El destino electoral de los bancos de Italia

Mientras Italia se aproxima a lo que promete ser una de sus elecciones generales más polémicas desde 1945, los bancos son como un elefante en la sala de estar. Por ser demasiado grandes y torpes como para pasar inadvertidos, son una causa constante de bochorno para los partidos que han estado en el gobierno desde la crisis financiera global de 2008, especialmente para el primer ministro Matteo Renzi, que aspira a reanimar su carrera política en marzo. También son un blanco anti-establishement tentador para los populistas del Movimiento 5 Estrellas.

Por cierto, los bancos de Italia personifican todos los problemas que la crisis financiera le trajo al país, y de los que sacan provecho los populistas: una doble recesión seguida de un crecimiento muy lento del PIB, un alto desempleo, especialmente entre los jóvenes, y un colapso de la demanda doméstica. Los bancos también representan la maraña de intereses creados, prácticas fraudulentas y hasta corrupción con la que, junto con la dolce vita, se llegó a asociar a Italia.

A pesar de la erradicación de la deuda de cuatro bancos locales, el rescate de Monte dei Paschi (uno de los bancos sistémicamente importantes de Italia), la liquidación de dos bancos regionales y el rescate liderado por el mercado del grupo bancario Carige, de mediana envergadura -todo en el lapso de dos años-, el sistema bancario todavía tiene que estabilizarse. ¿Acaso la recuperación económica subyacente -este año y el próximo, la economía italiana debería crecer un 1% en términos reales- ayudará al sector bancario de Italia, al mantener bajo control un volumen de préstamos morosos (NPL por su sigla en inglés) por un total de casi 180.000 millones de euros (220.900 millones de dólares)? ¿O la recuperación debería utilizarse para limpiar los balances de bancos inestables, empaquetando sus NPL y vendiéndolos a un precio menor?

Antes de la crisis financiera global, se describía a Italia como un país de bancos sólidos que estaban arraigados en la economía local y que nunca utilizaban instrumentos financieros tóxicos como los derivados. También se decía que era un país de ahorristas prudentes, que apuntalaban al sector público despilfarrador y su creciente deuda.

Luego del colapso de Lehman Brothers en septiembre de 2008, se sabe que el entonces ministro de Finanzas de Italia Giulio Tremonti defendió la salud del sistema bancario del país. Como consecuencia de ello, se consideró que era necesaria una recapitalización importante de los bancos italianos y la creación de un "banco tóxico" que absorbiera los NPL.

Diez años después, Italia ya no es esa tierra imaginada de bancos prósperos y ahorristas contentos. La recesión prolongada y el malestar económico han mellado la tasa de ahorros individuales, mientras que los bancos ya no tienen los recursos para tranquilizar a muchos inversores minoristas, cuya confianza se ha visto seriamente erosionada.

El pacto implícito entre los bancos y los ahorristas se rompió a fines de 2015, cuando cuatro bancos locales en problemas fueron rescatados internamente y los accionistas recibieron el golpe. Durante años, este pacto había sustentado la represión financiera al estilo italiano, por la cual los ahorristas adversos al riesgo negociaron seguridad, suponiendo implícitamente que los bancos no podían quebrar, y aceptaron retornos reales relativamente bajos. La sacudida política que se produjo después del rescate interno desató un juego de atribución de culpas entre el gobierno y los partidos de la oposición, y hasta entre los políticos y los reguladores, en el que todos responsabilizaban a la Unión Europea y a sus regulaciones bancarias.

El gobierno que surja el 4 de marzo tendrá que hacer del sector bancario una alta prioridad. Para restablecer la confianza entre los ahorristas y los inversores, tendrá que encontrar una solución para blanquear los balances de los bancos de los préstamos morosos, que están minando el crédito, encareciendo el capital y actuando, de este modo, como un lastre para la economía.

La solución debe estar liderada por el mercado, ya que el volumen de NPL no es demasiado grande, y la recuperación demasiado lenta, para que esta deuda sea absorbida gradualmente. Así, el nuevo gobierno tal vez tenga que identificar casos donde los NPL afectan el normal funcionamiento de los bancos, vender esta deuda y apuntalar el capital de los bancos afectados. Al mismo tiempo, habrá que reformar los procedimientos de quiebras civiles, para garantizar una acción razonablemente rápida sobre los activos de los prestatarios que no cumplen con los pagos.

Si se pretende restablecer la confianza y la credibilidad, es necesario que haya una gobernancia sólida en el corazón de los planes del próximo gobierno para los bancos. Con los años, las fallas regulatorias, una falta de independencia de los directorios y una buena dosis de represión financiera transformaron a muchos bancos en canales para financiar a parientes, amigos y socios políticos.

Monte dei Paschi, por ejemplo, estuvo durante mucho tiempo asociado con el Partido Democrático de centro-izquierda, que ha estado en el gobierno desde 2013. Esta asociación política puede haber prolongado la saga del banco durante varios años, hasta que se había vuelto tan azotado por intervenciones graduales inconsistentes que una solución de mercado se volvió imposible. Luego del rescate del año pasado, el Tesoro de Italia es dueño de aproximadamente el 70% del banco.

Restablecer la credibilidad de mercado también significa aclarar el papel de los bancos en la economía. Si ofrecen un bien público -es decir, crédito a la economía real- ¿deberían ser parte de una estrategia de política económica de largo plazo y generalizada para el país? Y, en una economía con aproximadamente 600 bancos independientes pequeños y demasiadas sucursales, ¿se debería fomentar y respaldar la consolidación?

Cualquier esfuerzo por sanear al sector bancario de Italia exigirá un gobierno mayoritario estable, una determinación consistente para poner el crecimiento económico en el centro de la agenda política y la voluntad de enfrentar a los muchos intereses creados de Italia. Desafortunadamente, ninguno de los partidos hasta el momento ha ofrecido una agenda económica integral y creíble. Y ninguno, hasta ahora, parece capaz de conseguir u ofrecer una mayoría parlamentaria.

El escenario más factible, entonces, es que los bancos zombificados de Italia sigan dando de comer a los argumentos electorales populistas. Y si esos argumentos alimentan una victoria populista en marzo, la reforma del sector bancario volverá a posponerse, elevando el eventual costo aún más.

Paola Subacchi is a senior fellow at Chatham House and visiting professor at the University of Bologna. She is the author, most recently, of The People's Money: How China Is Building a Global Currency.

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