El dilema vasco

Los malos resultados electorales del PNV en las elecciones del 9-M han dado paso a una fase de desconcierto político que el lendakari, Juan José Ibarretxe, pretende aprovechar para impulsar una nueva versión de su plan. La pérdida de casi 120.000 votos pone la médula del nacionalismo vasco en una difícil coyuntura: o aproximación a los socialistas, con la renuncia a cualquier pretensión soberanista no pactada antes con el PSE, o huida hacia delante impulsando un plan soberanista que solo cuenta con el apoyo de los miembros del tripartito.

El entorno del nacionalismo vasco ve con desconfianza el proyecto del lendakari, especialmente en unos momentos en que ETA ha demostrado su capacidad para seguir matando. El anterior secretario del Euzkadi Buru Batzar (EBB), Josu Jon Imaz, advertía de que había que dar un giro radical en las propuestas del partido ("No imponer, no impedir", Deia, 15 de julio del 2007) si se quería que este siguiera siendo la referencia central del sistema político vasco. No se le escuchó y renunció a la reelección a la presidencia del EBB en septiembre del 2007. Y la aproximación al socialismo vasco se encuentra más lejos que nunca después de la resolución aprobada el pasado viernes por el Parlamento vasco, en la que se acusaba al Gobierno de Madrid de consentir la práctica de torturas.

La reunión de ayer entre el lendakari Ibarretxe y el presidente José Luis Rodríguez Zapatero no ha dado frutos, ya que el lendakari se reafirmó en su propuesta, y Zapatero, en la inconstitucionalidad de la misma y la falta de consenso necesario. De ahí resultan dos posiciones antagónicas: Ibarretxe cree que el presidente del Gobierno solo piensa en las elecciones y no en soluciones; y este, que el lendakari, también en clave electoral, pretende mantener una equidistancia perversa entre el PSOE y ETA.

En suma, buenas palabras pero en un tono recriminatorio que pronostica un avance electoral. En el PNV se vive con preocupación el intento de sacar adelante una consulta que legalmente es inviable y que no suscita excesivo interés entre el electorado vasco (la entrevista emitida por la televisión vasca --ETB-- el pasado día 8 en una franja de máxima audiencia --de 22 a 23 horas-- en la que Ibarretxe explicaba su propuesta solo tuvo una 12,5% de audiencia). Para el PNV, el reto de unas elecciones avanzadas está lleno de incertidumbres: o sufrir una derrota contundente a manos de los socialistas o recuperar posiciones presentando las elecciones como un plebiscito entre el Gobierno central, que rechaza la consulta, y el Gobierno de Euskadi, que la impulsa a pesar del fuerte descenso electoral (más de 200.000 votos entre los tres partidos sobre un censo de poco más de 1.125.000 ciudadanos con derecho a voto).

Y, sin embargo, la propuesta de Ibarretxe es una trampa para el Gobierno, puesto que se basa en las conversaciones de Loiola de septiembre del 2006 en las que participaron PSE, PNV y la izquierda aberzale. Ese otoño, se llegó a un preacuerdo en el que se reconocía Euskal Herria, "una realidad conformada por vínculos sociales, lingüísticos, históricos, eco- nómicos y culturales" integrada por los siete territorios; la identidad nacional del pueblo vasco y el reconocimiento del euskera como lengua oficial (igual que el castellano) en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) y Navarra". Los firmantes se comprometían a defender las decisiones adoptadas sobre el futuro político ante las instituciones del Estado; a garantizar que todos los proyectos políticos pudieran ser defendidos; a promover un órgano común para la CAV y Navarra, y a ratificar los posibles acuerdos políticos mediante un referendo. Pero, finalmente, ETA sintió el vértigo de dar el paso de dejar las armas, y la izquierda aberzale planteó nuevas exigencias que hicieron imposible el acuerdo. El fin de las negociaciones fue también el fin del proceso de paz, que ETA rubricaba con el atentado de la T4 de Barajas.

Ahora Ibarretxe lanza un último envite al Gobierno: visualizar que lo que estaba dispuesto a firmar con la izquierda aberzale (y con ETA, por elevación) se niega a firmarlo con el PNV. Y, a la vez, lanza también un envite a su propio partido: o apoyo incondicional a la propuesta o división del partido de consecuencias electorales negativas. Y en esto queda también el dilema que deberá resolver Rodríguez Zapatero: o ignorar la contradicción en que, desde Euskadi, le pone la propuesta del lendakari, negándole, como hizo ayer, toda viabilidad --lo que convertirá las próximas elecciones en un plebiscito entre nacionalismo vasco y nacionalismo español--, o darle, en los próximos días, una salida a Ibarretxe que, dadas las tendencias electorales, podría abrir las puertas de la lehendekaritza a Patxi López. En suma, mal asunto, porque, en última instancia, las contradicciones entre las dos principales fuerzas políticas de Euskadi siempre dan alas a ETA para seguir matando y, como recordaba Imaz, nada peor que una "ETA matando en nombre de una presunta voluntad no atendida" o no consultada. Ciertamente, no puede dejarse la agenda política en manos de ETA, pero Ibarretxe debería ser consciente de la poca oportunidad de su apuesta en las actuales circunstancias. Y Rodríguez Zapatero, de la frustración que genera su negativa a considerarla.

Antoni Segura, catedrático de Historia Contemporánea.