El elefante indio desembarca en América Latina

Síntesis: Después de China, la India, otro país perteneciente a los BRICS, irrumpe con fuerza en América Latina y con la voluntad de quedarse. Su primer desembarco estratégico se ha centrado casi exclusivamente en los sectores de la alimentación y el petróleo. En Argentina ha ido a la búsqueda de cereales, soja y manufacturas de acero; en Brasil de café, soja y hierro; cobre y productos de mar en Chile; petróleo, aceites, plata y componentes para ordenadores en México; y petróleo, bauxita y aluminio en Venezuela. Sin embargo, la India también ha visto a estos países como unos mercados importantes para la exportación de sus manufacturas, productos farmacéuticos y software. Este Documento de Trabajo (DT) analiza la evolución de esta reciente incursión india en la región, un desembarco que pese a estar eminentemente orientado a materias primas en su fase inicial, ya empieza a diversificarse y a mirar hacia otros sectores. También se aborda la especial relación con Brasil, considerado como su principal socio, y se discute la posibilidad de que India replique o no el ejercicio económico de China en América Latina, interrogándose acerca de cuál será el alcance futuro de la relación entre la India y la región.

Introducción

Con anterioridad a la coyuntura actual, cabe decir que los lazos que han unido a América Latina y la India han sido escasos, al tratarse en muchos aspectos de dos realidades diametralmente opuestas. Un primer factor a tener en cuenta, por ejemplo, se deriva de que si bien tanto la India como América Latina tienen en común un pasado colonial, su lucha por la independencia se produjo en momentos muy distintos: a comienzos del siglo XIX en el caso de América Latina, a mediados del XX en el subcontinente indio.

A lo largo de los dos últimos siglos, los escasos contactos entre ambas regiones se han centrado principalmente en torno a la diáspora india –alrededor de 400.000 trabajadores– que durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX buscó refugio en el Caribe angloparlante, principalmente Trinidad y Tobago y la Guyana británica. Posteriormente, se registraron nuevas influencias ligadas al ámbito intelectual de la producción cultural, como por ejemplo la huella que el poeta hindú Rabindranath Tagore dejó en el chileno Pablo Neruda.

Más allá de estos puntuales intercambios demográficos y culturales, hubo que esperar a comienzos del siglo XXI para que América Latina y la India comenzaran a sentar las bases de una relación más amplia, sólida y diversificada, que si bien ha estado estimulada por los intereses comerciales y de negocios, está llamada a ir más allá. En palabras del antiguo embajador indio en Argentina, Uruguay y Paraguay, R. Vishwanathan, la India y los países latinoamericanos, “además de socios comerciales o económicos son socios democráticos, espirituales y culturales; sin olvidar que en su interpretación de las relaciones internacionales comparten agendas en cuanto a cuestiones como el cambio climático, el comercio global, y la energía”. Como veremos, esta afirmación tiene potencial para ser cierta, pero debe ser matizada teniendo en cuenta la heterogeneidad que actualmente caracteriza a América Latina, donde hoy coexisten posturas gubernamentales divergentes sobre los diversos temas de la agenda internacional.

La India ha irrumpido con fuerza en el marco latinoamericano, ganando posiciones rápidamente en relación a otros países asiáticos con una mayor tradición de presencia en el continente. Japón y Corea del Sur fueron los primeros protagonistas de las escasas relaciones comerciales entre ambos continentes durante casi todo el siglo pasado. A finales de la década de 1990 apenas un 5% de las exportaciones latinoamericanas tenía como destino Asia, y de ellas casi un 60% correspondía a Japón. En sentido contrario –de Asia hacia América Latina– el porcentaje era inferior, y entre un 70% y un 80% correspondía a importaciones niponas. El distanciamiento cultural y geográfico entre ambas regiones y, al mismo tiempo, la proximidad de otros socios comerciales más ricos (principalmente EEUU), tuvieron el efecto de desalentar las relaciones.

Sin embargo, a principios del siglo XX un nuevo actor asiático irrumpió de forma abrumadora en el continente, desplazando con rapidez a Japón del puesto de primer socio comercial asiático. Se trataba de China, cuya presencia en América Latina fue un revulsivo para toda la región. Esto no ha significado que en términos absolutos hayan decrecido los vínculos tanto con Japón como Corea del Sur; sin embargo, el hecho de que Japón sea uno de los países que incursionara más tardíamente en la senda de los Tratados de Libre Comercio (TLC) ha sido un factor importante en su  pérdida de peso relativo en el comercio regional. Corea del Sur –que firmó con Chile el primer TLC transpacífico– es, por el contrario, una de las economías más abiertas de Asia y sigue incrementando sus exportaciones y sus inversiones a la región, principalmente hacia México, Brasil, Panamá y Chile. Sin embargo, Corea del Sur ha sido superada recientemente por el conjunto de seis países ASEAN (Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam), tanto en exportaciones como en importaciones. En este esquema, la India ocupa el cuarto lugar entre los socios asiáticos de América Latina, muy alejada aún de China.

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Carlos Malamud, Investigador principal de América Latina, Real Instituto Elcano. Carlota García Encina, Investigadora, Real Instituto Elcano.

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