El efecto Brasil en Iberoamérica

El contundente triunfo del derechista Jair Bolsonaro en las recientes elecciones presidenciales de Brasil, han dejado secuelas incurables en el «progresismo» latinoamericano. El PT o Partido de los Trabajadores, fundado en 1980 por Lula da Silva –hoy preso por corrupto– ha sufrido una derrota estrepitosa. Lo que naciera como una iniciativa de trabajadores y sindicalistas de izquierda, para instaurar el socialismo como base de organización de la sociedad en Brasil, se fue transformando con el tiempo en un nido de corruptos, traficantes de influencias y soñadores de proyectos imposibles. El PT gobernó Brasil ocho años con Lula da Silva y casi seis con Dilma Rousseff, quien fuera destituida por el Senado de su país por 62 votos contra veinte, por maquillar cuentas fiscales y firmar decretos ilegales. Rousseff, quien fuera la primera mujer presidente de Brasil, coincidió en su periodo de mandato con Cristina Fernández de Argentina y Michelle Bachelet de Chile, ambas responsables de una pésima gestión presidencial.

La tragedia que sufre el pueblo venezolano y el temor del pueblo brasilero a sufrir una situación semejante en manos de la extrema izquierda volcaron sus preferencias por un político de línea dura que quiere lograr que Brasil vuelva a crecer, recupere la seguridad en sus calles y la corrupción se extermine. El otro gran damnificado tras estas elecciones ha sido el Foro de Sao Paulo, agrupación que congrega a más de cien partidos y movimientos de extrema izquierda, muchos de ellos defensores de la lucha armada para llegar al poder. Solo en Brasil hay siete partidos pertenecientes a este movimiento: Partido Democrático Trabalhista, Partido Comunista del Brasil, Partido Comunista Brasileiro, Partido Patria Libre, Partido Popular Socialista, Partido Socialista Brasileiro y Partido de los Trabajadores.

El Foro de Sao Paulo se reunió en julio de este año en La Habana y dentro de los acuerdos de dicho encuentro está lo siguiente: «Exigimos la libertad inmediata de Lula, después de una condena y prisión sin pruebas y el derecho a ser candidato presidencial en las elecciones de octubre en Brasil, respetándose la voluntad de la mayoría del pueblo brasilero». Los resultados de las elecciones demostraron que la mayoría votó por un cambio y dijo no a la extrema izquierda de Lula y Dilma. La mayoría de los gobiernos democráticos de la región han recibido con beneplácito el resultado de las elecciones de Brasil, lo que ha sido ratificado en una firme intención de considerar nuevamente a Brasil como destino relevante de inversiones. Tras ratificarse oficialmente el macizo triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, felicitó «al pueblo brasileño por una limpia y democrática elección». «Felicito a Jair Bolsonaro por su gran triunfo electoral. Lo invito a visitar Chile y estoy seguro que trabajaremos con voluntad, fuerza y visión de futuro en favor del bienestar de nuestros pueblos y la integración», añadió. Similares mensajes enviaron los presidentes Macri, de Argentina; Trump, de Estados Unidos; Vizcarra, del Perú; Peña Nieto, de México, y Duque, de Colombia.

América Latina gira a la derecha y de eso ya no hay dudas. Libre mercado, libertad de prensa, un Estado más pequeño, libertad política y mayor seguridad son los sueños de millones de hombres y mujeres de la región. No más Castros, ni Chávez, ni Ortegas, ni Kirchners. Bolsonaro ya marcó distancia de organismos multilaterales como la ONU, los que se han convertido en reductos de nostálgicos marxistas promotores de los derechos más que de los deberes. Según Bolsonaro, la ONU no tiene compromiso alguno con América Latina e incluso declaró que sacaría a Brasil de la ONU. El nuevo responsable del futuro de Brasil se ve más cercano a una Alianza del Pacífico abierta al mundo que a un inoperante Mercosur. Brasil, con una población y una superficie que representan un tercio de América Latina, está llamado a recuperar el tiempo perdido con propuestas populistas, con gobernantes corruptos y con una estructura social dañada por el crimen y la extrema pobreza. La prensa regional, mayoritariamente, se mostró contraria a Bolsonaro durante toda la campaña presidencial, a quien insistentemente llamaron ultraderechista, en contraste con el candidato de izquierda, quien a pesar de su cercanía con Maduro y Ortega, nunca fue tildado de ultraizquierdista.

El tiempo irá contestando las interrogantes y los hechos demostrarán si el pueblo brasilero tomó la decisión correcta. Lo que ya es una realidad es que el PT, Partido de los Trabajadores, se transformó en un partido terminal. Lula deberá escribir sus memorias desde la cárcel y Dilma deberá rezar mucho para que las nuevas investigaciones que se iniciarán al asumir el nuevo gobernante no la conduzcan a la cárcel a acompañar a su socio.

Andrés Montero J., empresario chileno.

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