El drama une a Londres y Madrid

Javier Carro, Director del Instituto de Estudios Socio Sanitarios (ABC, 08/07/05)

El 7 de julio de 2005 no se borrará de la mente de los ingleses, especialmente de los londinenses, y es que este gran país ha sufrido el mayor atentado en su propio corazón. Inmersos en la celebración por la consecución de los Juegos, inmersos en el desarrollo de la cumbre del G-8, e inmersos en una nueva Presidencia de la UE, las autoridades británicas han declarado «estar desoladas, pero no haberse sorprendido por los acontecimientos. Hace tiempo que estábamos esperando algo de este tipo».

Como muchos otros universitarios españoles, residí y estudié en Londres durante varios años, aquellos en los que las olas de atentados terroristas asolaban la City. Años después, tuve la responsabilidad de dirigir el Hospital «Puerta de Hierro», que recibió víctimas del 11-M, y veló por la prevención posterior ante nuevos atentados.

Es, sin duda, la mayor tragedia terrorista en la historia del Reino Unido, con el mayor número de afectados. El mayor desastre que se recordaba fue en el año 1974, con 28 muertos en los tiempos más sangrientos del IRA.

Al igual que en los atentados de Madrid, todo el mundo alaba el orden en la evacuación y la solidaridad. Y es que el flemático pueblo británico es eminentemente práctico, y hace años que convive con naturalidad con los simulacros de bombas, e incluso refugios nucleares. La cautela y el celo de las autoridades llega a los siguientes extremos: en las estaciones de metro londinenses reza la leyenda «Bombs be alert». Una de las cosas que primero le sorprende al visitante al llegar a la ciudad es que no existen papeleras en partes estratégicas de la ciudad ni en el metro, y cuando el turista se dispone a tirar un papel y pregunta, la respuesta es: «No hay papeleras, es por las bombas».

Dos de los símbolos de Londres, el metro («tube») y los pintorescos autobuses rojos de 2 pisos han sido los objetivos de los terroristas. Un metro que es utilizado a diario por yuppies, trabajadores y la gran comunidad estudiantil procedente de todo el mundo. Dicho metro es el más histórico y antiguo del mundo, por lo que las paradas y «cortes del suministro eléctrico» son constantes.

Ser una gran metrópoli de casi 15 millones de personas, hace que el transporte diario para casi todos los residentes sea público. Además Londres, a diferencia de Madrid, no tiene grandes avenidas como el Paseo de la Castellana, utilizado a diario por miles de vehículos particulares. Y para evitar la excesiva contaminación, hace un tiempo se tomó la decisión de cobrar una especie de peaje por circular y aparcar en la City, así que el número de vehículos ha decrecido en favor del transporte público.

Los atentados se produjeron es estaciones emblemáticas como King´s Cross, Russell Square, Edgware Road, Aldgate East, Moorgate y Liverpool Street, al nombrarlas nos vienen a la cabeza Atocha, El Pozo, Santa Eugenia...

Esta mañana, cuando me enteré de la tragedia, me encontraba reunido con una persona que es madre, y que tiene dos hijos residiendo en Londres. Pude percibir claramente su preocupación y angustia ya que no conseguía contactar con ellos, el móvil primero no contestaba y luego se cortaba. Recordé la expresión de la gente que venía al Hospital a preguntar por amigos y familiares de los que no sabía nada.

Las autoridades británicas han silenciado mucha información, y sólo la proporcionaban «a cuentagotas», posteriormente han declarado que todos los fallecidos y los heridos han sido trasladado inmediatamente a los hospitales, sin embargo todo el día han seguido sonando las sirenas.

El saldo final del black thursday del 7 de Julio, son 37 muertos y 700 heridos.

Madrid.El 11 de Marzo de 2004, a las 8,00 a.m. llegaba al Hospital Puerta de Hierro de Madrid como solía hacerlo habitualmente. Previamente en torno a las 7,45 a.m. escuchaba, a través de la radio, entre noticias confusas, que había habido un atentado en Atocha.

Llamé al resto del equipo directivo y les propuse suspender, bajo mi responsabilidad (hasta ese momento se hacía énfasis en reducir la LEQ), la actividad quirúrgica programada, ya que, a esa primera hora de la mañana no sabíamos las víctimas que había.

En ese momento me vino a la cabeza una conversación que mantuve después del atentado de las Torres Gemelas con Rojas Marcos, a la sazón, gerente del Hospital Municipal de Nueva York, en el 11-S: «Estábamos a la puerta del Hospital a la espera de heridos y éstos no llegaban... Habían fallecido».

Los teléfonos fijos estaban totalmente colapsados y no era posible mantener la comunicación. Tomé la decisión de ir enviando información, a medida que pasaban las horas, a través del fax, que se hizo una herramienta imprescindible. Los teléfonos móviles también estaban bloqueados, curiosamente los elementos causantes de la detonación y de semejante tragedia, no resultaban operativos en un momento de alarmante necesidad.

El Hospital Puerta de Hierro destacó por una importantísima y silenciosa labor en estos casos: se puso a la cabeza en recepción de donantes de sangre. En las jornadas siguientes, hubo un constante goteo de heridos con secuelas menores, venían a que se les asistiera por problemas de oídos u otros daños colaterales.

Esa noche apenas pude conciliar el sueño y mantuve el móvil encendido debajo de la almohada... El 11-M había dejado una enorme huella en mí y en Madrid. El jueves negro de Madrid supuso un balance final de 192 fallecidos, y más de 1.400 heridos. Más de un año después, todavía se sigue prestando asistencia sanitaria a 218 personas. Además, hay 62.000 personas que padecen todavía depresión, 10.000 pacientes con estrés postraumático y 72.000 tienen ataques de pánico reiterados como consecuencia de los atentados de Madrid.

Hoy llueve sobre Londres, pero llueve con lágrimas de emoción y tristeza. Un caluroso recuerdo para los londinenses.