El ejército «Google» de Daniel Ortega

Los revolucionarios del siglo XXI al parecer aprendieron de sus predecesores del siglo XX que el problema no eran los métodos sino los ideales, de modo que se deshicieron de los ideales y conservaron los métodos. Esto explica la conducta de algunos gobiernos latinoamericanos bullangueros. El aquelarre incluye al nicaragüense Daniel Ortega, que ha invadido territorio costarricense. Con el pretexto de dragar una parte del río San Juan que separa a los dos países, su ejército tomó una porción de tierra en la margen derecha. De acuerdo a un fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, la margen derecha pertenece a Costa Rica. La operación de dragado fue dirigida por Edén Pastora, un personaje salido de la ópera bufa que pasó de comandante sandinista a revolucionario caído en desgracia y de «contra» antisandinista a punta de lanza, ahora, del expansionismo del redivivo gobierno sandinista. Sostiene que los mapas de Google ubican a su campamento en territorio nicaragüense —un error que Google, convertido en una suerte de Papa Alejandro VI, cuya bula dividió el nuevo mundo entre España y Portuga</CW><CW-18>l en el siglo XV, ha corregido.

Costa Rica, que carece de ejército y era un símbolo de estabilidad y coexistencia pacífica cuando esos eran conceptos arcanos en América Latina, acudió a la Organización de Estados Americanos. A la reciente resolución de la OEA que solicita una retirada de las tropas sólo se opuso Venezuela; hubo un par de abstenciones de otros revolucionarios. Ortega afirma ahora que efectivamente se retirará… pero del organismo hemisférico, no de Costa Rica. Su táctica de apelar a la Corte Internacional de Justicia es poco sutil. Está subvirtiendo con desesperación los pocos pesos y contrapesos que quedan en Nicaragua para buscar la reelección de forma inconstitucional y sabe que el Tribunal de La Haya ya ha concedido a Nicaragua la soberanía sobre el río, y otorgado a Costa Rica derechos de navegación, así como la soberanía sobre la margen derecha. Calcula que para el momento en que el Tribunal emita una nueva decisión, hace rato que habrá sido reelegido.

Ortega pretende, aparentemente, desviar la desembocadura del río, que está en el Caribe, hacia territorio nicaragüense. Sin embargo hay interpretaciones más sombrías. En Tel Aviv, el diario «Haaretz», de centro-izquierda, ha llegado a afirmar, basado en fuentes israelíes, que existe un diseño venezolano-nicaragüense-iraní para construir un canal entre los océanos Pacífico y Atlántico. El ex vicepresidente costarricense Kevin Casas-Zamora me dijo que «la racionalidad de esto desde el punto de vista de Ortega no es clara. Los actos de un loco o sociópata nunca son enteramente claros. Con la regularidad de un reloj suizo, cada vez que se acercan las elecciones en Nicaragua, la clase política nicaragüense convierte al río San Juan en un tema».

Aparte de esta vieja disputa fronteriza, Ortega ha pasado el último año demoliendo todo obstáculo para su reelección, como hicieron Chávez, Evo Morales y Rafael Correa en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Está doblemente impedido de postularse porque la Constitución limita a los presidentes a dos mandatos no consecutivos (fue también presidente de 1985 a 1990). Al no reunir los votos suficientes en la Asamblea, Ortega logró que los jueces sandinistas del Tribunal Supremo votasen a su favor alegando que sus derechos humanos estaban siendo violados. Los jueces no sandinistas fueron emboscados por turbas oficialistas y luego, en la práctica, forzados a abandonar sus puestos. Ortega publicó una Constitución cambiada y extendió de manera ilegal los mandatos de sus aliados en el Tribunal Supremo.

No es indispensable ser arúspice para ver lo que se viene. Ortega cometió fraude electoral en las elecciones locales de 2008, cuando le robó el triunfo a Eduardo Montealegre, aspirante a alcalde de Managua. Ha extendido ilegalmente los mandatos de los miembros del Consejo Electoral que santificó la elección. «Ortega no sobreviviría si no fuera por el dinero que recibe de Hugo Chávez», me dijo Montealegre tras el fraude. «Equivale a un tercio del presupuesto nacional, y su designio es simplemente desmantelar la democracia y permanecer en el poder para siempre».

La invasión del territorio costarricense, país donde los inmigrantes nicas ya constituyen el 12 por ciento de la polación, es el último acto de matonería en la búsqueda del poder total. No sólo contra Costa Rica: también, y lo que es más importante, contra sus críticos internos, ahora aterrorizados de convertirse en «traidores» si denuncian lo ocurrido en la frontera y observando impotentes cómo su enemigo se hace fuerte en medio de la histeria nacionalista.

Álvaro Vargas Llosa