El efecto monigote

No cuesta mucho imaginarse la irritación del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con los colaboradores que le aconsejaron a mediados de febrero, incluso con un cierto entusiasmo, que designara a Esperanza Aguirre candidata a la alcaldía de Madrid. Todo ello con un argumento mucho más propio de ser expuesto en un patio de colegio que como resultado de la estrategia de un partido político de gobierno y que consistía en que pasara lo que pasara en la capital de España, en las elecciones del 24 de mayo, él ganaba siempre. Si Esperanza Aguirre alcanzaba la alcaldía de Madrid, la indómita aspirante quedaba desplazada a la árida batalla de la política municipal. Y si no era así, tenía que enfilar el camino del retiro, en el que desde hace tiempo se la intenta infructuosamente ubicar, tras una derrota que sólo merecería los calificativos de humillante y aparatosa. Así de sencillo repitieron algunos que era el plan elaborado entre aquellas cuatro paredes del palacio de la Moncloa, al que tan pocas personas tienen en estos tiempos difíciles un acceso regular. De esa manera y confundiendo la imaginación con la realidad se fraguó el descabellado intento de comprar, menospreciar y humillar a Aguirre. La condesa consorte de Bornos y grande de España al fin iba a dejar de ser un engorro. ¿A quién no le gusta ganar siempre?

Sin embargo a sus 62 años, Aguirre, con la candidatura en firme en el bolsillo, ha hecho lo que mejor sabe hacer: disparar a quemarropa a todo el que trate de acercársele con malas intenciones o con propósitos que no comparte. Ha exhibido el único movimiento que cabía esperar de ella: se ha revuelto contra su propio partido, ha desautorizado sin contemplaciones a sus máximos dirigentes, ha dejado claro que las únicas reglas son la suyas y ha obligado a Mariano Rajoy a bajar indisimuladamente la cabeza. Una vez más, sus alfiles femeninos, el prestidigitador Pedro Arriola y el incombustible Javier Arenas, le han acabado preparando un plato de digestión imposible. Por el contrario, Aguirre se debió relamer cuando supo que las portadas de los diarios del pasado domingo iban a anunciar que, una vez designada candidata, la sede central de Génova le colocaría una gestora en Madrid para arrebatarle el puesto de mando. Ese momento lo debía estar esperando desde el congreso del PP que perdió en el 2008 en Valencia por incomparecencia, y ante la falta total de apoyos que garantizaran su elección. Haciendo uso de su habitual desparpajo y con apenas unas pocas palabras, tan sólo tuvo que declarar el domingo que ella no era un monigote y que antes estaba dispuesta a volverse a su casa. Victoria por KO de Aguirre en el primer minuto del primer asalto.

Ha vuelto Aguirre, se ha diluido el PP, el Gobierno continúa políticamente plano y han retornado a las primeras páginas de los periódicos nombres propios del aznarismo como María San Gil, Mayor Oreja o Eduardo Zaplana, vía José Bono y Oleguer Pujol Ferrusola. Todo con la mirada puesta en el 22 de marzo y los comicios andaluces, la primera etapa de las cinco de que consta la Vuelta Electoral 2015. Aunque nadie se esfuerza en recordarlo, en el 2012 ganó por primera vez el PP en Andalucía. Pero no llegó a gobernar y los socialistas conservaron gracias a IU la presidencia como en las ocho legislaturas anteriores. Tres años después, aquella victoria del PP apenas se conserva como una nota a pie de página para los historiadores, sus expectativas quedan muy lejos del ganador y la realidad es que tienen muy difícil entrar en una combinación de gobierno.

No contempla un mejor pronóstico el catalán Manuel Valls, que pasará el mismo día de las andaluzas su primera prueba en las urnas -también en elecciones regionales- como jefe del Gobierno francés de izquierdas. El PS gobierna unos 60 departamentos del centenar existente. En esta primera vuelta es probable que el FN ocupe, como en las europeas, el primer lugar en muchas circunscripciones eliminando para la segunda y definitiva a los socialistas. El efecto del 11 de enero, fecha de la gran manifestación contra el terrorismo, ha quedado amortizado y el PS se arriesga a una derrota histórica. De ahí la hiperactividad del primer ministro por todo el territorio y su discurso del miedo apelando a los riesgos para Francia si el FN ocupa la primera posición. A pesar de que, por ahora, no está en cuestión la renuncia de Valls a la Jefatura de Gobierno, su antecesor, Jean-Marc Ayrault, dimitió a las pocas horas de conocerse el duro castigo infringido por los electores en las municipales que se celebraron hace un año. Sin embargo, logró un 40,6% de los sufragios. Aunque estos comicios son muy diferentes, ya que concurren más formaciones políticas que en las municipales y el punto de partida es el 30% del 2010 en la primera vuelta, las encuestas no le auguran al partido del presidente Hollande un resultado muy por encima del 20%. Se da por seguro que habrá cambios en el Gobierno socialista aunque la dimensión de estos aún es una incógnita.

El fogoso Valls ha tensado con varias vueltas de tuerca la tradicional política socialista francesa. Gusta más fuera del PS que en las filas de su formación, aún muy de izquierdas en términos políticos clásicos. Su apuesta por una mayor liberalización comercial y su discurso sobre la inmigración no despierta simpatía en el partido y son muchos los que creen que se dedica más a afilar su candidatura a unas futuras presidenciales que a mejorar el delicado momento electoral por el que atraviesan los socialistas. En cualquier caso, Valls tiene madera de líder, no es un político mediocre ni le asustan los retos. En la jerga de Aguirre, está muy lejos de ser un monigote. Y, además, parece saber bien lo que anhela: el Elíseo. ¿Por qué en todas partes hay una ristra de políticos que ambicionan el poder y no se esconden de ello mientras que en Catalunya hay tan pocos capaces de pelear, si es necesario, para lograrlo?

Se le puede calificar de muchas maneras a Aguirre, pero no de monigote. El resultado demuestra que los monigotes se sentaban entre los que han diseñado la supuesta trampa contra la lideresa, asesores de pacotilla, propios de manuales de autoayuda, que se recrean pensando que lideran el ala oeste de la Moncloa. Al final han acabado consiguiendo el retorno de una Esperanza Aguirre más incisiva y populista que nunca, incluso capaz de acabar en cuestión de minutos con la Copa del Rey de fútbol. En la entrada del otrora café literario Les Deux Magots de Saint-Germain-des-Prés y hoy, fundamentalmente, un entrañable café-restaurante repleto de turistas y parisinos de la zona, destacan sobre sendas peanas dos esculturas orientales que no son otra cosa que figuras grotescas de dignatarios chinos. Cuando a mediados del siglo XIX, el almacén de novedades que allí estaba ubicado se transformó en el establecimiento que hoy es, se rescataron estas dos figuras y se las puso en lugar destacado. Hay quien las ha considerado a lo largo de las décadas como dos monigotes confucianos que bien podrían servir para nuestra historia. Monigotes también los que en forma de pescado se cuelgan el 1 de abril en la espalda de los niños franceses, como en España se celebraba antes el 28 de diciembre, día de los Inocentes. Porque, al final, ese día que se conoce en Francia como el de los pescados falsos, no es otra cosa que el día de quienes no aceptan la realidad. O, en su error, la ven de otro modo.

José Antich

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