El desarrollo mediante la conexión en redes

Las amenazas que el mundo afronta en el siglo XXI son de naturaleza sistémica y mundial. No habrá respuestas fáciles a ninguna de ellas, pero una cosa está clara: necesitamos soluciones transformadoras y aplicables en gran escala. Las medidas graduales sólo servirán para distraer nuestra atención de la envergadura de las dificultades que afrontamos.

Uno de los mejores ejemplos de escala es la industria de las telecomunicaciones portátiles. Ahora hay 6.400 millones de subscripciones de teléfonos portátiles y se espera que de aquí a 2017 o 2018 su número aumente hasta 9.300 millones. Ericsson calcula que en 2018 el 85 por ciento de la población mundial tendrá acceso a la banda ancha en telefonía portátil mediante redes de 3G y que el 50 por ciento tendrá 4G. En ese marco, la ubicuidad casi total de las redes de telefonía portátil ha creado un nuevo paradigma para el desarrollo sostenible, con lo que los avances tecnológicos están en la vanguardia de la adopción de políticas.

La tecnología está permitiéndonos compartir e intercambiar conocimientos y colaborar de formas totalmente nuevas, creando un cambio dinámico de mentalidad. Está surgiendo una nueva sociedad, la que llamamos “sociedad conectada en redes” y en ella tenemos la obligación de velar por el aprovechamiento de las tecnologías de telefonía portátil y de banda ancha no sólo para la colaboración y la diversión, sino también para el desarrollo sostenible.

La conectividad es un medio fundamental para facilitar el crecimiento económico y una mejor calidad de vida y hay razones empresariales poderosas para invertir en la banda ancha a fin de optimar la prestación de servicios esenciales en la educación, la atención de salud y la seguridad y reformar los paisajes urbanos mediante redes eléctricas inteligentes y un transporte más eficiente.

En 2000, cuando las Naciones Unidas establecieron sus objetivos de desarrollo del Milenio, la banda ancha estaba en su infancia y no se habían imaginado siquiera la mayoría de sus beneficios. Actualmente, cuando los dirigentes mundiales están examinando el programa de desarrollo para después de 2015, no podemos dejar de subrayar la importancia de la banda ancha, que debe ser una parte fundamental de la infraestructura necesaria para lograr objetivos futuros.

Los beneficios económicos de la banda ancha son inmensos. Un aumento del diez por ciento de su penetración puede añadir todo un punto porcentual al crecimiento sostenible del PIB y con la duplicación de su velocidad éste aumenta en un 0,3 por ciento por término medio. Además, el comercio mediante telefonía portátil, que, según se espera, alcanzará los 800.000 millones de dólares de aquí a 2016, tiene un potencial enorme para luchar contra la exclusión social y financiera.

Asimismo, la informática en la nube está empezando ya a revolucionar la forma de transmitir los contenidos y de dar a los profesores y los estudiantes acceso a ellos. Un ejemplo de ello es la solución brindada por la nube informática a las escuelas y aplicada por Ericsson en el programa Conectarse para aprender. Con dicho programa, empeño de colaboración entre Ericsson, el Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia y la organización Millennium Promise que aborda los problemas de acceso y la calidad de la enseñanza, se han formulado estrategias para integrar el desarrollo profesional de los profesores con los instrumentos y los procedimientos en las aulas del siglo XXI.

En cuanto a la atención de salud, se podría prestar la mitad de ella a distancia y más eficientemente. La prueba se puede ver en el proyecto Aldeas del Milenio, donde las comunicaciones por telefonía portátil han tenido repercusiones importantes en la atención de salud: reacciones más rápidas ante las emergencias, reducción del aislamiento y mejor capacitación y equipo para los trabajadores de la atención de salud.

Recientemente se ha lanzado, a partir de ese éxito, la campaña Un millón de trabajadores comunitarios de la salud para ampliar los programas de trabajadores de la salud en el África subsahariana de aquí al fin de 2015. Con la utilización de la más reciente tecnología de las comunicaciones y los materiales para pruebas de diagnóstico, los trabajadores de la salud podrán conectar a los pobres de las zonas rurales con el sistema más amplio de médicos, enfermeras, hospitales y dispensarios.

Esas transformaciones son el resultado de la escala y la innovación a un tiempo, pero se han puesto en marcha sin medidas estatales concentradas. Si los 110 países que tienen planes nacionales de banda ancha (y los que no los tienen) examinaran esos ejemplos concretos detenidamente, sería mucho más probable que lográramos las transformaciones positivas que todos deseamos.

Esa concienciación de las autoridades sería decisiva no sólo para lograr mejoras socioeconómicas, sino también para crear una economía menos dependiente del carbono, lo que requerirá la substitución de las infraestructuras físicas del siglo pasado por las infraestructuras del siglo XXI, conectadas y basadas en la información. Necesitamos un nuevo paradigma que nos permita desacoplar el PIB de las emisiones de CO2, con lo que se garantizaría una mayor reducción de la pobreza sin causar mayores daños medioambientales.

El potencial para ello existe, pero con demasiada frecuencia los gobiernos hablan sólo con los gobiernos y los industriales sólo con los industriales. Las asociaciones público-privadas son esenciales para resolver esas dificultades compartidas. Los organismos encargados del desarrollo, las ONG y el sector privado deberían colaborar más eficazmente para crear soluciones sostenibles y en gran escala.

Dos foros están dando grandes pasos. Uno es la Comisión sobre la banda ancha, que aboga por ésta como infraestructura decisiva del siglo XXI. El otro es la Red de soluciones para el desarrollo sostenible de las Naciones Unidas, encaminada a aprovechar la riqueza de recursos del sector privado –la capacidad innovadora, la investigación y la innovación, los conocimientos especializados en materia de gestión y  la experiencia práctica– para hacer realidad las propuestas de políticas.

Industrias que tradicionalmente han funcionado de forma independiente –desde la energía hasta los servicios públicos, pasando por el transporte– ya están avanzando rápidamente hacia la colaboración entre sectores diversos, con lo que se modifica radicalmente el ambiente empresarial y se crean oportunidades para que prosperen los modelos de negocios que utilizan poco carbono.

Con medidas público-privadas conjuntas y gobiernos proactivos como los de Suecia, Australia y la India, por citar sólo algunos, la sociedad conectada en redes producirá soluciones transformadoras que saquen a miles de millones de personas de la pobreza y nos ayuden a mantener nuestro planeta. Tal vez no podamos imaginar lo que nos reserva el futuro, pero sabemos que la sociedad conectada en redes hará realidad sus posibilidades.

Hans Vestberg is CEO of Ericsson. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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