El dilema del SPD

Los observadores de la política alemana han presenciado en las últimas semanas un drama desconcertante. Tras más de cinco meses de negociaciones, el país tiene un nuevo Gobierno. Después de las elecciones de septiembre de 2017, aparte del intento fallido de formar una coalición Jamaica, la aritmética no dejó más opción mayoritaria posible que repetir la coalición de la última legislatura, pese a que tanto la CDU/CSU como el SPD tuvieron descensos significativos respecto a los comicios anteriores.

En el SPD, en particular, la negociación en dos fases que desembocó en el nuevo acuerdo de gran coalición ha recibido muchas críticas. La última conferencia del SPD, en diciembre, aprobó abrir negociaciones formales por un margen muy estrecho, e hizo falta una intensa campaña de prácticamente todas las grandes figuras del partido para convencer a dos tercios de los militantes de las ventajas de formar la tercera gran coalición de la historia reciente. Merece la pena analizar con detalle el debate, porque ha sido la materialización de un enfrentamiento de estrategias políticas que se observa también en muchos otros partidos socialdemócratas. Por eso es importante comprender las preocupaciones fundamentales.

Los defensores de una gran coalición alegaban que el SPD ha obtenido victorias políticas importantes en muchos ámbitos del acuerdo y que, además, la misión de la socialdemocracia ha sido siempre mejorar las vidas de la gente siempre que sea posible, por lo que tenían la obligación de entrar en el Gobierno si existía una posibilidad de hacer realidad alguna parte de su preciado programa de reformas. Sus adversarios afirmaban que participar de nuevo en una gran coalición erosionaría todavía más la confianza en el partido y garantizaría la prolongación del declive de la socialdemocracia. Desde este punto de vista, el reformismo gradual que significa participar en otra gran coalición solo servirá para empeorar las perspectivas del partido y de las reformas. Lo único que podría dar un vuelco a la situación sería una ruptura clara, unida a una nueva estrategia política de transformación.

Lo malo es que las dos partes tienen razón. La cuestión fundamental es cómo conciliar las dos posturas para dar al partido la oportunidad de renovarse en el Gobierno. En primer lugar, la dirección del SPD debe entender que estas dos opiniones contrarias se rigen por plazos de tiempo distintos y enfoques estratégicos diferentes. Los defensores de la gran coalición están pensando en victorias políticas inmediatas y siguen una estrategia de fuera adentro: existe la posibilidad de lograr mejoras para los ciudadanos alemanes, así que la política de partido debe regirse por esa lógica pragmática. Sus detractores tienen una visión a medio y largo plazo y un punto de vista de dentro afuera: los partidos políticos, primero, tienen el deber constitucional de ofrecer ideas políticas nuevas, y solo entonces entrar en la pugna política para obtener apoyos.

Aunque las bases del partido, en teoría, solo votaron sobre el acuerdo de coalición, la verdadera preocupación de los detractores era el futuro del partido, no el programa de gobierno. El error, después de la primera ronda de conversaciones, fue tratar de vender el acuerdo sin más, en lugar de prestar atención a los temores sobre la viabilidad del partido a largo plazo.

Ahora hay que aprovechar a corto plazo la participación en el Gobierno para lograr un cambio gradual y positivo mientras el partido se prepara para presentar una oferta política más transformadora en las próximas elecciones. Que no haya equívocos: no se trata de hacer oposición desde dentro a su propio Gobierno. Esa estrategia tendría pocas posibilidades. Se trata de traducir las distintas preocupaciones mencionadas anteriormente en una estrategia de colaboración que consista en que el Gobierno se encargue del trabajo cotidiano y el partido desarrolle soluciones a los grandes problemas políticos que el nuevo Ejecutivo no va a ser capaz de resolver: la revolución digital, las desigualdades, la inmigración y la integración, entre otros.

La política cortoplacista y gradual no puede hacerse a costa de la capacidad del partido para ofrecer al electorado una opción más radical en las próximas elecciones. Por eso es importante que Andrea Nahles, la futura presidenta del SPD, no forme parte del Gabinete. Es la nueva figura fundamental de la política alemana y la mejor esperanza para sacar adelante esta doble tarea.

Henning Meyer es redactor jefe de Social Europe. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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