El anuncio de China de que su primer portaaviones estará listo para zarpar a fin de este mes logró que la atención se volviera a centrar en las ambiciones navales del país. Lo mismo es válido para el comunicado del ministro de Defensa paquistaní de que su país recientemente le pidió a China que empezara a construir una base naval en su puerto de Gwadar, que tiene una ubicación estratégica en el Mar Arábigo.
Ambas revelaciones subrayan la preferencia de China por el subterfugio estratégico.
Después de comprar el portaaviones Varyag de la era soviética, de 67.500 toneladas -que era poco más que un casco cuando colapsó la Unión Soviética-, China en repetidas oportunidades negó tener alguna intención de repararlo para un despliegue naval. Por ejemplo, Zhang Guangqin, vicedirector de la Comisión Estatal China para la Ciencia, la Tecnología y la Industria para la Defensa Nacional, dijo en 2005 que no se estaba modificando el Varyag para un uso militar. Sin embargo, los trabajos para reparar la nave ya habían comenzado en Dalian, el principal astillero de China.
Para desviar la atención del verdadero plan, los medios estatales informaban sobre las intenciones de convertir al Varyag en un "casino flotante" cerca de Macau. Y, para darle credibilidad a esta afirmación, los dos portaaviones más pequeños de la era soviética que fueron comprados junto con el Varyag en 1998-2000 terminaron transformados en museos flotantes.
El primer reconocimiento oficial de que China estaba transformando el Varyag en un portaaviones desplegable totalmente restaurado llegó este mes, justo cuando ya estaba casi listo para zarpar. Y el reconocimiento vino de parte del general Chen Bingde, jefe del Ejército Popular de Liberación, en una entrevista con el Global Times, el portavoz duro del Partido Comunista.
El subterfugio también es evidente en los planes chinos en Gwadar, donde en 2007 se abrió un puerto comercial construido por China que todavía está subutilizado. Desde que comenzó la construcción del puerto, en general se consideró que Gwadar representaba el primer punto de apoyo estratégico de China en el Mar Arábigo, como parte de su estrategia de ensamblar un "cordel de perlas" a lo largo de las costas del Océano Índigo. Se sabía que Gwadar, que está frente a las rutas de navegación del Golfo y cerca de la frontera de Irán, terminaría convirtiéndose también en una base naval. Sin embargo, todo el tiempo, China seguía insistiendo en que la única función de Gwadar era comercial.
No sorprende, entonces, que los comentarios públicos del ministro de Defensa paquistaní, Ahmed Mukhtar, sobre una base naval en Gwadar incomodaran profundamente al gobierno de China. Al culminar una reciente visita a Beijing con el primer ministro paquistaní, Yousaf Raza Gilani, Mukhtar comunicó que el gobierno chino estaba más que contento de satisfacer cualquier pedido de ayuda que hiciera Pakistán, incluyendo llegar a un acuerdo para hacerse cargo de la operación del puerto de Gwadar después de que expirara el contrato existente con una compañía estatal de Singapur. China también le obsequió a Pakistán 50 aviones de combate JF-17.
Más importante aún, Mukhtar reveló que Pakistán le había pedido a China que comenzara a construir la base naval. "Nos sentiríamos agradecidos con el gobierno chino si se construyera una base naval en el sitio de Gwadar para Pakistán", anunció en un comunicado. Posteriormente le dijo a un periódico británico en una entrevista: "Les hemos pedido a nuestros hermanos chinos que por favor construyeran una base naval en Gwadar".
Después de que Pakistán revelara los planes para una base naval, China respondió con evasivas y dijo que "esta cuestión no se tocó" durante la visita. Dada la tendencia de China al sigilo estratégico, hasta las obras en el puerto de Gwadar se emprendieron de manera discreta. Es más, China no quiere agudizar las preocupaciones que generó en Asia el año pasado al descartar abiertamente el dictado de Deng Xiaoping, tao guang yang hui ("disimulen las ambiciones y oculten las garras"). En un puñado de cuestiones, entre ellas sus reclamos territoriales en el Mar del Sur de China y contra Japón e India, China se pasó el 2010 afianzando una posición más muscular.
En estas cuestiones, también, la brecha entre las palabras y las acciones de los funcionarios chinos es reveladora. Por ejemplo, China persistió en su embargo inesperado de tierras raras contra Japón durante siete semanas mientras seguía diciendo en público que no se habían impuesto restricciones a las exportaciones. Al igual que cuando el año pasado negaba el despliegue de tropas chinas en la región de Cachemira controlada por Pakistán para construir proyectos estratégicos, China puso de manifiesto una tendencia preocupante a oscurecer la verdad.
El Global Times, sin embargo, no se mostró tímido a la hora de anunciar el interés de China de establecer bases navales en el exterior. En un editorial reciente, "China necesita bases en el exterior para un rol global", el periódico instaba al mundo exterior a "entender la necesidad de China de establecer bases militares en el exterior".
La insurrección contra el régimen paquistaní en la provincia sureña de Baluchistan, rica en minerales, puede impedir el plan de China de transformar a Gwadar en un centro neurálgico de transbordo de energía para transportar petróleo del Golfo y de África a la zona occidental de China mediante oleoductos. Pero la insurgencia no es ninguna barrera para el uso de Gwadar por parte de China para proyectar poder en Oriente Medio y el este de África, y contra la península India. De hecho, para entrar en el juego marítimo de la Gran Potencia, China necesita a Gwadar para reparar su principal debilidad -la ausencia de un anclaje naval en la región del Océano Índigo, donde planea tener una presencia militar importante.
Lo que fue promocionado como un casino flotante ahora está siendo lanzado como la pieza central flotante del creciente poderío naval de China. De hecho, con un segundo portaaviones y más grande actualmente en construcción, tal vez no pase mucho tiempo antes de que China despliegue sus capacidades navales despachando un grupo de portaaviones de combate al Océano Índigo -si es que no decide apostar uno en Gwadar.
Brahma Chellaney, profesor de Estudios Estratégicos en el Centro para Investigación de Políticas con sede en Nueva Delhi y autor de Asian Juggernaut y del libro de inminente publicación Water: Asia’s New Battlefield.