El difícil camino de Italia para su recuperación

Italia se enfrenta a una doble crisis económica en que dos recesiones y una crisis bancaria a lo largo de la última década se han sumado a un lento declive estructural del crecimiento en un periodo mucho más prolongado. Y el alto nivel de deuda pública del país deja a las autoridades con opciones limitadas.

La deuda pública alcanza hoy la astronómica cifra de los €2,3 billones ($2,6 billones), o un 131% del PIB, lo que exige que las autoridades emitan más de €400 mil millones al año de bonos de gobierno. Todo esto vuelve a la economía italiana extremadamente vulnerable a los golpes externos, y hace que la cuidadosa administración de las finanzas públicas sea crucial para mantener la confianza en los mercados. El sentimiento de los inversionistas puede cambiar abruptamente, como en el otoño de 2011, cuando el spread o diferencial entre los rendimientos de los bonos italianos y los Bunds alemanes alcanzó un pico de 575 puntos base. Tras caer en el vórtice de una grave crisis financiera, Italia no pudo evitar una severa recesión.

En este punto viene a juego al tema fundamental de la reputación. Como con las personas, la credibilidad de un país puede destruirse en unas cuantas semanas y tomar años para recuperarse. Y los mercados no vacilan a la hora de pasar la factura a Italia, como se vio en el verano de 2018 cuando la nueva coalición de gobierno del Movimiento Cinco Estrellas (M5S) y el partido Liga anunciaron sus planes de gasto.

Considerando las limitaciones impuestas por la deuda pública, Italia debe continuar consolidando sus finanzas públicas. Al mismo tiempo, las autoridades deben sentar los cimientos del camino de recuperación desde el bajo crecimiento y la menguante productividad. Después de todo, la economía italiana estaba creciendo un punto porcentual por año menos que el promedio de la eurozona mucho antes de la crisis financiera global de 2008.

Italia necesita con urgencia recuperar su competitividad, impulsar su productividad y reducir los impuestos sin empeorar su equilibrio presupuestario. Para ello serán necesarias reformas estructurales que reduzcan los cuellos de botella en la economía –por ejemplo, abriendo sectores completos que siguen siendo monopólicos en lo sustancial- y reorganizando la administración pública de manera fundamental. El país precisa de inversiones centradas en la innovación, formación e investigación, y en la infraestructura tangible e intangible. Además, necesita intervenciones directas para apoyar los sectores más vulnerables de la población y lograr que el crecimiento sea más inclusivo.

Son tareas enormes en un punto de inflexión crucial para el país. El mayor desafío es concitar el consenso político necesario para una estrategia así, dado que las reformas –especialmente las más profundas- generan costes mucho antes de rendir beneficios. Más aún, no es fácil combinar la disciplina presupuestaria con medidas orientadas a aumentar con rapidez el ingreso disponible, fortalecer la protección social y ayudar a los muchos ciudadanos que enfrentan graves dificultades debido a una crisis económica que causó la contracción del 9% del PIB de Italia.

En un libro de reciente publicación, argumento que el Partido Democrático de Italia, y las fuerzas de centroizquierda en términos más amplios, perdió las elecciones de 2018 porque, tras sacar al país de la recesión y enfrentar una muy difícil crisis bancaria, no pudo responder rápida y claramente a un descontento popular que por largo tiempo se había ido acrecentando. Las elecciones se celebraron en un ambiente de creciente descontento con la política, en medio de un ánimo público –y no solo en Italia- decididamente favorable a fuerzas que se autodenominaban populistas y decían defender la soberanía nacional.

Considerando estas presiones, la coalición de gobierno italiana puede caer en la tentación de pasar por alto las reglas fiscales de la UE, financiar nuevos gastos de cuenta corriente y recortar impuestos sin prestar atención al déficit presupuestario. Sin embargo, la realidad es que el camino a la recuperación será dificultoso para cualquier gobierno italiano. No hay atajos para reducir la enorme deuda del país, a pesar de los insistentes llamados de algunos comentaristas para adoptar medidas extraordinarias. Pero las autoridades pueden y deben apoyar un crecimiento estable e inclusivo, al tiempo que mantienen bajo control las finanzas públicas.

El debate económico de Italia también tiene una dimensión europea que ha crecido en importancia tras las recientes elecciones al Parlamento Europeo. Los resultados llaman la atención por dos temas: primero, el parlamento sigue teniendo una mayoría proeuropea, e Italia, con un gobierno obsesionado por la soberanía nacional, se encuentra cada vez más aislada.

Las esperanzas del gobierno de obligar a la UE a flexibilizar sus reglas fiscales pronto chocarán contra estos hechos. Es más, las autoridades creen equivocadamente que sus contrapartes nacionalistas de otros países de la UE mostrarán una mayor tolerancia hacia Italia en materias presupuestarias.

Pero eso no es todo. El creciente aislamiento del gobierno italiano en Europa deja al país en los márgenes de los procesos de toma de decisiones acerca de temas clave de la gobernanza europea y la reforma de la eurozona. Aquí también Italia podría seguir un camino difícil para reconstruir la reputación y confianza, y además se arriesga a perder el rumbo y su capacidad de defender con eficacia sus intereses en Europa.

Italia ya se enfrenta a un duro camino para la recuperación económica y la generación de un crecimiento sostenible, inclusivo y con creación de empleos. No debiéramos volverlo todavía más difícil para nosotros mismos.

Pier Carlo Padoan is a former Italian minister of finance. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

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