El dilema fiscal de China

El COVID-19 ha sacudido fuertemente a la economía china en el primer trimestre de 2020, ocasionando una contracción real del PIB del 6,8% interanual. Pero desde que la ciudad de Wuhan salió del confinamiento a comienzos de abril, la economía ha regresado gradualmente a la normalidad, y creció el 3,2% en el segundo trimestre. Según la opinión generalizada, la tasa de crecimiento potencial del PIB de China actualmente es 6%. Si logra este objetivo en la segunda mitad de 2020, la economía podría presentar un crecimiento anual para todo el año del 2,5%.

Sin embargo, lograr este resultado exigirá un impulso de la demanda. La falta de una demanda efectiva ha impedido el crecimiento de China durante años, y la pandemia ha empeorado aún más la situación.

El consumo, que representa el 55% del PIB de China, cayó 3,9% en el segundo trimestre, por sobre una caída del 19% en los primeros tres meses de 2020. Algunos sostienen que el consumo ahora subirá y se convertirá en el principal motor de crecimiento en lo que queda del año. Pero es poco probable, porque los hogares estarán ansiosos por recuperar los ahorros que gastaron durante el confinamiento. El gobierno puede y debe ofrecer ayuda a los hogares afectados por el COVID-19, pero no puede hacer mucho para estimular el consumo.

Las exportaciones e importaciones de China cayeron el 3% y el 3,3%, respectivamente, en el segundo trimestre. Pero como el porcentaje que representan las exportaciones netas en el PIB de China es inferior al 1%, el desempeño de las exportaciones, en cualquier caso, tendrá un impacto limitado en el crecimiento en el segundo semestre de 2020.

Si bien la inversión en activos fijos sólo fue marginalmente positiva en el segundo trimestre, representó una mejora significativa respecto de la contracción del 16,1% en enero-marzo. Un cálculo somero sugiere que, dadas las posibles tasas de crecimiento del consumo y de las exportaciones netas, la inversión en activos fijos tendría que aumentar en una tasa de dos dígitos en la segunda mitad de 2020 para que la economía crezca el 2,5% en todo el año.

En China, la inversión en activos fijos consiste principalmente en tres categorías: bienes raíces, industria e infraestructura. La inversión inmobiliaria creció el 1,9% interanual en la primera mitad de 2020, y se espera que aumente a una tasa del 5% en lo que resta del año. La inversión industrial, mientras tanto, se redujo el 11,7% en el primer semestre y probablemente siga siendo una rémora para el crecimiento de la inversión en activos fijos durante muchos trimestres por venir.

De manera que el único modo de que la inversión en activos fijos arroje un crecimiento porcentual de dos dígitos en la segunda mitad de 2020 es que la inversión en infraestructura crezca mucho más rápido. Esto no sería nada nuevo en China. A mediados de 2009, por ejemplo, la inversión en infraestructura creció a una tasa anual del 50%, debido al paquete de estímulo del gobierno de 4 billones de yuanes (570.000 millones de dólares) introducido en noviembre de 2008. Desde 2018 el crecimiento de la inversión en infraestructura ha caído rápidamente a cifras de un solo dígito bajo, principalmente como resultado de decisiones políticas deliberadas.

Hoy, los responsables de las políticas en China deberían extraer varias lecciones de la implementación del paquete de estímulo en 2008. Una de las más importantes es que la inversión en infraestructura debería estar financiada principalmente por la emisión de bonos gubernamentales, en lugar de por préstamos bancarios a autoridades subnacionales mediante los llamados LGFV (vehículos de financiamiento de gobierno local). China todavía tiene suficientes recursos financieros para respaldar un gran impulso de inversión en infraestructura, pero esta vez el gobierno central debería ser responsable de financiar el grueso de esta inversión.

Cuando el gobierno chino anunció a comienzos de este año que apuntaba a un déficit presupuestario total en 2020 de 3,76 billones de yuanes, el equivalente al 3,6% del PIB, suponía implícitamente que el PIB nominal crecería 5,4%. Obviamente, esto ahora es poco realista, de modo que los ingresos presupuestarios serán más bajos de lo previsto. Y si el gobierno no recorta el gasto, la posición fiscal de China puede empeorar rápidamente en la segunda mitad de 2020.

Pero si el gobierno decide reducir el gasto para impedir que el déficit siga aumentando, la economía tal vez crezca menos del 2,5%. Eso no le permitiría a China crear tantos empleos como tenía planeado, y al mismo tiempo haría aumentar significativamente su vulnerabilidad financiera.

El gobierno chino, por lo tanto, probablemente se enfrente a un dilema en el segundo semestre de este año. Si afloja la política fiscal, las finanzas públicas empeorarán significativamente. Pero si recorta el gasto para compensar la caída de ingresos, el crecimiento será más lento, con consecuencias sombrías.

En mi opinión, China debería ser firme y adoptar una política fiscal expansionista destinada a acelerar el crecimiento económico. El gobierno debería emitir más bonos para financiar una inversión adicional en infraestructura, y el Banco Popular de China debería adoptar varias medidas políticas para permitirlo, incluido un alivio cuantitativo (QE) si fuera necesario.

Con los problemas resultantes –un agravamiento de la posición fiscal y un ratio de deuda en aumento- se puede lidiar más adelante. Los responsables de las políticas en China no deberían olvidar la famosa máxima de Deng Xiaoping de que “el desarrollo es la única verdad dura”. Y, en este momento, China necesita urgentemente un impulso del crecimiento.

Yu Yongding, a former president of the China Society of World Economics and director of the Institute of World Economics and Politics at the Chinese Academy of Social Sciences, served on the Monetary Policy Committee of the People’s Bank of China from 2004 to 2006.

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