El complicado viaje de Bush a Oriente Próximo

El presidente de EE UU George W. Bush visita, a partir de hoy, Oriente Próximo para promover el acuerdo de paz entre Israel y Palestina, aislar a Irán, buscar apoyo en su guerra en Irak y tratar de contener el alza del precio del petróleo. Muchas tareas para un presidente en su último año en la Casa Blanca.

Bush nunca viajó como presidente a la región. Su viaje resulta tardío y muestra la poca importancia que, en el fondo, le prestó a Oriente Próximo, limitándose a apoyar a Israel y a invadir Irak. Ahora es un presidente débil en vía de salida y las posibilidades de tener influencia en los países que visite son muy bajas.

La posición de Israel

En Israel, el Gobierno le espera con una serie de exigencias y medidas. Por un lado, el presidente Olmert le dirá que está preparado para desmantelar una serie de pequeños asentamientos considerados por su mismo Gobierno 'ilegales', pero que no tocará los grandes asentamientos, ciudades en realidad, en las que viven hasta 30.000 personas. A la vez, le explicará las razones para expandir algunos de éstos -algo que los palestinos rechazan totalmente y ven como un ataque contra el proceso de Anápolis- en la medida que Israel considera que la zona lindante con la ciudad de Jerusalén no entra en las negociaciones.

Por otra parte, le exigirá a Bush que un eventual Estado palestino no tenga fuerza militar propia y que Israel pueda contar con tropas permanentes en varios puntos de su frontera y que éstas puedan intervenir dentro de Palestina cuando lo consideren necesario. Se sabe también que el primer ministro israelí le planteará que no puede haber negociaciones sobre Jerusalén ni acerca del retorno de los refugiados palestinos que fueron expulsados de sus tierras desde 1948 en adelante.

El Gobierno israelí está luchando en estos días legalmente contra el Movimiento por la Libertad de Información y el grupo Paz Ahora, dos organizaciones de Israel que le han demandado que haga público el informe sobre asentamientos judíos que realizó en 2006 Baruch Spiegel, entonces asesor del ministro de Defensa. Este informe muestra que Israel ha ocupado ilegalmente centenares de lugares y construido docenas de asentamientos más allá de la Línea Verde, o frontera imaginaria que divide a Israel de los Territorios Ocupados.

Pero el Gobierno no quiere que el informe se haga público coincidiendo con la visita de Bush. Se calcula que unos 260.000 israelíes viven en asentamientos autorizados por el Gobierno y otros 200.000 en otros situados en la parte Este de Jerusalén anexionada ilegalmente.

Pero todo lo que Israel esté dispuesto a dialogar y lo poco que quiera entregar queda supeditado a que cesen los ataques con misiles desde Gaza y a que haya seguridad total de la población israelí. Hace pocos días Hamás propuso una tregua a Israel pero el Gobierno de Olmert la desechó alegando que primero deben cesar los ataques de misiles contra ciudades fronterizas.

Las demandas palestinas

La visita a Ramallah, capital de la Autoridad Palestina, no será sencilla porque el presidente Mahmud Abbas le pedirá casi todo lo que los israelíes no quieren dar. Es posible que Bush y su equipo vayan a darle un mensaje imperativo: Abbas debe aceptar lo que Israel ofrece (poco territorio y fragmentado) porque no habrá otra oportunidad. La alternativa sería dejar a Cisjordania bajo control israelí y a Gaza aislada y en guerra contra Israel y contra Hamás. Para el presidente Abbas aceptar esas condiciones de Olmert serían un suicidio y no aceptarlas supondría quedar sin apoyo de Bush e Israel frente a Hamás.

Una conversación no oficial importante entre Bush y Olmert podría tratar sobre la liberación del líder palestino Marwan Barghuti, quien está condenado a cadena perpetua en una cárcel de Israel. Algunos ministros israelíes se han manifestado en los últimos días a favor de liberarlo a cambio de que Hamás hiciera lo propio con el soldado Gilad Shalit, capturado en 2006 por grupos armados que lo retienen posiblemente en Gaza. Barghuti es una de las pocas personalidades palestinas que podría suceder al presidente Abbas y tiene legitimidad para poder plantear negociaciones entre Fatah (que controla Cisjordania) y Hamás (que domina Gaza).

Aislar a Irán

En Egipto, el presidente Bush tratará de dar un mensaje al Gobierno e, indirectamente, a la Liga Árabe, en el sentido de que hay que aislar a Irán, porque aunque su programa nuclear no vaya tan rápido como él mismo y el vicepresidente Dick Cheney decían (la CIA les desmintió), el Gobierno de Teherán es un peligro a cercar y combatir.

Pero tanto El Cairo como el Consejo de Cooperación del Golfo están dando pasos de acercamiento a Irán, alejándose de la posición estadounidense. También Arabia Saudí está practicando una buena convivencia con el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad. Es posible, por lo tanto, que Bush reciba en El Cairo un mensaje de los países árabes: no debe atacar a Irán porque la desestabilización de la región sería imparable.

Respecto de la guerra de Irak, el presidente de EE UU necesita que los países árabes le apoyen tratando de frenar la división cada vez mayor entre las comunidades suníes y chiíes, una cuestión compleja porque la mayor parte de los gobiernos suníes conservadores de la región temen el papel de Irán y su influencia en Irak, pero no quieren mostrarse alineados con Washington

Con Kuwait, Bahrein y Arabia Saudí, además, discutirá el precio del petróleo (100 dólares el barril) y seguramente comentará la fuerte ofensiva china y rusa en África para contar con fuentes de petróleo alternativas. La semana pasada Gazpron, el monopolio estatal ruso de la energía, hizo a Nigeria una oferta difícil de rechazar para construir infraestructura, explotar y comprarle parte de la producción futura del gas que ahora exporta a una larga serie de países en el mundo. Quizá a Bush no le importe mucho esa competencia, ya que su futuro está asegurado, pero en el juego geopolítico global significa mucho y puede ser el principio del fin de la hegemonía de Oriente Próximo sobre el petróleo.

Según las informaciones diplomáticas, lo que el presidente Bush no planteará a ningún gobierno será la cuestión de la democracia. Después de varios años de afirmar que su política para Oriente Próximo estaba orientada a promover la democracia, el fracaso de Irak, los errores en Afganistán, el boicot, junto con la UE, a Hamás cuando ganó las elecciones palestinas, la permisividad con la represión de los Hermanos Musulmanes en los últimos comicios en Egipto y la apuesta por la, ahora dramáticamente dinamitada, fórmula Bhutto-Musharraf en Pakistán, le han quitado toda legitimidad.

Mariano Aguirre