Por Inocencio Arias, ex embajador de España en la ONU (EL PERIÓDICO, 12/05/06):
La prestigiada e imparcial Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), dependiente de la ONU, ha sido tajante: Irán está desafiando a la comunidad internacional con su programa de enriquecimiento de uranio. Ante su falta de cooperación, la OIEA no puede determinar si el programa iraní oculta el objetivo, que le estaría prohibido, de poseer el arma nuclear.
La acusación ya no procede de Estados Unidos, sino de un organismo de la ONU. Esto abre las puertas para que el Consejo de Seguridad empiece a ocuparse del asunto, con la posible discusión de imposición de sanciones, etcétera. El locuaz y deslenguado presidente iraní, Ahmadineyad, ha manifestado rápidamente que a su país "le importan un pepino las resoluciones de la ONU" y que no "retrocederán un centímetro" en su programa.
En otro momento histórico se podría, sin mayor tremendismo, concluir que los dirigentes iranís, con su grave desplante y sus harto provocadoras declaraciones ("Israel debe desaparecer del mapa", proclamó el presidente), estaban pidiendo guerra y la iban a conseguir. Un país sospechoso para Estados Unidos de armar a grupos terroristas de Oriente Próximo, con una "deuda" histórica con Washington (invasión de su embajada en 1979 y mantenimiento de rehenes durante meses), que escamotea a la ONU su programa nuclear y que quiere hacer desaparecer a Israel del mapa está haciendo oposiciones para que Estados Unidos intervenga. Hace un mes, un serio artículo aparecido en el The New Yorker, antes incluso del informe de la OIEA, indicaba que Estados Unidos tenía todas las opciones sobre la mesa y es creencia extendida en las cancillerías, y no solo las occidentales, que Teherán busca, sin ninguna duda, con denuedo la bomba.
IRÁN ES UNA nación con vocación de gran potencia que se ve rodeada de potenciales enemigos (Israel, Pakistán...) que ya tienen el arma. Sabe, además, que, paradójicamente, la posesión del arma nuclear, por su poder disuasorio, reduce las probabilidades de que te ataquen. Alguien ha dicho que si Sadam Husein hubiera verdaderamente contado con el arma nuclear estaría probablemente aún en el poder. Corea del Norte, otro régimen impresentable para Washington, ha sido, sin embargo, respetada. Otro argumento, pues, de los intervencionistas para actuar ya en Irán.
No obstante, el contexto actual, muy diferente del de hace tres años, cuando Washington atacó Irak, hace improbable esa intervención. Ni las condiciones internas ni las externas, ni el eventual desarrollo de la misma favorecen las tentaciones intervencionistas que pudiera albergar la Administración estadounidense (Bush repite firmemente que prefiere continuar por la vía diplomática).
En su país, el presidente tiene una opinión levantisca abismalmente diferente de la de fines del 2002. Con su popularidad en caída libre, 56% de sus compatriotas manifiestan desconfiar del presidente para tomar una decisión sobre Irán. El Congreso difícilmente autorizaría, hoy por hoy, un ataque.
En el Consejo de Seguridad, el pescado tampoco está vendido. Pocos de sus miembros --este es un precio que Estados Unidos paga por su pérdida de prestigio con la aventura iraquí-- estarán por una intervención. Los europeos, Gran Bretaña, Francia --irritados con el papelón que les ha hecho pasar Teherán escabulléndose en las negociaciones--, pueden aceptar la imposición de sanciones a Irán. No es seguro que Rusia o China las acepten de inmediato. Rusia ha vendido a Irán un sofisticado sistema de defensa antiaérea, y tiene relaciones económicas estrechas con él. China firmó un contrato de adquisición de energía durante 30 años. La acusación de la OIEA difuminará alguno de sus remilgos, pero hará falta algún desliz importante iraní para que a corto plazo se animen a ir más lejos. No venderán barato su apoyo. En otras circunstancias, sus remoloneos ante la vía intermedia de las sanciones aumentarían las posibilidades de la acción drástica.
HAY OTROS tres factores que considerar. Uno, el petróleo se disparará con un ataque ¿se pondría a 100 dólares? Dos, la intervención tendría un éxito problemático, dado que los servicios de inteligencia parecen tener un muy vago conocimiento del paradero de las instalaciones iranís. Y tres, producido el ataque, Teherán podría, fomentando el terrorismo, aumentar la inestabilidad en Oriente Próximo.
¿Tiene solución el dilema de intervenir o que Irán se haga con la bomba, lo que alentará a Arabia Saudí a buscarla, y después a Egipto, etcétera? No es sencillo. Los dirigentes iranís parecen convencidos de que están en un momento ideal para tensar la cuerda. Según algunos, el boicot a sus compras o la negociación directa con Estados Unidos pueden cambiar su talante. Es cuestionable. Más de uno se resigna a ver la bomba en manos del régimen iraní.