El elemento que falta en la ecuación España-Marruecos-Argelia es Francia

Con la excepción de nuestro entrañable hermano portugués, España está rodeada por países cuyas élites hablan francés. Pero ¿entendemos el interés de Francia en el conflicto saharaui? ¿Conocemos las tensiones de París con Argelia? ¿Y la preferencia francesa por Marruecos?

Argelia ha roto con España por la incompetencia de Pedro Sánchez en el Magreb y para disuadir a Francia de explicitar su apoyo al Sáhara marroquí. Argel aprovecha nuestra dependencia energética (y la presión migratoria subsahariana) para retrasar en lo posible que Francia, tras la cesión de España a Marruecos, se incorpore definitivamente a la senda inaugurada por EEUU y Emiratos Árabes.

En el triángulo España-Marruecos-Argelia estará siempre presente el jugador francés, que pese a su estrecha historia con Argel se entiende mejor con la monarquía alauí.

Las élites parisinas son íntimas de Marruecos. Un Marruecos que, a diferencia de Argelia, no reprocha a los franceses su colonización. Mohamed VI pernocta en París con asiduidad. Acude a Francia para tratar su salud y satisfacer otros intereses. La prensa francesa lo trata mejor que a Juan Carlos I porque Marruecos es un aliado que nunca tose a París.

Entre los sutiles detalles diplomáticos que evidencian la preferencia francesa por Marruecos cabe mencionar que la actual representante de Emmanuel Macron para la Organización Internacional de la Francofonía es una joven escritora marroquí ganadora del premio Goncourt. Leïla Slimani, nacida en Rabat e hija de un banquero y alto funcionario alauí, representa al presidente de la República Francesa en el consejo de administración de la Francofonía, organización internacional de la que Argelia, ¡oh, paradoja!, no forma parte.

Pese haber sido más francesa que Rabat, la patria de Albert Camus se excluye voluntariamente de ser Estado miembro de la Francofonía, importante iniciativa diplomática relanzada por Macron para acaudillar la cohesión francohablante desde París.

Si Francia no percibiera el enfado de Argelia con España a propósito de la traición de Pedro Sánchez, París comenzaría a gestar abiertamente el reconocimiento francés del Sáhara marroquí.

Cierta derecha francesa (y en particular algún africanista sin pelos en la lengua) está encandilada con la posibilidad de posicionar correctamente a las empresas galas en la futura e hipotética explotación de los importantes recursos minerales y energéticos de un Sáhara marroquí.

Pero mientras Argelia esté dispuesta a irritarse como lo ha hecho con España, Francia evitará promover el dominio saharaui de Mohamed VI. Los grupos de presión argelinos siguen siendo influyentes en las izquierdas transpirenaicas y entre los numerosos votantes con nacionalidad franco-argelina, particularmente bien representados por el discurso mediático anticolonial y la línea editorial de Le Monde Diplomatique. A pocos políticos franceses les conviene trasegar con marasmos argelinos.

Argelia retiró a su embajador en París el pasado 2 de octubre. El presidente Abdelmajid Tebboune dijo haberse ofendido por unas declaraciones de Macron sobre la presunta victimización de los argelinos frente a su antigua metrópoli.

Por aquel entonces, el presidente francés, tan fino en sus intervenciones, pretendía aminorar la popularidad de Éric Zemmour y Marine Le Pen. Tebboune exigió a Macron su "total respeto" y este lamentó que sus palabras hubieran suscitado "polémicas y malentendidos". La vuelta del embajador se retrasó tres meses.

Sólo un nefasto presidente como Pedro Sánchez podía subestimar la ira de quien nos suministra el gas que tanto necesitamos. La cólera de Argelia provocada por la entrega a Marruecos de nuestros antiguos compatriotas saharauis era más que previsible.

Manuel Velasco es abogado y galicista especializado en cultura francesa.

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