El equilibrio cambiante

Las relaciones entre España y los países de América Latina tienen un largo y conocido recorrido histórico, a través del cual se ha generado un sustrato estructural muy sólido y a la vez muy controvertido, propio de una relación entre una antigua metrópoli y lo que fueron sus colonias. Asimismo han experimentado variaciones en el tiempo, como el de las últimas décadas, cuando se logró reconducir la relación con unos objetivos y unos valores normativos compartidos, junto a un núcleo duro de intereses económicos, que han ido modulando otro esquema de vinculación.

La extensión de la normalización democrática en ambos lados del Atlántico, el reforzamiento mutuo mediante asociaciones bilaterales con los países más importantes y la construcción de espacios institucionales de encuentro en el ámbito iberoamericano han ejercido un papel relevante en la nueva relación, del mismo modo que los flujos de inversión, la cooperación para el desarrollo o los movimientos migratorios la han dotado de contenidos significativos añadidos. Por otro lado, tanto los países latinoamericanos como España han seguido sus propias dinámicas de relaciones internacionales, con consecuencias que no siempre han favorecido la conexión atlántica. Así ha ocurrido con los efectos centrípetos presentes en la integración española en Europa o en la integración regional latinoamericana. También con las escasas sinergias logradas en las proyecciones externas hacia otras zonas del globo (por ejemplo con EE.UU. o con los países del Pacífico asiático).

A pesar del balance positivo en varios aspectos, la nueva vinculación no ha estado exenta de dificultades y tensiones, entre otras razones porque los contenidos de las relaciones no son equilibrados y también porque persisten asimetrías en las percepciones mutuas. Además, para la política española han surgido contradicciones en torno a algunos objetivos, como ha ocurrido con la tensión entre valores e intereses. Finalmente, con frecuencia algunos cambios han venido precedidos por un momento de crisis económica, como la que sacudió a América Latina entre los años ochenta y noventa, que propició una ventana de oportunidades para el desembarco de algunas grandes empresas españolas de banca, energía o telecomunicaciones, que en aquel entonces iniciaban un proceso de internacionalización al socaire de la integración en Europa. Igualmente, las consecuencias sociales de esa crisis en América Latina, en contraste con la bonanza vivida en España y Europa hasta hace poco, explican en buena medida el fenómeno de la emigración masiva de latinoamericanos hacia la Península.

Con estos antecedentes, ante la actual crisis en España y Europa, que contrasta con la capacidad de resistencia económica latinoamericana, se insinúan unos cambios y unos reequilibrios en la relación cuyas consecuencias todavía no se pueden descifrar. Actualmente las principales multinacionales españolas están salvando sus cuentas de resultados en gran parte gracias a la aportación de sus filiales americanas, y algunas incluso están colocando participaciones de capital en las bolsas locales. Otras empresas, fundamentalmente constructoras, laboratorios farmacéuticos, bufetes de abogados y consultoras de ingeniería, están aprovechando las oportunidades de negocio que brindan los mercados emergentes latinoamericanos. Al rebufo de esta onda, las pymes españolas también pretenden hacerse un hueco en América Latina, mientras que cerrando el círculo el Gobierno español está pidiendo a sus homólogos de Brasil, México o Chile que sus empresarios inviertan en España.

Esos cambios también están afectando a la esfera política, donde además entran en juego los sesgos ideológicos de los gobiernos de turno, que tienen consecuencias en la aproximación o divergencia en la relación bilateral. Asimismo, se percibe en América Latina una tendencia a profundizar el control de los recursos y de otras esferas de la economía nacional, reduciendo el margen para la negociación y el compromiso. El caso más sonado ocurrió con la expropiación a Repsol por el Gobierno argentino, un suceso que contribuyó a abrir un poco más la brecha del desencuentro entre Madrid y Buenos Aires.

Finalmente, hay variaciones en los flujos migratorios, donde al retorno de los latinoamericanos se suman ahora los españoles que buscan una oportunidad en América. En conclusión, se aventuran unos cambios en los vínculos de todo tipo, con consecuencias todavía impredecibles en los nuevos equilibrios de poder que podrían surgir.

El futuro sigue abierto y continúa pendiente la construcción de una relación más equilibrada y entre iguales a ambos lados del Atlántico.

Francesc Bayo, investigador del Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona (Cidob)

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