El cuento de la negociación con ETA

En los últimos tiempos se está queriendo vender el cuento de que la negociación política con ETA es lo que ha conseguido que la banda tenga que anunciar que deja de matar.

Los dirigentes socialistas, con sus contradicciones y desmentidos correspondientes, llevan tiempo queriendo hacer ver que lo que se hizo entre el Gobierno y el partido de Rodríguez Zapatero con los representantes de ETA en Loyola ha servido para que éstos se den cuenta de que tienen que dejar el asesinato. Pero es en las últimas fechas cuando estamos viendo un nuevo episodio de su libro. Se trata de la publicación en la cual se cuentan sin ambages las interioridades de la negociación política con la banda terrorista.

Cada uno está en su derecho de querer vender su libro, más aún cuando el verdadero libro no es otro que el de querer contar que la paz es gracias a la implicación del PSOE en una negociación política con ETA. Pero creo que la imperiosa necesidad de vivir en libertad en el País Vasco y en el conjunto de España requiere del prestigio de otros valores muy distintos a los exhibidos en el autodenominado proceso de paz y ahora publicitados por todo lo alto.

Es cierto que lo que ahora está saliendo es la certificación de lo que ya se sabía que hicieron los autores de Loyola, como también es verdad que no hay con ETA ya mucho manejo que no se acabe sabiendo antes que después. Tampoco es nuevo que quienes han dirigido el Gobierno de España se dediquen a rebatirse entre ellos sobre lo que hicieron o dejaron de hacer con la banda, y que entre ellos mismos desvelen sus propias falsedades.

Por todo ello nos podríamos preguntar por qué ahora, tras unas elecciones en las que el zapaterismo ha perdido el poder y el Partido Socialista de Euskadi se ha dejado la mitad de los votos que tenía en 2008, vuelven a la carga con la supuesta bondad de una negociación, sabido que además deja en evidencia afirmaciones de algunos miembros del Ejecutivo socialista. Y la respuesta tiene que ver también con las propias elecciones.

La clave es que algunos pensaron que el anuncio del cese de la actividad terrorista daría réditos electorales y la cosa no ha sido así. Hay quien desde las filas de la formación de izquierdas creyó erróneamente que la situación de ETA, más aún si se producía en campaña o precampaña, les facilitaría más votos, especialmente en el País Vasco. La verdad es que yo nunca creí que ETA, a estas alturas, pudiera decidir el presidente del Gobierno del 20-N, porque la banda ya no era vista como una amenaza cierta para la ciudadanía. Ya no puntuaba tanto el fin de ETA porque la actuación antiterrorista había demostrado que eran batibles, y España tiene hoy en día otros acuciantes problemas. Aun así, ellos y algunos otros sectores pensaron que lo de ETA le podía salvar las elecciones a Rubalcaba.

Los que más apostaron por el trato con ETA creen ahora que no han rentabilizado el anuncio de la banda porque han sido timoratos y no han hecho el esfuerzo suficiente por desvelar los riesgos asumidos por la paz. Por eso hoy se tiran más a la piscina, y se vuelven a equivocar en la táctica y en los principios. En el fondo, porque con la legitimación de los tratos con ETA se justifican los fines totalitarios que dificultan la convivencia; y en la forma, porque defender el camino que siempre ha querido Batasuna se traduce en trasvase de votos a favor de sus marcas electorales venidos de quienes prestigian ese proceso.

Prestigiar la negociación con ETA es contraproducente para que el Estado de Derecho pueda ganar al totalitarismo. Ensalzar ese tipo de tratos dificulta la libertad porque se pone en pie de igualdad a una banda terrorista con un Gobierno democrático, y porque se legitiman las reclamaciones políticas que han sustentado los crímenes a lo largo de cinco décadas. Y todo ello lo que conlleva es que se fortalezcan los que han respaldado los medios y fines de la barbarie, como está pasando en sectores de la sociedad vasca.

Esa estrategia de poner en valor Loyola da votos a Batasuna porque es decir que algo de razón tenían pidiendo hablar de la autodeterminación o de la territorialidad con un Gobierno de España. Esa táctica de ensalzar la negociación con ETA y buscarle utilidad fortalece el sentido histórico que han querido dar al dolor que han generado los que nunca deberían haber tenido justificación para infligir tanto dolor y empobrecimiento. Así que incluso alguno de los que votaron a Zapatero en plena efervescencia de la negociación ahora hayan votado a los otros miembros de la mesa.

Y además, esa tesis que sostiene el libro según el cual Loyola es lo que ha traído el fin de los atentados es un cuento. No es verdad que eso lo haya conseguido la negociación, porque en 2004, cuando empezaron los contactos previos que derivaron en lo conocido, ETA ya estaba moribunda. La actuación policial, la determinación legal como la de la Ley de Partidos o la cooperación internacional ya habían dejado a la banda contra las cuerdas y a su brazo político desprestigiado.

Ahora, tras mucho poner en valor una negociación política, es verdad que ETA ha dicho que baja la persiana, pero se ha engordado a quienes siempre han defendido esos fines. Se podía haber conseguido, y se estaba consiguiendo hace menos de una década, que la banda tenga que bajar la persiana sin aumentar los clientes y socios del establecimiento totalitario. Se podía conseguir el fin de los atentados sin generar un problema a la convivencia y a la libertad, sin reforzar a quienes no garantizan respetar las normas básicas.

Pero nuestro libro, el del Partido Popular, sí está claro. La siguiente página que hay que escribir es la del desarme incondicional, la de que a la bajada de la persiana le siga el cese del negocio, un capítulo en el que se cambien las cimientos de esa actividad por los de la convivencia de la Constitución y del Estatuto de Gernika. Así lo vamos a hacer, y aunque cada uno tenga derecho a escribir su libro, en el nuestro los capítulos van a ser para prestigiar la paz con libertad. Las referencias son el fortalecimiento de la democracia y las páginas finales son la victoria del Estado de Derecho.

Y ahora tenemos una gran ventaja para que el libro del fin de ETA no sea un cuento sobre la negociación y sí un relato que nos vacune contra el fanatismo identitario. Tenemos la ventaja de que tras el 20-N podemos colaborar en la escritura de un relato que prestigie la paz con libertad en el País Vasco, y en conjunto de España, desde el Gobierno de la Nación.

Por Antonio Basagoiti, presidente del PP vasco.

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