El crecimiento mundial aún está “Hecho en China”

A pesar de tanta ansiedad y retorcer de manos a causa de una posible y alardeada desaceleración, China, desafiando tanto cacareo continúa siendo el mayor contribuyente al crecimiento del PIB mundial. Para una economía mundial que renguea y pierde velocidad – y probablemente es incapaz de resistir un shock significativo sin derrumbarse y entrar en una recesión renovada – la mencionada contribución de China es aún mucho más importante.

Unas cuantas cifras corroboran lo antedicho. Si el crecimiento del PIB chino alcanza al 6,7% en el año 2016 – cifra que está en línea con la meta oficial del gobierno chino y sólo ligeramente por encima del último pronóstico del Fondo Monetario Internacional (6,6%) – China podría dar cuenta de 1,2 puntos porcentuales del crecimiento del PIB mundial. Considerando que el FMI espera actualmente un crecimiento mundial de tan sólo el 3,1% este año, China contribuiría con casi el 39% de este crecimiento total.

Ese porcentaje empequeñece la contribución de otras economías importantes. Por ejemplo, si bien Estados Unidos es ampliamente elogiado por su sólida recuperación, se espera que su PIB que crezca un mero 2,2 por ciento en el año 2016 – lo suficiente para contribuir al crecimiento del PIB total mundial con tan sólo 0,3 puntos porcentuales o, dicho en otra forma, su contribución es aproximadamente una cuarta parte de la de China

Se espera que una economía europea esclerótica añada apenas 0,2 puntos porcentuales al crecimiento mundial y que Japón no llegue ni siquiera a un bajísimo 0,1 puntos porcentuales. La contribución de China al crecimiento mundial, en los hechos, supera en un 50%, los 0,8 puntos porcentuales de la probable contribución combinada de todas las supuestas economías avanzadas.

Es más, ninguna economía en desarrollo se acerca a la contribución de China al crecimiento mundial. Se espera que el PIB de la India crezca en un 7,4% este año, es decir a una velocidad superior en 0,8 puntos porcentuales a la de China. Pero la economía china da cuenta del 18% de la producción mundial (cuando se mide dicha producción sobre la base de la paridad del poder adquisitivo) – es decir, por más que el doble de la participación de la India que es del 7.6%. Eso significa que es probable que la contribución de la India al crecimiento del PIB mundial este año soló alcance a 0,6 puntos porcentuales – en otras palabras, sólo a la mitad del impulso de 1,2 puntos porcentuales que se espera de China.

En términos más generales, se espera que China dé cuenta de un 73% del crecimiento total de la agrupación llamada BRICS de grandes economías en desarrollo. Las ganancias en la India (7,4%) y Sudáfrica (0,1%) se compensan con las recesiones en curso en Rusia (-1,2%) y Brasil (-3,3%). Excluyendo a China, se espera que el crecimiento del PIB de BRICS llegue a un anémico 3,2% en el año 2016.

Por lo tanto, no importa cómo y con qué detalle se analice, China sigue siendo el principal motor de crecimiento del mundo. Sí, es verdad que la economía china se ha desacelerado significativamente desde el nivel promedio de crecimiento anual del 10% registrado durante el período 1980-2011. Pero, incluso después de la transición desde la “normalidad del pasado” a lo que el gobierno chino ha denominado como “la nueva normalidad”, el crecimiento económico mundial sigue dependiendo, en gran medida, de China.

Hay tres implicaciones clave en una dinámica de crecimiento mundial centrada persistentemente en China.

La primera y más obvia, una sostenida desaceleración del crecimiento chino tendría un impacto mucho mayor sobre una economía mundial que por lo demás es débil, en comparación al impacto que tendría en el caso de que el mundo estuviese creciendo en algo más cercano a su tendencia a más largo plazo del 3,6%. Excluyendo a China, el crecimiento del PIB mundial sería de alrededor del 1,9% el año 2016 – muy por debajo del umbral del 2,5% comúnmente asociado con recesiones mundiales.

La segunda implicación, relacionada con la primera, es que el temido “aterrizaje forzoso” de la economía de China tendría un impacto mundial devastador. Cada caída en un punto porcentual en el crecimiento del PIB chino noquea, directamente, cerca de 0,2 puntos porcentuales del PIB mundial; si se incluyen los efectos indirectos de comercio exterior, el impacto total sobre el crecimiento mundial se ubicaría en alrededor de 0,3 puntos porcentuales.

Si se define un aterrizaje forzoso chino como una reducción a la mitad de la actual tasa de crecimiento de 6.7%, los efectos directos e indirectos combinados de tal situación, consiguientemente noquearían aproximadamente un punto porcentual del crecimiento mundial. Frente a tal escenario, no habría manera para que el mundo evitase otra recesión plena.

Por último (y lo más probable, en mi opinión), un reequilibrio exitoso de la economía china conlleva impactos a nivel mundial. El mundo se va a beneficiar en gran medida si los componentes del PIB de China continúan desplazándose desde las exportaciones e inversiones lideradas por la industria manufacturera hacia los servicios y el consumo de los hogares.

Bajo estas circunstancias, la demanda interna china tiene el potencial para convertirse en una fuente cada vez más importante de crecimiento impulsado por las exportaciones para los principales socios comerciales de China – siempre y cuando, por supuesto, que a estos países se les otorgue acceso libre y abierto a los mercados chinos en rápida expansión. Un escenario exitoso de reequilibrio chino tiene el potencial para reactivar con gran impulso la demanda mundial ofreciendo una fuente nueva e importante de demanda agregada – un antídoto poderoso en un mundo que de otro modo está muy lento. Esa posibilidad no debe ser ignorada, a medida que las presiones vinculadas a las políticas se conviertan en una carga pesada para el debate sobre comercio a nivel mundial.

Tomando todo lo antedicho en consideración, y a pesar de que toda la atención se encuentra centrada en EE.UU., Europa o Japón, es China el país que en la debilitada economía mundial de hoy en día sigue manteniendo la carta del triunfo en sus manos. Si bien un aterrizaje forzoso de China sería desastroso, un reequilibrio exitoso sería una bendición sin condiciones. Esta bendición podría hacer que la prognosis de China sea el factor decisivo para las perspectivas económicas del mundo.

Si bien los indicadores mensuales más recientes muestran una estabilización de la economía de China en un nivel que ronda la tasa de crecimiento del 6.7% en el primer semestre del año 2016, no puede haber ninguna duda sobre los vientos en contra que asoman en la segunda mitad del año. En particular, la posibilidad de que una caída aún mayor de la inversión del sector privado en activos fijos podría exacerbar las presiones actuales que se asocian al desapalancamiento, a la persistentemente débil demanda externa y a un vacilante ciclo de propiedad.

Sin embargo, y a diferencia de las principales economías del mundo avanzado, donde el espacio para la aplicación de políticas está severamente restringido, las autoridades chinas tienen un amplio margen para realizar movimientos acomodaticios que podrían apuntalar la actividad económica. Y, a diferencia de las principales economías del mundo desarrollado, que se esfuerzan constantemente por encontrar una solución de compromiso entre las presiones cíclicas a corto plazo y las reformas estructurales a más largo plazo, China es perfectamente capaz de atender simultáneamente estos dos tipos de desafíos de manera simultánea.

En la medida en que los líderes de China sean capaces de mantener tal enfoque multidimensional en cuanto a sus reformas y políticas, una economía mundial débil, y aún vulnerable, sólo puede beneficiarse. El mundo necesita hoy más que nunca una China exitosa.

Stephen S. Roach, former Chairman of Morgan Stanley Asia and the firm's chief economist, is a senior fellow at Yale University's Jackson Institute of Global Affairs and a senior lecturer at Yale's School of Management. He is the author of Unbalanced: The Codependency of America and China. Traducción del inglés de Rocío L. Barrientos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *