El efecto boomerang

Ante el marasmo de la política exterior española y, sobre todo, la orientada a América Latina, se esfuman las expectativas de una negociación necesaria con Argentina mientras se lamenta el Gobierno de Mariano Rajoy del trato recibido por la presidenta Cristina Fernández. Esta no ha contestado a sus misivas y ha atropellado los derechos de ciudadanos españoles y de una compañía que, como Repsol, es un modelo en todas sus áreas de negocio y en su responsabilidad social corporativa. Seguramente, el presidente español sea consciente de que esos atropellos forman también práctica cotidiana de su Gobierno y de su oposición a Rodríguez Zapatero, y no debe quejarse, al menos en público, por el deterioro que supone para la imagen de España y la antigua marca España. Y debe sugerir esta receta a miembros de su Gabinete y al presidente de honor de su partido.

Las insinuaciones del hoy presidente Rajoy Brey sobre la intervención europea de nuestra economía durante la primavera y el verano pasados nos son hoy devueltas por la actualidad en forma de prima de riesgo, desplome de la Bolsa o precios de deuda pública, como los pagados en las subastas de hace solo una semana. Su compromiso con el Estado del bienestar se ha traducido en la ruptura del equilibrio de las relaciones laborales, el copago sanitario, la reducción de becas, el aumento de tasas universitarias, la rebaja de pensiones o la subida de impuestos…, por citar solo algunas de las decisiones gubernamentales más conocidas. Probablemente, haya que remontarse sin éxito a finales del siglo XIX o principios del XX para encontrar un Gobierno en España que haya perdido más rápidamente el crédito ciudadano y de la comunidad internacional. La tan sugestiva confianza enarbolada por el Gobierno se ha desvanecido en poco más de tres meses, pues no solo no convence a los mercados, sino que depaupera nuestro espacio público, nos adelgaza con dieta fiscal y reduce la talla de nuestro PIB. Rajoy esgrime con orgullo su contribución a la germanización de Europa en la que aspira a ser alumno aventajado.

Los Presupuestos Generales del Estado, el documento más importante para el desarrollo de nuestra economía, se demoran casi medio año por intereses electoralistas. En ellos se recoge un cuadro macroeconómico desalentador donde el efecto multiplicador se transforma en regresivo, destruye riqueza y empleo y dibuja un escenario poco creíble para los españoles, los europeos y los inversores, al tiempo que constriñe a las clases medias y condena a la miseria a las capas más humildes. Justo lo contrario de los eslóganes de campaña, de los mensajes propagandísticos y de sus palabras y las de su equipo más directo. Los medios de comunicación, muchos de ellos al dictado e imaginario de Génova, tienen memoria de esas promesas de bienestar, empleo e inversiones, y de las acusaciones de Rajoy Brey sobre la falta de autoridad y peso de España en la esfera internacional y europea, donde ahora no solo “nos imponen los deberes”, sino que nos obligan a hacerlos baja vigilancia.

Las formas, tan importantes en la jefatura del Estado como en las decisiones del Ejecutivo, e imprescindibles en la diplomacia o en las relaciones institucionales y sociales, delatan un estilo de gobierno arrogante, desorientado y falaz al que la realidad coloca velozmente frente a su espejo. Sólo así se pueden entender las formas con las que el Gobierno se dirige a la comunidad latinoamericana o mediterránea, que solo le interesan como espacio comercial, mientras se ignora la política exterior, el diálogo y el consenso y se convierte en un pastiche económico que obvia realidades como la izquierda iberoamericana o las primaveras árabes.

Este Gobierno no ha hecho gala de inteligencia y buenas maneras en la supresión de entes, en la renovación de cargos o en las explicaciones de los recortes presupuestarios; muchos de ellos, con perjuicio evidente para la subsistencia del estilo de vida de los ciudadanos y las instituciones que nos representan dentro y fuera de nuestras fronteras.

Así se explica que una herramienta fundamental para la política exterior española como las Casas, que trabajan por el diálogo y mejora de las relaciones con las zonas geoestratégicas de interés para nuestro país, se vean desde hace meses paradas, sin rumbo ni orientación, ni un plan estratégico acorde con las necesidades del momento. Las Casas que trabajan desde hace más de 20 años para la diplomacia pública española superan el concepto tópico de marca España y refuerzan la aceptación de los valores de nuestro país en la sociedad civil global.

No se entiende así que la única acción realizada por el actual ministro de Asuntos Exteriores haya sido convocar los consejos rectores de las Casas para cesar de inmediato a sus directores, sin las consultas y consenso previos con el resto de instituciones consorciadas, sin haber hecho una evaluación de su gestión.

Ceses que, como en mi caso, se han realizado en pleno viaje institucional en el exterior, abriendo mercado a más de 30 empresas españolas en los Balcanes, en una feria internacional económica, donde Casa Mediterráneo consiguió el premio al mejor país representado por el número y nivel de empresarios.

Sin duda, la coherencia es un boomerang que nos desnuda frente al espejo de la realidad y puede quebrar nuestro relato lanzándonos desde su fondo nuestras contradicciones. En ese espejo se miran hoy el presidente Rajoy Grey y su ministro García-Margallo, que reciben el efecto boomerang de las formas de su talante y de su talento.

Yolanda Parrado Marcos. Exdirectora general de Casa Mediterráneo.

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