El dominio político conservador

La política diaria es espuma, ruido y furia. Distrae de realidades más profundas. Latente, opera otra política, esquiva, tectónica e imparable: los ciclos políticos - alineamientos de materiales ideológicos, institucionales y electorales fundamentales, que se refuerzan mutuamente.

Ideológicos, porque responden a dilemas básicos, como el papel del Estado en la economía, o de la religión en la sociedad. Institucionales, porque las respuestas a estas cuestiones se rigidizan en los esquemas cognitivos de profesionales y políticos sirviendo a bancos centrales, think tanks,medios de comunicación... Los gobiernos pertenecen en parte al elemento institucional - son administración-y electoral.

Este es clave, porque no hay energía política sin coaliciones estables, como la de élites y clases medias articulada por Aznar, excepto en Catalunya y País Vasco.

Son ciclos por duraderos. El de González, de europeísmo socialdemócrata, duró más de una década. El de Aznar, el de mayor sintonía ideológica, institucional y electoral, continúa incluso cuando Rajoy es derrotado en el 2004. Aun perdiendo un ingrediente institucional - el gobierno- conserva el poder económico, preeminencia en los medios y hegemonía en la judicatura.

Los presidentes que llegan al poder gracias a sus capacidades personales o aprovechando una oportunidad, como Zapatero, pero en oposición a un ciclo dominante opuesto, sufren intentos de severa limitación política (manifestaciones, bloqueo judicial...) y especialmente ataques a su carácter, porque son precisamente sus características individuales las que les han llevado al poder de manera inesperada y, por ello, especialmente irritable al statu quo: al talante de un Zapatero opuesto al ciclo conservador se contrapone el Zapatero "mentiroso"; la integridad de Pujol, opuesto al ciclo socialista en su primerísima época de president, se atacó con el caso Banca Catalana; la extraordinaria inteligencia electoral de Clinton, gobernando contra el ciclo conservador de Reagan sin Reagan, se laminó explotando sus lapsus de autocontrol; el individualismo de Maragall, opuesto al ciclo catalanista dominante aun sin Pujol, se descalificó con acusaciones de excentricidad.

La izquierda hoy se limita a resistir un ciclo conservador todavía dominante. Pero encara años todavía más complicados. En ideología, la derecha descansa en la deslegitimación del estado propagada por la trinidad Thatcher-Reagan-Wojtyla, importada por Aznar. Convertido el "buenismo" en lujo no asumible por la crisis, la izquierda es incapaz de generar pensamiento económico (le ha costado meses decidirse qué impuesto subir - algo que debería ser un criterio inmediato de su visión del mundo-y ya añora alguno que ha cancelado no ha tanto - el del patrimonio). Su desaprovechamiento de la crisis para retomar la iniciativa ideológica le costará décadas de relevancia. En lo institucional la izquierda no sólo ha perdido el poder judicial. Incluso para dotar el Gobierno, la alta administración y otras instituciones la derecha es mucho más capaz de atraer élites meritocráticas (estudiantes aplicados a lo Sáenz de Santamaría y Feijóo), externas en origen a la clase política, facilitando la identificación con el Partido Popular de las clases medias, para las que el esfuerzo sigue siendo virtuoso.

Electoralmente el PSOE todavía no domina la operativa emocional de las campañas (han leído a Lakoff, pero no a Westen). La derecha, por el contrario, cuenta con el aprendizaje de años de movilización; además, como salvo excepciones no cree de verdad en las ideas, solo en intereses, le es más natural el desparpajo populista; finalmente, la imparable debilidad política de la iglesia (Thatcher dixit que el poder es como la virtud: si alguien tiene que recordar - manifestaciones-que es virtuoso es que no lo es), libera al Partido Popular de adoptar medidas que movilicen a la izquierda.

Predecir el porvenir no suele reportar, con el tiempo, buena reputación. Pero sin comparar hipótesis de futuro con la realidad es imposible aprender. Lo sensato hoy es asumir que los conservadores seguirán dominando el tiempo político, incluso aunque no cuenten con el gobierno, al fin y al cabo - y esta es una de las consecuencias de la crisis- este cada vez tiene menos relevancia. El ciclo conservador que se prolonga no será poderoso, será liviano y dominante à faute de mieux.A la izquierda le costará varias legislaturas generar y alinear los componentes de un nuevo ciclo. Mientras tanto, sus intervenciones - incluso desde el Gobierno si lo mantienen-serán reactivas.

Los ciclos políticos no son deterministas. Se da lo inesperado - atentados, catástrofes-, la buena o mala suerte y, también, la iniciativa política de los líderes quienes, excepcionalmente, los pueden crear, prolongar, reforzar... Pero los ciclos son el sustento real de la política, los que proporcionan tracción para hacer cosas, su estrato subterráneo pero más causal. Política es trabajar los cimientos.

José Luis Álvarez, doctor en Sociología por la Universidad de Harvard y profesor de Esade.