológico y físico, que se siente inútil y fracasada, que busca en sí misma la culpa de una situación que ella no ha provocado, probablemente le diríamos: "Tú vales mucho, eres valiente, buena, trabajadora, te preocupas por los demás, te importan las personas y no hay capacidad más valiosa que la de la empatía".

Si le habláramos de su maltratador, seguro que trataríamos de convencerla de que no podía hacer más por su acosador, que ni estando más callada, ni más sumisa o complaciente hubiera podido evitar las palizas. Le diríamos que ese vil personaje no merecía ni su respeto, ni sus lágrimas, nadie merece vivir con miedo, nadie merece vivir sometido, nadie es quién para atemorizar ni para someter a otros.

Le diríamos que la queremos tal y como es, le diríamos que cuente con nosotros. ¿Por qué no hacemos lo mismo con Europa? ¿Por qué no nos decimos a nosotros mismos que somos la tierra de las oportunidades, donde todo el mundo querría vivir, donde conviven muchas culturas en el respeto? Somos la unión de Estados que más coopera al desarrollo de los rincones más desfavorecidos del planeta. Aquí se garantizan los derechos humanos, se tiene derecho a un juicio justo y a elegir a los que nos gobiernan. Europa es sinónimo de Libertad e Igualdad, aquí tenemos derecho a que nadie nos imponga una identidad ni étnica, ni religiosa, ni sexual... Tenemos derecho a ser quienes somos, quienes queramos ser, sin imposiciones, sin miedo.

Europa es un oasis de libertades cuya mera existencia irrita a los fanáticos, los que lapidan al disidente, los que no ofrecen mayor oportunidad que la sumisión, los que no saben el significado del diálogo porque sus conversaciones se articulan a través del terror y el sufrimiento. Los fanáticos nos atacan porque Europa representa todo lo que odian, y sobre todas las cosas la que más odian es la LIBERTAD.

Beatriz Ochera Granell escribe en el blog Sin brújula y sin mapa

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