¿El efecto Varoufakis?

En su misiva de fines de 2015, Holger Schmieding, del banco de inversiones Berenberg de Hamburgo advirtió a los clientes de su empresa que de lo que deben preocuparse ahora es del riesgo político. Para ilustrarlo, publicó el diagrama a continuación, que muestra el colapso de la confianza empresarial en Grecia durante fines de la primavera de 2015, que solo se recuperó después de mi renuncia al Ministerio de Finanzas. Schmieding eligió llamar a esto «el efecto Varoufakis».

No hay dudas de que actualmente los inversores deben preocuparse —y mucho— por el riesgo político, incluida la capacidad de los políticos y burócratas para causar daños incalculables a las economías. Pero también deben recelar de aquellos analistas o incapaces de —o no interesados en— distinguir entre causalidad y correlación y entre insolvencia e iliquidez. En otras palabras, deben recelar de analistas como Schmieding.

La confianza empresarial en Grecia ciertamente se desplomó unos pocos meses después de que asumí como ministro de finanzas y se recuperó un mes después de mi renuncia. La correlación es evidente, pero, ¿fue esa la causa?

Consideremos el siguiente ejemplo. La confianza empresarial cayó en septiembre de 2001 (después de los ataques terroristas en Nueva York y Washington D. C.), cuando Paul O’Neill era secretario del Tesoro de EE. UU. ¿Hubiera mostrado Schmieding un gráfico con esa caída etiquetada como «efecto O’Neill»? Por supuesto que no: la caída de la confianza empresarial no tuvo nada que ver con O’Neill, sino que estuvo absolutamente relacionada con los temores por la seguridad global. La correlación con la titularidad de O’Neill fue irrelevante.

De manera similar, en el caso de Grecia el colapso de la confianza empresarial ocurrió mientras yo estaba de guardia. Pero la causa fue que nuestros acreedores, la llamada troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) dejó en claro que cerraría nuestro sistema bancario para obligar a nuestro gobierno a aceptar un nuevo acuerdo crediticio para «extender plazos y pretender cumplir».

Antes de esas amenazas, la confianza empresarial en realidad estaba mejorando en Grecia. De hecho, un día después de que presenté mis propuestas fiscales y de reforma a la comunidad de inversores de la Ciudad de Londres, las acciones mostraron un impresionante repunte. (De hecho, durante mi ejercicio en el ministerio de finanzas, el PIB real creció más que durante los dos últimos trimestres de 2014, que Schmieding identifica como un período de aumento de la confianza).

Entonces, ¿qué causó la enorme caída de la confianza empresarial durante mi ejercicio? ¿Fueron mis propuestas de política —diseñadas conjuntamente con Jeff Sachs (con aportes de Norman Lamont, un excanciller tory del Tesoro del Reino Unido, Larry Summers, de Harvard, y James K. Galbraith, de la Universidad de Texas)? ¿O fue la explícita amenaza de la troika de cerrar los bancos (que en última instancia cumplieron cuando nos atrevimos a someter el ultimátum de nuestros acreedores a un referendo del pueblo griego en julio pasado)? En otras palabras, ¿fue el «efecto Varoufakis» o el «efecto troika»?

Para responder a esta pregunta de manera útil para los inversores, un analista debe al menos hacer el esfuerzo de establecer si la correlación observada indica un vínculo causal. Leer nuestras propuestas de política y compararlas con el programa de la troika hubiera ayudado. Desafortunadamente, eso hubiera requerido un trabajo que algunos analistas prefieren evitar.

La pregunta relevante es si hicimos lo correcto al enfrentar a la troika —un puntal de nuestra plataforma electoral de enero de 2015— o si debiéramos haber firmado el «programa griego» de nuestros acreedores. Entiendo que no teníamos alternativa más que resistirnos al plan de la troika.

El motivo es simple: el Estado griego se tornó insolvente a principios de 2010. A partir de mayo de 2010, se abordó esa insolvencia a través de créditos secuenciales para «extender plazos y pretender cumplir» en condiciones que aseguraban la reducción del ingreso, la inversión y el crédito para el país. Se continuó empeorando un caso de insolvencia cada vez más, pretendiendo que era simplemente un problema de liquidez.

¿Se estaba reponiendo la economía griega a fines de 2014? Por supuesto que no. El PIB nominal nunca dejó de caer, la deuda pública y privada continuó tornándose cada vez menos sostenible, y durante todo ese tiempo la inversión y el crédito estuvieron en coma. Sin una reestructuración de la deuda, una meta reducida para el superávit presupuestario primario (neto de los pagos de la deuda), un «banco malo» para lidiar con los créditos morosos y una agenda de reformas integrales que se ocupe de los peores casos de búsqueda de rentas, Grecia está condenada a una depresión permanente.

¡Ay!, la troika, debido a motivaciones políticas, sufría una negación y mostraba una profunda falta de interés en nuestras propuestas de política. Una y otra vez, simplemente exigían la rendición.

Ciertamente, pudimos haber lidiado mejor con ese enfrentamiento, pero que un analista culpe a la víctima de esa violencia financiera no solo es moralmente censurable, sino que constituye un pésimo servicio para sus clientes (quienes, por ejemplo, pueden sentir una falsa confianza en que Grecia está mejorando ahora que se obligó a Varoufakis a renunciar).

Por suerte existen analistas aplicados, como Mohamed El-Erian, a quienes pueden recurrir los inversores sensatos. Su veredicto es claro: la caída griega en 2015 se debió al «efecto troika».

Sí, el riesgo político existe y se ve claramente en Europa, pero proviene de la falta de voluntad de la troika para reformarse y repensar sus políticas fracasadas.

Yanis Varoufakis, a former finance minister of Greece, is Professor of Economics at the University of Athens. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *