El desarrollo comienza en casa

Recientemente, se celebró en Dakar, Senegal, el octavo Foro Trienal de Cooperación entre China y África (FOCAC). En versiones pasadas, China había anunciado grandes paquetes de financiación para el desarrollo, pero este año el Presidente chino Xi Jinping lo abrió prometiendo otros mil millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 y más inversión de capital en el sector privado para África. Esta es apenas una señal de lo mucho que ha cambiado el panorama del desarrollo con la pandemia.

La crisis de la COVID-19 ha obligado a las autoridades y profesionales del desarrollo de todo el mundo a reagrupar y reevaluar sus enfoques. La constante aparición de nuevas variantes, junto con las consecuencias cada vez más evidentes del cambio climático, nos recuerdan lo poco que controlamos la naturaleza. Además, las restricciones a los viajes y las disrupciones del comercio han resaltado los riesgos que conlleva la interdependencia global.

Eso nos lleva a la principal lección crítica de la pandemia: el desarrollo comienza en casa. En lugar de depender de flujos transfronterizos, los países deben reconocer y aumentar su propia riqueza, es decir, los activos y recursos que se encuentran dentro de sus fronteras.

En el pasado, ni los economistas ni las autoridades prestaron a la riqueza la atención que se merece. Para comenzar, como varias voces del Sur Global han lamentado cada vez más, la evaluación de la sostenibilidad de la deuda –como el Marco de Análisis de la Sostenibilidad de la Deuda realizado de manera conjunta por el Banco Mundial y el Fondo Monetaria Internacional- ha tendido a enfocarse estrechamente en los pasivos, sin tomar en cuenta de manera adecuada el lado de los activos de la hoja de balance del sector público. En el lado positivo del libro contable, los flujos, como el PIB, han atraído mucha más atención que las existencias de activos y el capital neto.

Esto refleja el predominio del pensamiento cortoplacista. Si bien el PIB indica cuánto ingreso o producto monetario genera un país en un año, la riqueza también cubre el valor de los recursos nacionales subyacentes, incluidos el capital humano, natural y producido que forma la base de sus ventajas comparativas. Como tal, el recuento de la riqueza provee una visión esencial de las perspectivas de un país de mantener y acrecentar su ingreso en el largo plazo.

Y, sin embargo, actualmente sigue faltando información sobre el valor y capital neto de los recursos del sector público. El informe Changing Wealth of Nations 2021 (La cambiante riqueza de las naciones 2021) del Banco Mundial significa un avance para cerrar esta brecha de conocimientos, convirtiéndolo en un recurso invaluable para las autoridades de hoy en día.

Claramente, las disrupciones de las cadenas de insumos han afectado gravemente al mundo. Pero una segunda lección de la pandemia es que varios países de ingresos bajos y medio-bajos siguen sufriendo deficiencias más fundamentales, como falta de personal y recursos sanitarios, desde camas de hospital a ventiladores. Para algunos, es la incapacidad de proveer agua potable, electricidad e higienización lo que está ahogando sus economías.

Tras 70 años de ayuda y cooperación para el desarrollo, ¿cómo es posible que muchos países sigan entrampados en ingresos bajos o medio-bajos sin la capacidad suficiente para satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos? Se puede responsabilizar de esto a fallos tanto del mercado como del gobierno, originados no en menor medida en la prolongada ortodoxia neoliberal.

Un problema central es que toda esa ayuda no logró abordar adecuadamente los cuellos de botella de infraestructura, lo que explica en parte por qué los países africanos a menudo han recibido la inversión china con los brazos abiertos.

Como observara el Ministro chino de Asuntos Exteriores Wang Li en su discurso en el FOCAC 2020, China financió, construyó y completó miles de proyectos de infraestructura física y social en África en las primeras dos décadas de este siglo. Entre ellos se incluyen más de 6 000 kilómetros de vías de ferrocarril y caminos por alrededor de la misma distancia. Además, ha construido cerca de 20 puertos, más de 80 plantas de energía a gran escala, más de 130 centros médicos, 45 estadios y 170 escuelas.

Esto ha contribuido mucho a cimentar la transformación estructural del continente africano. Según nuestro estudio, entre un 75% y un 78% de los proyectos financiados por China completados en 54 países africanos entre 2000 y 2014 abordaron uno de cinco cuellos de botella claves. En otras palabras, siete de cada diez proyectos completados satisfizo las necesidades básicas de los habitantes del continente. Es más, en 18 países africanos el sector manufacturero ha ido en alza desde 2011.

Pero todavía hay un amplio margen de mejora. Cerca de un 22% de los proyectos completados de infraestructura física y un 26% de los de infraestructura social sufrieron de problemas de focalización, lo que significa que no estaban genuinamente orientados a satisfacer demandas existentes, lo cual puede llevar a la construcción de “elefantes blancos”. Más aún, estudios del Centro de Políticas Globales de la Universidad de Boston han revelado inquietudes sobre los efectos sociales y medioambientales de estos proyectos. Se necesitan estudios específicos por país.

La buena noticia es que China se ha comprometido a dejar de financiar plantas energéticas alimentadas con carbón e invertir más en renovables. Según datos de ayuda china actualizados, más del 60% de los proyectos chinos de inversión se destinan a proyectos verdes. La mala noticia es que dos grandes bancos de financiación de proyectos de China han reducido drásticamente sus préstamos al exterior desde 2017, y todavía hay un amplio margen para mejorar la focalización.

El FOCAC es un buen sitio para comenzar a abordar estos problemas y, en términos más amplios, rediseñar la cooperación entre China y África para que refleje las lecciones de la pandemia. Esto significa, antes que todo, asegurarnos de que la ayuda o la cooperación para el desarrollo esté impulsada por la demanda y dé respuestas a las necesidades específicas de cada país.

Parte integral de las posibilidades de éxito podría ser un enfoque orientado al mercado –que combine comercio, ayuda e inversión-, ya que ayudaría a alinear en igualdad de condiciones los incentivos entre los actores. De manera crucial, todos los proyectos financiados por China deben cumplir estándares ambientales, sociales y de gobernanza. Se debería dar especial prioridad a los proyectos de infraestructura social que fomenten la sanidad, la educación y la gobernanza.

En un sentido más general, China debe fomentar la estandarización y la transparencia de sus proyectos de ayuda y cooperación extranjera. En último término, esto requiere la promulgación de leyes de ayuda extranjera integrales, centradas en asegurar la transparencia y la rendición de cuentas.

También es esencial involucrar a más actores, incluidos el sector privado y los bancos multilaterales de desarrollo, con vistas hacia una financiación conjunta. Dada la naturaleza de largo plazo de los proyectos que se necesitan, todos los participantes deberían adoptar el concepto de “capital paciente”.

La agenda pospandemia es clara: los países deben aprovechar sus atributos específicos para desarrollarse y enfrentar sus cuellos de botella de infraestructura. Con un enfoque correcto en sus políticas y su financiación, pueden movilizar los recursos necesarios para seguir un camino claro hacia el desarrollo sostenible.

Justin Yifu Lin, a former chief economist at the World Bank, is Dean of the Institute of New Structural Economics and Dean of the Institute of South-South Cooperation and Development. Yan Wang, a former senior economist at the World Bank, is a senior researcher at the Boston University Global Development Policy Center.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *