El despilfarro de la Alianza de Civilizaciones

Reducción de los sueldos de maestros y médicos, recorte de pensiones, farmacéuticos sin cobrar, un país con cinco millones de parados, miles de familias sin hogar ni salarios, una sombría perspectiva de miseria y desastre... Ésta es la radiografía de España hoy, con un Gobierno que no hace otra cosa que subir más y más los impuestos. Pero, a pesar de esta gran crisis, el último gran esfuerzo realizado por Zapatero ha sido asegurarse de que, cuando ya no esté él en La Moncloa, se seguirán gastando millones de euros cada año para financiar un absurdo paraíso de sueños: la Alianza de Civilizaciones (a la que haremos referencia en el presente artículo como AC).

La AC es el último gran infortunio que el jefe de Gobierno más desastroso de la España democrática ha patrocinado. Fue fundada en 2005 por el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, con el respaldo de España y Turquía. De acuerdo con un comunicado emitido por Annan, la Alianza pretendía «promover respuestas eficaces a las amenazas a la paz mundial». Antes de dejar el cargo, Annan se aseguró de que la AC fuera reconocida como una agencia de la ONU, garantizando así que tendría fondos ilimitados.

La Alianza, creada cuatro años después del 11 de septiembre, pretendía acercar los países islámicos a Occidente. ¡Por fin, por fin, un nuevo organismo para resolver los problemas del mundo! En realidad, es fácil adivinar cómo se desarrolló en la práctica. Atrajo el apoyo de ricos estados árabes (en particular, Qatar y Arabia Saudí) que la vieron como una prometedora vía para la inversión, y se convirtió en un frente activo para la ideología antiisraelí. También contó con el apoyo de filántropos como la familia Rockefeller.

Mientras tanto, la AC estaba efectivamente bajo el control de los primeros ministros de España y Turquía, ansiosos por promover la causa del islam. Como comenta un periodista estadounidense, «en la práctica, la AC ha resultado ser un puente unidireccional: el islam ha sido invitado a cruzar hacia Occidente, y Occidente ha sido invitado a estar en espera y contemplar». ¿Pero cómo ocurrió eso?

Zapatero estaba obsesionado con promocionar la suerte política de Turquía, que acababa de quedar bajo el mando de un primer ministro islamista, Recep Tayyip Erdogan. El presidente español fracasó en sus esfuerzos para lograr que la Unión Europea aceptara a Turquía como miembro, así que intentó promocionarla a través de la AC. Era 2005. En la misma fecha el National Intelligence Council de Estados Unidos elaboró un informe (titulado Futuro Global: Proyecto 2020) en el que se advertía de las ambiciones de Turquía por convertirse en el centro de un «imperio islámico revivido». El pensamiento de Erdogan estaba reflejado en unos versos que solía recitar públicamente, del poeta nacionalista Ziya Gokalp: «Las mezquitas son nuestro cuartel, los minaretes nuestras bayonetas, los creyentes nuestros soldados. Nuestro viaje es nuestro destino, el final es martirio».

Con la ayuda de Zapatero, Erdogan (quien confiaba también en su amistad con Estados Unidos) se convirtió en un jugador activo de la escena internacional. Recibió su recompensa. En diciembre de 2010 viajó a Trípoli para recibir el Premio Internacional Al Gadafi para los Derechos Humanos, por «servicios distinguidos a la humanidad». Los dos destinatarios del galardón en ediciones anteriores habían sido Fidel Castro (1998) y Hugo Chávez (2004). Cuando este año Gadafi fue derrocado, Erdogan se negó a escuchar los llamamientos dentro de Turquía para devolver el dinero del premio de 250.000 dólares al pueblo libio, diciendo que estaba «fuera de lugar». Mientras tanto, el pasado septiembre, su Gobierno adoptaba una actitud beligerante hacia Israel, «aumentando patrullas navales en el Mediterráneo oriental e incrementando la tensión» (cito de la agencia de noticias china Xinhua).

Todo esto ocurrió en el marco de la AC, que, con el apoyo de Zapatero, ha optado por una política pro-islámica y anti-Israel. Por ejemplo, hace apenas cuatro semanas, el segundo Curso de Verano de la AC tuvo lugar en Lisboa. Participaron un centenar de jóvenes. Es muy instructivo echar un vistazo al programa. Uno de los temas centrales fue «Los musulmanes en Europa». Y el primer día del curso, por la noche, todos los participantes estaban invitados a visitar la mezquita de Lisboa. El lema del Curso era: «Conectando Corazones, Abriendo Mentes y Haciendo Cosas Juntos». ¡Hermosas palabras, pero ni una sola acerca de los valores del cristianismo o del judaísmo!

Lo más indignante de la AC es, por supuesto, la cantidad de millones de euros que Zapatero gastó en ella en un momento en el que la tasa de desempleo en España era la más alta del mundo occidental. A principios de este año, cuando el país estaba ya sumido en una crisis profunda que afecta a millones de españoles, Zapatero siguió tirando dinero en la AC, con la excusa de que lo estaba haciendo en nombre de las Naciones Unidas.

El primer Foro de la AC se celebró en Madrid, en enero de 2008, y contó ¡con más de 900 participantes! ¿Quién asumió semejante coste? El segundo Foro de la AC se celebró en Estambul (con Erdogan como anfitrión) en abril de 2009, con casi 2.000 participantes, muchos de ellos financiados por los contribuyentes españoles. En mayo de 2010, más de 2.000 personas, muchos pagados por los contribuyentes españoles, se reunieron en Río de Janeiro para otro festival de la AC. Y hubo muchos otros foros, reuniones y congresos. ¡Nos podemos imaginar los millones que el Gobierno ha gastado en los viajes, hoteles y comidas de la AC!

A principios de este año, Zapatero siguió gastando dinero «para reforzar la posición de España» (según sus palabras) en la ONU. En esta ocasión para la creación del Instituto Internacional para la AC, que se ubicará en Barcelona y que exigirá una inversión de 20 millones de euros para los próximos cinco años. Siendo aún presidente de la Generalitat catalana el socialista Montilla, éste se comprometió a aportar nueve millones para la rehabilitación del barcelonés Pabellón Sant Manuel del recinto histórico de Sant Pau, que albergará el nuevo instituto. ¿Y cuál es el propósito de este Instituto (que ahora, por cierto, lleva el glorioso nombre de La Universidad de las Naciones Unidas)? Según la referencia del Consejo de Ministros, servirá para «el desarrollo de las capacidades y la difusión de conocimientos». ¿Qué capacidades? ¿Qué conocimientos? El Centro tendrá asignado un personal de alrededor de 120 trabajadores y dará becas a «estudiantes procedentes de países en vías de desarrollo». ¿Y qué de los miles de estudiantes españoles que han perdido sus becas?

Pero ése es sólo el último de los regalos hechos por Zapatero a la AC. En noviembre de 2008, el secretario general de la ONU y los Reyes de España inauguraron la Sala AC, una de las mayores salas de conferencias en el Palais des Nations en Ginebra. «La completa renovación y remodelación de la antigua Sala XX con 754 asientos representa una de las mayores donaciones a las Naciones Unidas», decía con orgullo el comunicado de prensa de los acontecimientos. La principal característica de la renovada sala fue un techo decorado por el artista español Miquel Barceló. Zapatero -¿o deberíamos decir el contribuyente español?- pagó por la sala, la renovación, el techo, y el posterior viaje, alojamiento y entretenimiento de los 700 invitados a la inauguración, un mínimo de 20 millones de euros (según cifras comunicadas por el Palais des Nations).

Así que la AC va gastando millones, pagando decenas de miles de euros en sueldos superfluos, y sin que tal despilfarro ayude en absoluto a solucionar ni uno solo de los problemas del mundo. ¿Alguien ha notado cualquier impacto que haya podido hacer en la civilización del mundo en los seis años de su existencia?

Presumiblemente, el PP ganará las próximas elecciones generales. Y será entonces este partido el que deba enfrentarse al problema de representar a España en la próxima reunión masiva de la AC (¡más millones!) que se celebrará en Doha (Suiza). Ricos y famosos acudirán, todos deseosos de disfrutar del fabuloso entretenimiento y de las dietas pagadas por la AC. Pero, en un momento de crisis como la actual, cualquier Gobierno decente debería ponerse firme y decir: «¡La fiesta ha terminado!». Tras seis años de palabras y palabras, y todavía más palabras, y de millones de euros gastados inútilmente y sin propósito en la AC, se ha hecho evidente que la organización se ha convertido en un desastre y un escándalo.

Henry Kamen, historiador británico. Su último libro es Poder y gloria. Los héroes de la España imperial, Espasa, 2010.

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