El Conde de Barcelona

Desde 1941, Don Juan de Borbón, 28 años, fue el heredero de la Monarquía española. No es asunto menor que Don Juan optara por ser Conde de Barcelona. Alfonso XIII había muerto en el exilio, dejando a su hijo la difícil herencia. Eran los años de la Segunda Guerra mundial. Don Juan, exiliado como su padre, vio cómo la situación se complicaba con cada parte de guerra. Su amigo Carvajal Xifré no paró hasta que don Juan se trasladó a Suiza con su familia. Allí, en Lausanne, esperó. Carvajal le planteó la necesidad mediática de un nombre. Don Juan no dudó: si puedo elegir, quiero ser Conde de Barcelona. Después pasaron los años.

¿Cómo se explica que Franco, dictador temido, se haya borrado del imaginario español, salvo en los carteles de la extrema derecha, los sediciosos y los independentistas en Cataluña en días recientes? Don Juan tenía pocos medios pero buena cabeza. Por eso, no solo por razones de edad, sobrevivió a Franco. Contribuyó a lo que vendría 34 años después. Logró que Franco se desesperara con aquel Príncipe cuyo único mérito, a su juicio, consistía en ser hijo del último Rey.

Saltemos ahora a 1977: Franco había muerto en 1975. Adolfo Suárez convocaba las primeras elecciones generales con garantías. Don Juan procedía de la vieja dinastía capeta, nacida en 987. Aguantó 36 años y consiguió salvar la dignidad de la corona. Tras morir Franco, dijo algunas palabras, pocas: y abdicó sus derechos en vísperas de la constitución democrática de 1978.

Cita de José Ignacio Palacios Zuasti (ABC 08-11-2017) en relación a veinticinco años atrás: «El 18 de octubre, cuando todos esos fastos llegaban a su fin, y cinco meses antes de su muerte, Don Juan de Borbón nos decía: “Veo a España mal, un poco desgarrada y amenazada en su unidad”. Y tenía motivos para ello porque unos días antes se habían encendido, por ejemplo, algunas luces rojas: la Universidad de Barcelona eliminaba la asignatura de Historia de España de entre las obligatorias para los estudios de periodismo…».

¿Por qué hoy, al cabo de los años, aceptamos la desaparición de un dictador, con decenas de millares de fusilamientos a la espalda, y al mismo tiempo olvidamos a alguien que mantuvo la esperanza en la Monarquía, hoy protegida por la Constitución española de 1978?

Don Juan murió en 1993. ¿Qué pensaría en sus travesías atlánticas al oír el tac-tac del oleaje en la quilla del barco? Al cabo de los años, Don Juan optó por dar la batalla. En su primer manifiesto, con Hitler vivo en Berlín, se enfrentó al dictador. La dictadura quiere secuestrar la libertad del pueblo español: mi obligación es oponerme. Etcétera.

En 1946 Don Juan traslada su casa a Estoril, Portugal, más cerca de España. Su círculo era reducido pero suficiente: Eugenio Vegas, teórico de democracias supervivientes; José María Gil-Robles, ministro de la Segunda República; el diplomático Julio López Oliván… Los tres redactaron las Bases de Estoril, poco después de aterrizar Don Juan en Lisboa. Los redactores de las mismas serían Gil Robles, Vegas y Oliván. El inspirador de las Bases fue Don Juan.

Desde aquel día hasta la muerte de Franco, Don Juan defendería la utilidad de la Monarquía para España… El término utilidad cuenta mucho aquí: una Monarquía contraria a la dictadura; contraria al aislamiento; contraria a las decisiones impuestas por la voluntad del «caudillo». Don Juan tenía un punto claro, él era hijo y legítimo sucesor del Rey de España Y preservó la herencia recibida hasta que llegó la hora de transmitirla a Don Juan Carlos.

Don Juan había conseguido el apoyo de Portugal, ese país neutral, de los pocos que quedaban en Europa. Cambió su casa allí, a Estoril, junto a Lisboa. Y allí siguió trabajando en defensa de su causa. ¿Su causa? Más bien una de las causas de España. Desde 1946 –bases de Estoril– a 1975 –muerte de Franco– pasaron 29 años. Hoy hemos olvidado lo que esas tres décadas significaron. En ellas se mantuvo con fuerza el empeño de Don Juan contra Franco. Hubo pocos nombres pero valiosos: Pedro Sainz Rodriguez, Jesús Pabón, José María Areilza… pero estos no son todos los que cuentan. Cuenta más el de Don Juan, Conde de Barcelona. Es difícil explicar en una página lo que hubo en aquel largo espacio (en modo alguno una espera) y hemos llegado a pensar en una imagen española, la guerra de guerrillas. Franco sólidamente parapetado en El Pardo, Don Juan con poca cobertura en el cercano Estoril.

Habría que investigar estos 30 años y llamamos aquí, entre otros, a la Academia de la Historia. Encontraríamos quizá algunas sorpresas. La guerra civil empezaba el 17 de julio 1936 (no el 18). El Conde de Barcelona entra en escena en la Segunda Guerra Mundial, contra Franco, en 1941. Don Juan contó mucho hasta que, renunciando a lo que tenía, salvo a su palabra y a su hijo, logró que la Monarquía, primera pieza del estado, estuviera allí presente, vigilante. Era una institución antigua. Hubo grandes episodios: España en la ONU en 1951; España aliada de Estados Unidos en 1953; España en la OTAN en 1981; España en la Comunidad Europea en 1986.

Parece ser, no estamos seguros, que una sola vez Franco, cansado, dejara escapar una confesión sobre Don Juan Carlos: «No puedo fiarme de éste muchacho. No me he fiado de su padre ni de su abuelo. Pero el muchacho, además, es complicado». Después tocó el turno a Don Juan Carlos. Y a Don Felipe. El largo sacrificio de Don Juan se manifestó vivo en una democracia respetada en el mundo.

Darío Valcárcel, fundador de la revista Política Exterior.

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