Estratégicamente situado entre el Magreb y Oriente Próximo, Egipto ha sido, es y será un actor político, económico y cultural central en el tablero árabe, de ahí que ninguna de las potencias regionales ni internacionales pueda permitirse ignorarlo. Cuna del nacionalismo árabe y del islam político, también ha sido pionero en el cambio del autoritarismo militar hacia una democracia islamista todavía imperfecta. Bajo la batuta de los Hermanos Musulmanes (HHMM), el Egipto de la era post- Mubarak se debate entre la necesidad de afrontar su complicada agenda doméstica y su voluntad de recuperar el protagonismo en la escena regional.
CONTEXTO
El Partido de la Justicia y la Libertad (PJL) -la marca política de los HHMM- fue la fuerza más votada en las primeras elecciones libres y realmente competitivas celebradas en la historia contemporánea egipcia. La disolución de la Asamblea Constituyente por la Corte Suprema, el pasado 14 de junio, ha provocado una inusitada concentración de poder (ejecutivo y legislativo) en manos del presidente Mohamed Morsi. Esta circunstancia explica el creciente malestar de los sectores liberales y revolucionarios, que consideran que se ha reforzado el presidencialismo y que el PJL disfruta de una situación cuasi monopolística en la escena política, muy parecida a la que en su día tuvo el oficialista Partido Nacional Democrático.
La acción de gobierno de Morsi presenta claros y sombras. De una parte ha conseguido desembarazarse del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que se había atribuido plenos poderes legislativos y ejecutivos el 30 de marzo de 2011. El mariscal Tantawi y el jefe del Estado Mayor Sami Anan han abandonado la escena política, probablemente tras recibir garantías en torno a su inmunidad. De otra parte, Morsi apenas ha conseguido avances en su ambicioso Programa de los 100 días (distribución de pan, mejora del tráfico, acceso a gasolina, vuelta de la policía a las calles y sanidad para los sectores desfavorecidos). A pesar de ello, el presidente sigue conservando un elevado respaldo popuilar (un 78% según una reciente encuesta publicada por Al-Ahram).
En lo que respecta a la dimensión regional egipcia, el Proyecto Renacimiento, planteado durante la campaña electoral, constató la voluntad del PJL de "restaurar el papel protagonista de Egipto en la región y fortalecer los tratados y acuerdos internacionales de cara a preservar los intereses de los egipcios". Pese a esta declaración de intenciones, Morsi se enfrenta a un escenario regional sumamente complejo, especialmente en lo que atañe a la profudización de la crisis siria y al futuro de la relación con Israel.
LA AGENDA DOMÉSTICA
La elaboración de una nueva Constitución representa un test sobre la capacidad de concertación del PJL y, a la vez, será clave para determinar si existe o no una agenda islamista oculta, sobre todo en lo que se refiere a la aplicación de la sharía o la situación de la mujer, la minoría copta y los derechos humanos. Muchos sectores de la sociedad egipcia temen que los HHMM intenten anteponer los intereses de su electorado sobre los generales del conjunto de la población.
Pese a que el borrador constitucional señala que no se discriminará en función de sexo y se asegurará la igualdad entre hombres y mujeres, ambos aspectos se condicionan a que no choquen con las provisiones de la sharía. Otro de los artículos más polémicos es el relativo a la libertad de credo, puesto que sólo se garantiza para las religiones monoteístas reveladas -el judaismo, el cristianismo y el islam suní (para evitar la expansión del rito chií)-, las únicas que podrán edificar nuevos templos. El borrador constitucional también remarca que la mujer tendrá que "conciliar sus responsabilidades familiares y su empleo" y que deberá preservarse "el carácter auténtico de la familia egipcia y la protección de sus tradiciones y valores morales", artículos orientados a preservar el carácter patriarcal de la sociedad egipcia.
Las presiones de los sectores salafistas han sido considerables en todo el proyecto constituyente. De hecho, el Partido Nur (la segunda fuerza política del país con el 25% de los votos) ha amenazado con movilizar a sus simpatizantes en el caso de que se sobrepasen determinadas líneas rojas. El artículo 2 de la actual Constitución señala que "los principios de la sharía son la principal fuente de legislación", pero los salafistas pretenden que se reconozca la sharía como fuente para toda la legislación egipcia (a lo que se oponen los HHMM y Al-Azhar). Además, los salafistas son contrarios a que la Constitución garantice la libertad de culto al interpretar que favorecería la apostasía.
La cuestión de los derechos humanos tampoco parece ser una prioridad. Tanto el PJL como el salafista Al-Nur (que controlan las dos terceras partes de la Asamblea Popular) consideran que la defensa de los derechos humanos y las libertades públicas debe condicionarse a la sharía. De hecho, el borrador constitucional no prohíbe la tortura, que las fuerzas de seguridad practican de manera sistemática. En los primeros 100 días de mandato presidencial, el Nadim Centre for the Rehabilitation of Torture Victims denunció 34 muertes, 88 torturas y 7 violaciones a manos de las fuerzas policiales. El Cairo Institute for Human Rights Studies denunció, a su vez, la sistemática persecución de los sindicatos con 39 líderes sindicales despedidos de sus trabajos, otros 32 investigados por tomar parte en huelgas y 5 sentenciados a penas de prisión.
La otra prioridad gubernamental es la economía. Desde enero de 2011, la economía ha registrado un fuerte retroceso como consecuencia de la falta de inversiones extranjeras y del colapso del turismo. Según diferentes estimaciones, el déficit fiscal de este año alcanzará el 8% del PIB. Con las divisas prácticamente agotadas y con el petróleo en alza, Egipto necesita más que nunca capital extranjero. El Proyecto Renacimiento pretende captar 200.000 millones de dólares en inversiones y alcanzar, en un plazo de cinco años, un crecimiento del 7% anual, suficiente para garantizar trabajo a buena parte de las 700.000 personas que cada año intentan incorporarse al mercado laboral.
ESCENA REGIONAL
La nueva política exterior egipcia es más continuista que rupturista; no está guiada por cuestiones ideológicas sino por el pragmatismo. Durante la campaña electoral, Morsi se comprometió a respetar los compromisos internacionales asumidos por Egipto. Desde los Acuerdos de Camp David, EEUU otorga 1.300 millones de dólares anuales en ayuda militar y otros 250 destinados al desarrollo de infraestructuras, proyectos sanitarios, educativos y de desarrollo. Esta ayuda es altamente impopular entre la población egipcia (según una reciente encuesta de Gallup, un 71% de los encuestados la rechaza). La Administración de Obama ha anunciado su voluntad de realizar una quita de 1.000 millones de la deuda egipcia para aliviar la situación económica. El apoyo norteamericano también es indispensable a la hora de que el FMI conceda un préstamo de 4.800 millones. A pesar de la importancia de estos vínculos, Morsi decidió visitar China antes que EEUU. Los intercambios comerciales entre ambos países sumaron en 2011 los 8.800 millones de dólares (frente a los 8.300 millones del comercio norteamericano-egipcio).
Después de viajar a Nueva York para intervenir en la Asamblea de la ONU, Morsi visitó Bruselas. Su objetivo era despejar las incógnitas existentes en torno al rumbo del país y, sobre todo, captar inversiones. Desde la entrada en vigor del Acuerdo de Asociación entre la UE y Egipto, los intercambios comerciales no han dejado de crecer pasando de los 11.500 millones de euros en 2004 a los 23.200 de 2011. Esta tendencia al alza se intensificó claramente tras el Plan de Acción suscrito en el marco de la Política Europea de Vecindad. Recientemente, la UE se ha comprometido a ofrecer un préstamo de 1.000 millones de euros para afianzar la transición. También la visita a El Cairo del ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel García-Margallo, sirvió para constatar el interés de ambos países por fortalecer los intercambios comerciales mediante la creación de un consorcio hispano-egipcio para fomentar la actividad empresarial.
Para tratar de recuperar el peso específico de Egipto en Oriente Medio, Morsi realizó su primer viaje oficial a Arabia Saudí, que le ofreció un préstamo de 1.500 millones de dólares. Posteriormente, Morsi participó en la Cumbre de los Países No Alineados celebrada en Teherán, en la primera visita de un presidente egipcio a territorio iraní desde la Revolución Islámica de 1979. Morsi reclamó la salida de Bashar al-Asad y el fin de su "régimen represivo", lo que provocó el malestar de Irán, aliado estratégico de Siria. Para evitar una guerra civil propuso la creación de un grupo de enlace integrado por las potencias regionales: Egipto, Irán, Turquía y Arabia Saudí. En lo que se refiere a Israel, las relaciones comerciales entre ambos países se han deteriorado de manera notable tras la cancelacion del acuerdo por el cual Egipto vendía su gas a Israel a precios inferiores a los del mercado. Numerosas voces reclaman que el gobierno egipcio recupere la completa soberanía sobre el Sinaí, a pesar de que los Acuerdos de Camp David limitan el despliegue de armamento en algunas de sus zonas. El ataque yihadista contra un puesto policial egipcio en el mes de agosto (que se saldó con la muerte de 16 policías) dio pie a una vasta operación militar contra los grupos yihadistas, pero también para recuperar posiciones en dicha península.
En la cuestión palestina, el gobierno egipcio trata de nadar entre dos aguas. Por una parte ha mediado entre Fatah y Hamás, pero ha fracasado a la hora de impulsar un gobierno de unidad nacional. Pese a su sintonía con Hamás, tan sólo ha aliviado parcialmente el bloqueo de la Franja de Gaza mediante la apertura de la frontera para personas (pero no para mercancías). Hamás viene reclamando, con escaso éxito hasta el momento, la creación de una Zona de Libre Comercio en la localidad fronteriza de Rafah. Además, la destrucción de túneles por las autoridades egipcias ha sido criticada por Hamás, ya que hace peligrar una de sus principales fuentes de ingresos.
ESCENARIOS
La asunción de responsabilidades de gobierno ha obligado al presidente Mohamed Morsi a decantarse por la realpolitik y aparcar la retórica populista empleada en el pasado. Una de las tareas más complejas en la agenda de Morsi será mantener un equilibrio entre la agenda doméstica, que ocupa un lugar prioritario, y la proyección regional, que no puede descuidarse si Egipto quiere volver a recuperar el peso específico que antaño disfrutó en Oriente Medio.
En la escena doméstica, el principal reto es plantear una Constitución consesuada que no imponga un Estado religioso, que sería bien recibido por los votantes de los HHMM y por los sectores salafistas pero ampliaría el abismo que les separa de los sectores liberales y laicos. El texto constitucional, que deberá someterse a referéndum, representa un test para el gobernante PJL y pondrá a prueba su capacidad de concertación con el resto de las fuerzas políticas. El escenario más peligroso es que la sociedad egipcia se polarice ante la falta de diálogo.
Los salafistas han amenazado con movilizar a sus simpatizantes si sus demandas no son satisfechas. El creciente poder de los salafistas supone un serio motivo de preocupación para los HHMM, ya que pretenden imponer sus concepciones al conjunto de la sociedad y cuentan, para ello, con la generosa ayuda de Arabia Saudí y las grandes fortunas del golfo Pérsico. De hecho, la manifestación ante la embajada de EEUU en El Cairo fue, ante todo, una demostración de fuerza de los salafistas a escala interna y una evidencia más de que podría darse un 'choque de islamismos' entre una visión más contemporizadora y aperturista y otra más inflexible y rigorista.
El gobierno egipcio no puede pasar por alto las reivindicaciones de los sectores liberales y revolucionarios, que han promovido un frente unido de cara a las próximas elecciones legislativas. La Coalición de la Nación Egipcia está integrada por la Corriente Popular de Hamdin Sabbahi (que quedó en tercer puesto en las elecciones presidenciales con el 21,5% de los votos), el Partido de la Constitución de Mohamed ElBaradei, el Partido de la Conferencia de Amr Moussa, el Partido al- Wafd, los Liberales Egipcios, el Partido de la Alianza Popular Socialista y el Partido Social Democrático Egipcio, entre otros. Los HHMM deben decidir si quieren caminar sólos o, por el contrario, pactan con el resto de fuerzas para garantizar la gobernabilidad del país.
En lo que se refiere a la escena internacional, Morsi probablemente se verá obligado a seguir una política continuista. Si bien es cierto que Egipto podría estar tentado de buscar nuevos aliados para tratar de reequilibrar su política exterior, también lo es que la alianza con EEUU sigue siendo vital en este periodo de incertidumbre. Morsi es consciente que necesita a EEUU para estabilizar la situación interna y para garantizar el éxito de una transición que podría verse amenazada por los residuos o fulul del régimen mubarakista. Por muchos que sean los desencuentros, EEUU no puede distanciarse de Egipto, centro neurálgico del mundo árabe. Algo parecido se puede decir de las relaciones euro-egipcias: la UE continúa siendo el principal socio comercial de Egipto y el mantenimiento de las relaciones comerciales es esencial para garantizar la estabilidad.
La posibilidad de que Egipto asuma un mayor protagonismo regional está supeditada a que Morsi consiga afianzar su posición interna. Tampoco en este ámbito se perciben cambios de envergadura en la tradicional política exterior egipcia. Una normalización con Irán estaría condicionada a una solución negociada de la crisis siria y a un papel más constructivo de Teherán en la región, algo que no parece plausible a día de hoy. Además, este paso no sería bien visto por Arabia Saudí, que desconfía de las potenciales derivaciones militares del programa nuclear iraní. El escaso recorrido de la iniciativa egipcia para evitar un enquitamiento de la guerra civil siria pone de manifiesto no sólo la falta de concreción del plan, sino también la precipitación de Morsi.
En lo que respecta a las relaciones con Israel, Egipto parece encaminarse a una paz fría o, como sumo, a una situación de no-guerra y no-paz, similar a la mantenida por ambos países en el pasado. Algunas voces críticas llaman a revisar e, incluso, revocar el tratado de paz, pero Morsi ha garantizado que lo respetará, entre otras cosas porque en esta etapa de afianzamiento de su liderazgo no le conviene un choque de trenes con EEUU y, mucho menos, con Israel. Ello no debería ser interpretado como un cheque en blanco por parte de Israel, cada vez más determinado a que sus políticas de hechos consumados entierren definitivamente la solución de los dos Estados. Probablemente es en la Franja de Gaza, dominada por Hamás, donde se asistirá a un cambio de mayor envergadura con la apertura gradual de la frontera para mercancías a medio plazo.
RECOMENDACIONES
El éxito o el fracaso de la transición egipcia no sólo tendrá implicaciones a escala doméstica, sino que además tendrá efectos en el conjunto de Oriente Próximo. La UE y España se juegan en Egipto la estabilidad de la cuenca sur mediterránea en las próximas décadas, de tal manera que no deberían escatimarse esfuerzos a la hora de reforzar las relaciones bilaterales.
A la UE:
- El proceso de transición podría verse amenazado por el deterioro de la situación económica. Como principal socio comercial de Egipto, la UE debería reforzar su ayuda y ofrecer un estatuto preferencia l en el caso de que se registren avances concretos en el camino de la democratización y en el ámbito de los derechos humanos y las libertades públicas (en coherencia con el espíritu del Proceso Euro-Mediterráneo y los Acuerdos de Asociación).
- La UE debe ser vista como un socio que puede contribuir a asentar la democracia. Además de reforzar los vínculos comerciales, la UE también debería poner en marcha un fondo para asentar la transición, fortalecer la sociedad civil y reformar el aparato securitario y la judicatura (similar al Middle East and North Africa Incentive Fund aprobado por la Administración Obama).
- En el caso de que la UE no juegue un papel más activo, algunas de las potencias regionales (en particular Arabia Saudí y Qatar) podrían aprovechar este vacío para tratar de influir en el proceso de transición. La ayuda de dichos países podría convertirse en un arma de doble filo en el caso de que se supedite a que la religión tenga un mayor peso en el Egipto post-Mubarak y a que las demandas de los sectores salafistas sean adecuadamente satisfechas.
A España:
- Como consecuencia de los cambios sistémicos que está experimentando el mundo árabe, España debería asumir un mayor protagonismo en el seno de la UE para que la política euro-mediterránea se adapte a la nueva situación existente sobre el terreno. Se necesitan un nuevo enfoque y nuevos instrumentos para que la PESC contribuya efectivamente al éxito de los procesos de transición iniciados en algunos de los países de la cuenca sur mediterránea. Una decidida contribución europea permitiría no sólo avanzar hacia la democracia, sino también garantizar la estabilidad del área euro- mediterránea y prevenir la irrupción de movimientos islamistas radicales.
- España es contemplada con simpatía en el mundo árabe y podría constituirse en un referente dada su propia experiencia en la transición. Por ello debería acompañar los procesos de transición mediante el fortalecimiento de la sociedad civil y el desarrollo de políticas públicas (como ya hace el Programa Masar de la AECID), lo que requeriría reforzar la cooperación y dotarla de mayores recursos, ya que el espacio euro- mediterráneo sigue siendo una de las señas de identidad de nuestra política exterior.
Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos, Universidad de Alicante.