El debate sobre el futuro de las ciudades

Este 17 de octubre se ha iniciado Habitat III en Quito bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Podría ser un evento internacional más, de los muchos que constantemente pueblan las agendas sobre los más variados temas. Pero, sin duda, en este caso se trata de un congreso especial. Los dos elementos que lo convierten en inusual son, por una parte, que se celebra cada 20 años; y por otra, que pretende marcar la agenda urbana en las próximas dos décadas. La primera reunión de este tipo se celebró en Vancouver en 1976, cuando las ciudades acumulaban el 38% de la población mundial. Pasados 20años, la segunda cumbre fue en Estambul, en 1996.

En estos momentos estamos ya hablando de que un 55% de los habitantes del mundo viven en entornos urbanos, y se espera que en pocos años sean las dos terceras partes los que habiten en ciudades. No es, pues, extraño que los problemas del hábitat urbano hayan congregado en Quito a más de 40.000 participantes de todas las partes del mundo. La semana anterior, en Bogotá se celebró la asamblea de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), que escogió a Parks Tau de Johanesburg y a Ada Colau como nuevos copresidentes. De esta manera, la alcaldesa de Barcelona vuelve a posiciones de liderazgo internacional de la red de ciudades, siguiendo el fuerte impulso que en su momento otorgó a la presencia internacional de Barcelona el entonces alcalde Pasqual Maragall.

En esta sesión, como en las anteriores, se aprobará la Declaración final sobre ciudades y asentamientos urbanos, que de alguna manera se entiende como la nueva agenda urbana. Se trata de una declaración de los estados miembros de la ONU y no de las ciudades propiamente, aunque, como es lógico, en su elaboración han intervenido representantes de ciudades, organizaciones sociales y demás actores, pero siempre bajo la supervisión final de las Naciones Unidas. El borrador disponible ahora de la declaración refleja las ambigüedades y la retórica de este tipo de documentos, sometidos a infinitas correcciones, vetos y cautelas por parte de cada actor, dependiendo del tema de que se trate. No se habla de democracia, porque molesta a algunos países, pero sí de participación y de gobernanza. No se habla de los colectivos LGTBI, ya que molesta a otros, pero sí de diversidad y de familia. Y así en muchos otros temas.

Destaca que por primera vez se menciona el “derecho a la ciudad”, expresión acuñada por Henri Lefèbvre en un lejano 1968. Expresión que en nuestros días David Harvey y la Coalición Internacional por el Derecho a la Ciudad han venido impulsando como lema que pretende profundizar los derechos sociales, la equidad y la justicia social, junto con la sostenibilidad y el acceso a la vivienda, desde una lógica de democracia plena en las ciudades de todo el mundo. Por genérico que ello parezca, la resistencia mostrada por diversos países en relación a su admisión muestra el potencial de este tipo de declaraciones como argumento para impulsar cambios que no son para nada evidentes en momentos como los actuales.

Si esta incorporación es positiva, sorprende en cambio la admisión sin matices críticos de la estrategia de smart city entendida como oportunidad, sin preocupación por la captura que grandes corporaciones pretenden hacer del concepto refugiándose en la neutralidad positiva del cambio tecnológico. Y ello es asimismo evidente en las menciones que de manera aparentemente ingenua se hacen en esa misma declaración sobre la generación de datos (big data) y el manejo de los mismos. Es evidente que por mucho que las ciudades pretendan impulsar políticas de mejora de sus habitantes, los grandes operadores internacionales, muy presentes en los fondos de inversión inmobiliaria que operan globalmente comprando suelo y complejos habitacionales como base de su gestión financiera (veáse el último libro de Saskia Sassen, Expulsiones, al respecto), o las grandes corporaciones tecnológicas, acabarán condicionando sobremanera las estrategias y la cotidianidad de las ciudades.

No podemos ignorar o minusvalorar la significación de una declaración como la que saldrá del Habitat III de Quito. Este tipo de eventos muestran la evolución del tema a lo largo de los años y permiten establecer palancas para procesos concretos. Pero sin la acción de los gobiernos locales y de los movimientos sociales a escala internacional para recuperar y generar espacios de soberanía, las ciudades seguirán siendo lugares que concentran problemas y que no cuentan con los recursos y capacidades necesarias para realmente abordarlos.

Joan Subirats, Catedrático de Ciencia Política (Universitat Autònoma de Barcelona).

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