El dilema de la oposición siria

La declaración final de la reunión de los Amigos de Siria en Estambul el pasado día 1 de abril revistió importancia política por tres razones principales. En primer lugar, demostró que el compromiso internacional sobre “una transición hacia un Estado de carácter laico, democrático, pluralista, independiente y libre” en Siria es sólido y refuerza el mensaje dirigido a los miembros y defensores del régimen sirio en el sentido de que su aislamiento no disminuirá y su situación económica en continuo deterioro, así como su crisis financiera, se halla íntimamente vinculada a las exigencias de una profunda y esencial reestructuración del poder por parte de la oposición.

En segundo lugar, los Amigos de Siria han reconocido al Consejo Nacional Sirio en el exilio como “legítimo representante de todos los sirios y organización paraguas bajo la que se cobijan y articulan grupos de la oposición siria”. Decir esto no es llegar a donde habría deseado el Consejo Nacional Sirio en el sentido de un reconocimiento como el legítimo representante de todos los sirios, pero le insufló renovado impulso como entidad a través de la cual se canalizarán todas las consultas políticas y diplomáticas, además de la ayuda económica y humanitaria.

Todo ello mantiene su importancia y valor si el alto el fuego aceptado por el Gobierno sirio y que debía entrar ayer en vigor se aplica realmente y si el “diálogo político integral” según el plan Annan, aprobado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el pasado 21 de marzo, se pone en práctica. Las perspectivas de un alto el fuego duradero y de la liberación de los activistas de la oposición detenidos son magras, ya no digamos de un diálogo, pero el reconocimiento del Consejo Nacional Sirio por parte de los Amigos de Siria significa que el régimen no podrá ser muy selectivo a la hora de elegir la oposición con la que prefiera tratar –como en otros tiempos–, y habrá de negociar en presencia de mediadores árabes e internacionales.

En caso de que la iniciativa Annan llegue a un callejón sin salida, sin embargo, la faceta más importante del creciente reconocimiento del Consejo Nacional Sirio es que ha sido designado oficialmente como canal de la ayuda económica de Arabia Saudí, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, que asciende a cien millones de dólares para el pago de salarios y atención a otros gastos del Ejército Sirio Libre. Ello otorga al Consejo, por primera vez, los medios de ejercer una verdadera influencia sobre el grueso de las fuerzas de oposición de modo que pasen a depender de un liderazgo político.

La tercera y más importante conclusión alcanzada en la reunión de los Amigos de Siria, no obstante, es la evidente implicación de que sus miembros no irán más allá en el terreno del enfrentamiento con el régimen sirio en la presente fase del conflicto. Aun los miembros veteranos del Consejo Nacional Sirio admiten que no habrá intervención militar extranjera en un futuro previsible, aunque razonan que tal panorama puede cambiar y trabajan en favor de un punto de inflexión. Esto significa que, pese a todas las apariencias de pleno apoyo político y moral, la reunión de los Amigos de Siria ha dejado al Consejo Nacional Sirio en la situación de hacer frente a diversos desafíos de importancia.

En primer lugar, el Consejo Nacional Sirio carece de programa político y de hoja de ruta para el traspaso de poder. Limitarse a exigir la partida inmediata del presidente sirio, Bashar el Asad, o creer que tal es el objetivo primordial de un proceso de carácter diplomático no constituye una respuesta adecuada ante numerosas y espinosas cuestiones. No es la menor de ellas lograr comprometer en el intento al amplio abanico de grupos políticos y sociales que observan con miedo e inquietud al régimen actual, prescindiendo de sus simpatías políticas. ¿Cuál será la suerte de los altos funcionarios, ministros del Gobierno, altos cargos de la Administración y miembros del partido Baas? ¿Hay algún motivo para confiar en que propiciarán el traspaso de poder sin previos acuerdos y garantías políticas? La dirección del Consejo Nacional Sirio razona que el problema estriba exclusivamente en El Asad y su entorno, de modo que puede resolverse fácilmente mediante su partida, pero ello elude importantes cuestiones planteadas.

En segundo lugar, a falta de intervención militar extranjera, el Consejo Nacional Sirio se esforzará en mantener su rango diplomático en el exterior y, sobre todo, la iniciativa política en el interior de Siria. Puede encontrarse con que el reconocimiento de su estatus como representante legítimo y organización paraguas suscite expectativas que no pueda atender adecuadamente, lo que le obligue a impulsar nuevas iniciativas para cuyo cumplimiento puede carecer de suficiente apoyo en el seno del Consejo, para no hablar de la oposición en su conjunto. El borrador titulado Pacto nacional por una nueva Siria, propuesto por el Consejo Nacional Sirio en la última reunión en Estambul junto con las propuestas de los Hermanos Musulmanes sirios, articula una visión plausible sobre una futura Siria democrática, pero la tarea más apremiante y difícil consiste en pormenorizar los pasos y mecanismos de la fase siguiente y de la transición, si es que va a haber alguna.

En tercer lugar, los principales miembros y grupos del Consejo Nacional Sirio responden a estos desafíos subrayando lo que denominan el “restablecimiento de la paridad” con respecto al régimen; es decir, el acceso a una capacidad militar que ejerza un contrapeso para detener el continuado e indiscriminado uso de la violencia por parte de las fuerzas del régimen. Sin embargo, sin zonas de abrigo bajo protección exterior ni suministro de armamento, la oposición habrá de permanecer en el interior de Siria, desperdigada en reducidos núcleos para evitar su destrucción, circunstancia que por cierto mina la aspiración a la paridad. La búsqueda de la paridad, sencillamente, elude la necesidad de un programa político, sin solucionar además las difíciles cuestiones relativas al control de los grupos armados existentes en Siria, la evolución del Ejército Libre Sirio como estructura dotada de mando y disciplina, además de fuerza digna de crédito y el funcionamiento de un liderazgo político eficaz.

El Consejo Nacional Sirio puede descubrir que el “diálogo político integral” al que se apela en el plan de paz de Annan no es una condición meramente temporal, sino un poderoso instrumento en sus manos susceptible de permitirle un desplazamiento del plano militar –donde el régimen es más fuerte– al político, donde es más fuerte el Consejo. Hasta ahora, esta mera sugerencia provoca un cruce de recriminaciones y desconfianza entre las diferentes alas de la oposición dentro y fuera del país, aunque el desafío en cuestión no desaparecerá.

Yezid Sayigh, investigador asociado del Centro Carnegie para Oriente Medio de Beirut.

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