El diálogo de paz en Afganistán

La Administración de Obama ha afirmado que, si bien no va a participar de forma directa, respalda la idea de negociaciones de paz entre los talibanes afganos y el Gobierno de Kabul. Este asentimiento por parte de la Casa Blanca se produjo tras la publicación de unos informes que señalaban que representantes del presidente afgano, Hamid Karzai, habían iniciado conversaciones preliminares de alto nivel sobre un posible Gobierno de coalición y una agenda común para acordar una retirada militar de la OTAN de Afganistán.

Karzai y los líderes occidentales han insistido en repetidas ocasiones en que su oferta de reconciliación no se extiende a los miembros de Al Qaeda. Si bien Al Qaeda y los talibanes están unidos en su deseo de expulsar a las tropas occidentales de Afganistán y restablecer un Gobierno islámico estricto en el que gocen de un monopolio del poder político y religioso, algunos líderes talibanes podrían aceptar objetivos más moderados.

En los últimos años, los representantes de los talibanes han insistido en que sus ambiciones políticas están restringidas a Afganistán. Los líderes de Al Qaeda, en cambio, siguen aferrados al objetivo de establecer regímenes islamistas radicales en todo el mundo musulmán y de entablar una guerra contra una larga lista de Gobiernos que consideran hostiles a este objetivo.

La gran incertidumbre es si un Gobierno afgano que incluya a los talibanes podría impedir que Al Qaeda restableciera bases en regiones bajo control de los talibanes. Hay quien sostiene que los talibanes, ansiosos por regresar al poder, querrían reconciliarse con la comunidad internacional o al menos impedir futuros ataques militares occidentales. Pero es difícil imaginar que usen la fuerza para impedir que sus aliados de Al Qaeda restablezcan una presencia militar en Afganistán y exploten esa presencia para organizar más ataques terroristas en otros países. Los talibanes y los combatientes de Al Qaeda en Afganistán están estrechamente integrados a nivel operativo: miembros de Al Qaeda participan en las operaciones de campo de los talibanes más importantes.

Hasta el momento, el liderazgo de los talibanes ha rechazado públicamente los intentos de reconciliación de Karzai. Por ejemplo, acogió la inauguración de la Jirga de la Paz de junio de 2010 con ataques de cohetes y combatientes suicidas. Los talibanes han exigido que todas las tropas occidentales abandonen Afganistán antes de comenzar a considerar una participación en conversaciones directas con el Gobierno de Kabul. Karzai ha intentado actuar con astucia argumentando que un acuerdo de paz que pusiera fin a la insurgencia traería aparejado la retirada de todas las fuerzas militares extranjeras.

Otro obstáculo es la oposición de muchos líderes talibanes a la actual Constitución de Afganistán, que fue adoptada después de que los talibanes perdieran el poder. Esta incluye una cantidad de principios liberales democráticos que muchos talibanes consideran cuestionables, si no blasfemos.

Por ejemplo, la cláusula constitucional que garantiza a las mujeres iguales derechos es una fuente importante de disputa. Por temor a la pérdida de una escolaridad garantizada para las niñas y de otros derechos, muchos grupos defensores de los derechos de las mujeres, en Afganistán y otras partes, se oponen a negociar con los talibanes.

El Acuerdo de Bonn de 2001, el de Londres de 2006 y la Declaración de Bucarest de la OTAN de abril de 2008 también enumeran una cantidad de objetivos políticos, económicos y sociales para Afganistán que en muchos casos entran en conflicto con los valores de los talibanes. Los grupos de derechos humanos sospechan que aunque el Gobierno afgano y los representantes de los talibanes profesen respetar la Constitución en cualquier acuerdo futuro de paz, no aplicarán en la práctica algunas de sus cláusulas. Podrían fácilmente imitar la estrategia norvietnamita de aceptar un acuerdo de paz para asegurar una retirada militar extranjera. Después reanudarían las operaciones de ofensiva contra las aún débiles Fuerzas de Seguridad afganas, que todavía tienen que demostrar su efectividad militar.

Una razón por la que el progreso en los procesos de reconciliación ha sido más lento de lo previsto es que los Gobiernos occidentales no han presionado a Karzai para que se involucre en negociaciones de paz genuinas con los líderes talibanes hasta que las fuerzas de la coalición hayan tenido la oportunidad de revertir la situación en el campo de batalla.

En particular, los estrategas políticos estadounidenses querían aprovechar el actual incremento de las fuerzas de combate de la OTAN en Afganistán -que llegaron a 150.000 soldados en agosto, de las cuales las dos terceras partes eran estadounidenses- para terminar con la convicción de los comandantes talibanes de que estaban ganando la guerra.

Sería un error desconectar la situación en el campo de batalla del proceso de reconciliación. Si las fuerzas de la OTAN hacen un buen trabajo, podrían debilitar lo suficiente a la insurgencia como para que los militares afganos puedan demostrar ser adecuados para superar a los partidarios de la línea dura que queden, incluso después de que las tropas extranjeras reduzcan su presencia en los próximos años.

Richard Weitz es miembro senior y director del Centro para el Análisis Político-Militar del Hudson Institute. © Project Syndicate, 2010.

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