El director de TV3, uno de los suyos

El mundo del mañana, así titularon la Gran Exposición Mundial de Nueva York de 1939 emplazada en el corazón de Queens y en la que un puñado de avanzados presentaban metrópolis de grandes rascacielos, avenidas llenas de coches, tiendas iluminadas hasta altas horas de la madrugada, cápsulas del tiempo y unos cuantos pintores chalados entre los que un tal Dalí y un tal Miró expusieron sus sueños. Una exposición que se atrevía a dibujarnos cómo serían nuestros días actuales y cómo viviríamos nuestras vidas.

Pese a que no fueron capaces de prever que el segundo desastre mundial llamaría a las puertas tan solo unos meses después, sí acertaron en prácticamente todo lo demás. Y especialmente en un pequeño invento, un “artefacto sin aplicaciones útiles” como diría el New York Times, pero que a los pocos días ridiculizaría a la hemeroteca cambiando nuestro mundo para siempre.

La primera televisión electrónica había nacido. Los hombres podíamos transmitir imágenes visuales con sonido, y lo mejor, podíamos escoger nosotros lo que queríamos y lo que no queríamos transmitir. Pronto algunos se dieron cuenta de eso también y la convirtieron en el arma más potente de todas. La única arma que podía entrar por la puerta de todas las casas y acurrucarse en el salón junto a las familias. El caballo de Trolla del siglo XX había entrado en nuestras vidas para quedarse.

En mi tierra, Cataluña, la televisión ha sido siempre parte de la construcción nacionalista, una auténtica “estructura de estado” como reconocía la consellera. Yo fui un niño de padres andaluces y madrileños y desde que recuerde, por lo que escuchaba en casa, nadie se quejaba. Digamos que al principio TV3 era soportable. Pero el Pujolismo avanzaba y con él su mejor arma. Hasta hoy, cuando los peores datos de audiencia de la historia de la televisión pública catalana son proporcionales a su falta de pluralismo.

¿Por qué TV3 la ven cada vez menos catalanes? Algunos de sus ejecutivos que cobran sueldos de consellers deberían hacerse esa pregunta. La respuesta nos la da GESOP: “El 65% de los catalanes cree que TV3 es independentista”. Y cuando pensábamos que con éstas iban a recapacitar, cuando el ente público ha perdido el liderazgo, cuando ya no le salvan el share ni los goles de Messi, la solución es poner de director a un fanático del independentismo. A un tipo que se ha recorrido Cataluña de mitin en mitin replicando al mentiroso exjuez Vidal. Un comisario político que puede presumir de ser biógrafo de la mano derecha del presunto 3-4-5%, Lluís Prenafeta, y que ha insultado públicamente no solo a partidos políticos sino a muchos catalanes que legítimamente no piensan como él.

Está claro que en la selección de directores de TV3 importa más la trayectoria política que la trayectoria profesional y, eso sí, que se cumplan los dos requisitos fundamentales: ser independentista y odiar a Ciudadanos. Dos condiciones previas que deben acreditarse con matrícula de honor.

A los líderes de la oposición en Cataluña nos han piropeado con “tramposos”, “insignificantes”, “absurdos”. Qué piel más fina tienen estos de Ciudadanos, pensarán algunos. Sin duda, calificativos por los que ni giraría el cuello por la calle, pero que cuando proceden del director de la televisión pública que pagamos todos los catalanes y que decidirá los contenidos políticos de TV3 me traen muchas preguntas a la cabeza: ¿No tenían a otro? ¿Les da igual que se les vea el plumero? ¿Han perdido el norte?

La elección del personaje deja claro que en los momentos más complicados del secesionismo han ido a buscar a uno de los suyos y no a uno de todos. Ya les da igual que los medios públicos sean plurales y neutrales. Ahora no hará falta ni descolgar el teléfono rojo desde el Govern porque, como dijo McLuhan, también en TV3, el medio es el mensaje.

Aquellos valientes que se atrevieron a describir El mundo del mañana no imaginaron que ese artefacto luminoso podría algún día mostrar la caída de las Torres Gemelas, convertir a anónimos en estrellas del pop o retransmitir polígrafos de la verdad sobre líos de cama. Ahora nos toca a nosotros imaginar nuestro futuro y no podemos permitir que los medios públicos sean un tentáculo más del poder político, porque si nos resignamos habremos entregado un espacio de libertad que nos pertenece a todos y que no recuperaremos nunca.

Fernando de Páramo es secretario de Comunicación de Ciudadanos, diputado y portavoz adjunto en el Parlamento de Cataluña.

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