El debate sobre las ONG

En los últimos meses los medios de comunicación nos han informado de diversas irregularidades protagonizadas por varias organizaciones no gubernamentales españolas, lo que ha suscitado cierta preocupación sobre este tipo de entidades. En estas situaciones, suelen escucharse argumentos que, resumiendo mucho, oscilan entre aquéllos que sostienen que todas las ONG son organizaciones enfermas por naturaleza, interesadas y poco transparentes; y aquellos otros que en cambio defienden que el propio espacio solidario en el que trabajan estas organizaciones las aleja de cualquier crítica, y que este tipo de anomalías constituyen hechos aislados y puntuales que nada tienen que ver con el sector. En mi opinión, ambas posiciones son tan inexactas como poco adecuadas para comprender las causas de esta cascada de problemas que se suceden en las ONG de nuestro país, que tienen mucho mayor calado de lo que parece.

Una primera dificultad surge a la hora de delimitar el tipo de organizaciones a las que nos referimos cuando hablamos de ONG, dado que no existe una definición unívoca e incuestionable. Nadie conoce el número exacto de ONG que hay en España, pues este concepto se está utilizando para designar un abanico de organizaciones muy diferentes en cuanto a sus principios, objetivos y orígenes. No es casual que hayan sido las principales instituciones multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE, las Naciones Unidas o la Organización Mundial de Comercio las que han desplegado el mayor esfuerzo conceptual por definir una ONG, mientras que las organizaciones afectadas no han concretado su espacio operacional de trabajo ni el mínimo común denominador que deben tener para recibir ese nombre.

Las ONG deben entenderse como un fenómeno de la sociedad global y un exponente más de las profundas transformaciones que se están produciendo en los Estados, en la gobernanza y en el conjunto de la sociedad. Las particularidades del modelo español de ONG han generado unos perfiles específicos y singulares, que se complican de forma extraordinaria al haberse amparado bajo esta denominación toda clase de organizaciones con el fin de captar simpatías, apoyos y recursos. De esta manera, estos 'iconos de la solidaridad' por excelencia están propiciando algunas de las disfunciones que presenta el sector, y que alimentan buena parte de sus irregularidades. Entre las características específicas del modelo de ONG español podrían citarse las siguientes: la juventud del fenómeno, su extraordinaria fragmentación y atomización, la alta dependencia institucional, una elevada fragilidad organizativa, la enorme dependencia económica del Estado y el haber optado por disponer de un espacio mediático muy alto frente a otros niveles de participación y vinculación social.

La profusión de ONG dedicadas a los mismos fines que compiten por obtener los recursos públicos existentes para el sector ha facilitado una progresiva fragmentación en el mismo, al haber troceado cada vez más sus servicios, diversificándose en un amplio mercado de captación de fondos. Con ello, las ONG han optado por captar cada vez más recursos económicos y por aumentar el impacto mediático de sus actuaciones, en lugar de ampliar su base social y ofrecer cauces nuevos de participación e intervención efectiva, logrando a cambio una enorme debilidad organizativa. Al haber convertido muchas ONG la captación de recursos en la esencia de su actividad, han prescindido de otras formas de intervención social e institucional no monetarizadas, lo que ha provocado en ellas una elevada dependencia económica del Estado. Además, salvo muy contadas excepciones, generan muy pocos fondos propios (principalmente a través de cuotas de asociados). De esta forma, el modelo español de ONG avanza hacia una subordinación económica de los presupuestos públicos, en cualquiera de sus administraciones e instituciones, salvo en el caso del apadrinamiento, que tiene más de márketing financiero que de solidaridad.

Se hace imprescindible, por tanto, llevar a cabo una profunda revisión en el sector para impedir su degradación, así como establecer parámetros comunes y homologables de funcionamiento que sean de obligado cumplimiento, con el fin de evitar actuaciones espurias y poco éticas como las acaecidas en los últimos años. Para ello las ONG deben actuar de acuerdo con una ética universal, en coherencia con la responsabilidad y las convicciones que supuestamente persiguen. Tengamos en cuenta que si las ONG necesitan de códigos éticos es porque han surgido entidades que no defienden los principios éticos universales y que, por tanto, no pueden considerarse como tales. Son las mismas ONG las que más interés deben tener en distinguirse de todas las entidades que han adoptado esta fórmula organizativa para aprovecharse de la simpatía social y del apoyo económico que han cosechado. Debe plantearse abiertamente la conveniencia o no de que el sector se regule, así como la posibilidad de que este proceso lo lleven a cabo las propias ONG, en función de su capacidad para hacerlo. Parece necesario crear espacios de verificación y control de las ONG por medio de organismos formados por ellas mismas pero no relacionados con su funcionamiento o financiación, dotados de competencia y autoridad para intervenir ante irregularidades manifiestas. Al mismo tiempo, es conveniente delimitar los elementos básicos exigibles a las ONG y las medidas que deben aplicarse para su respeto en caso de incumplimiento. Pero son las ONG las que tienen que recorrer este camino, identificando y estructurando ese mínimo común denominador que comparten, junto con los mecanismos efectivos para su defensa.

No se puede negar que las ONG nacionales y transnacionales están desempeñando un papel crucial en las transformaciones sociales y económicas de los Estados, dado que han motivado cambios políticos de gran calado. Las intervenciones cada vez más indiscriminadas que numerosas ONG llevan a cabo ante sociedades, acontecimientos y grupos humanos demuestran hasta qué punto es cada vez más necesaria una regulación de sus espacios operacionales y de la propia semántica ideológica que aplican. Resulta imprescindible romper la dinámica perversa en la que intervienen activamente, consistente en despolitizar la esfera privada (anulando con ello su potencial de contestación) y privatizar la esfera pública (para transferir el potencial de los Estados -y con ello de toda la sociedad- al capital privado). Por ello, el rearme ideológico de las ONG es una condición necesaria para articular respuestas efectivas a la globalización y sus efectos, que les permitirá al mismo tiempo dotarse de una legitimidad social cada vez más en entredicho. Es evidente además que las ONG deben alterar sus prioridades, pasando del paradigma de la competición estatal a la construcción de un nuevo orden global, entendiendo que no puede haber ONG sanas en sociedades enfermas, en tanto que forman parte de las mismas sociedades.

Éstas son algunas de las cuestiones sobre las que deben reflexionar las ONG en España, un debate necesario para impedir que unas cuantas organizaciones oportunistas se apropien de la trayectoria y el apoyo que infinidad de organizaciones han obtenido gracias a su esfuerzo.

Carlos Gómez Gil, profesor de la Univaresidad de Alicante e investigador de Bakeaz.