El escándalo de cuatro versos

Me honra haber recitado. En la madrugada del martes 2. En la televisión. Públicamente. A pesar del guirigay. Un poema. ¡El poema! ¿El más hermoso? ¿El más determinante? ¿El más significativo del siglo XXI? Quien siembra la agitación recoge deslumbramientos.

El poema de un poeta vivo. ¿El más sorprendente? ¿El más estrambótico? ¿El más genial del siglo XXI? Con el derecho plenipotenciario a desmantelar la planificación. Y a inventar su propio ritmo.

¿Un himno a la mujer? Como ella es. Como fue. Como será. Frente al energúmeno burlador-tenorio. Y sus atropellos ¡hasta el catre! El poema que Tirso de Molina hubiera escrito hoy. Y Ortega y Gasset aplaudido. El Tirso de Molina capaz de plasmar uno de los dos mitos de nuestra civilización. El superdotado siempre inventa el primer cliché.

¡Qué gozada! ¡Denunciar el donjuanismo! Ese tipo de frenético que solo piensa en gozar con cualquiera. Con una escoba con sostén si necesario. Mintiendo como un limpiaparabrisas.

Recitar uno de los mejores poemas del siglo. Allí. Con ellas. Puesto que el universo es solo un confuso apaño de partículas elementales.

Decir los cuatro versos. No prohibidos. Cuatro versos que están al alcance nuestro. En las mejores librerías. Todos los pueden leer. O adquirir. Desde los lectores de «Flechas y Pelayos». Hasta los de «El Jubilado de Walt Street». Cuando ceso de inventar, retrocedo.

Me honra haber cosechado inmediatamente tales «escarnios y agravios»: que se considere que di un «lamentable espectáculo»; que se manifieste que provoqué un «episodio bochornoso»; que se enuncie que «colmé el vaso de la paciencia»; que se atestigüe «un compendio de faltas de respeto a la mujer»; que se proclame «la pésima idea de invitar a Arrabal»; que a la presentadora del bullicio «la dejé a cuadros»; que otra quedó «abrumada»; que ninguna «daba crédito»; que nadie «se explica que esta entrevista tuviera lugar»; que «los cuatro versos revolucionaron el plató»; que se enuncie que «Fernando Arrabal las torea como quiere y cuenta lo que le da la gana»; que se insinúe: «Siento vergüenza ajena viendo a cuatro “idiotas”, como diría el susodicho»; que se garantice que «el programa es tan malo que es lo mejor de lo peor» ; que se confirme que «es tan triste que con la cantidad de libros y obras que ha escrito este señor...»; que se sostenga «no se sabe muy bien por qué a alguien se le ocurrió la genialidad de traer a Fernando Arrabal»; que «escandalicé a todas las conductoras del programa»; que se me acuse de «haber ido al programa a reírse de todo el mundo»; que «era un poeta en estado puro». «Los comentarios arrasaron las redes sociales», «las redes se desataron», «Fernando Arrabal la lía», «a estas les explota la vena con los versos de Fernando Arrabal»... Después de recorrer los atolladeros del oscurantismo ¿atravesamos los senderos de las mistificaciones luminosas?

Nunca «presento libros». Ni sabía que se iba a hablar de uno de ellos. Siempre que vengo a la tele me refiero a mis cosas. Esta vez llevaba en la cabeza los dos teoremas de la «incompletitud»... Pero ¡cinco mujeres! No merecía ¡tan opulenta cita! La mujer, para mí, es el porvenir del hombre. Desde siempre. Incluso en mi ópera «Faustbal». Salvo el vicio, lo más excitante es la virtud. Los amigos me preguntan con quién me sentí mejor: ¡con la más guapa! Una mujer de gusto y buena memoria. Se refirió a mi «Fando y Lis». Era un terreno en el que puedo manejarme a mi antojo. El dramaturgo fiel nunca cambia de signo de zodíaco. Obviamente no tuve ni tiempo de referirme a las dos académicas. Bienquistas mucho más jóvenes que yo. Dos protagonistas únicas. A mi modo de ver [y de muy lejos ¡mujeres y hombres!] las más sagaces de la España de hoy. Las más aptas para alentar y conducir a España. Por puro sacrificio. Con los proyectos más trascendentemente inútiles. Teniendo en cuenta las leyes que rigen las excepciones. Las dos académicas: Margarita Salas y Carmen Iglesias. Cuando las colmenas se vuelven agnósticas las abejas crean un dios. Iglesias y Salas como Mariana Pineda, María Pita, Concepción Arenal o Agustina de Aragón. Para dirigir –sin dirigir–. Con los más científicos y estrambóticos pánicos e hispánicos. Todos benévolos con ellas. Y virtualmente. Sin acto de presencia alguno. Tratando de evitar la tercera humillación. Los cangrejos van hacia el futuro a reculones. Para España solo propondrán soluciones imaginarias. Teniendo en cuenta las leyes que rigen las excepciones. Una pizca de chirimiri y los perros de felpa encogen. Es un universo que solo existe como adición de elementos singulares. Puesto que el león cree que la leona es su igual cuando es superior a él. No ejercitarán ninguna función. Según los estatutos. No jugarán ningún papel. Ni positivo ni negativo. Actuarán con su sola presencia virtual. Y naturalmente con su ausencia a rajatabla. Dios creó el acuario ¿antes que los peces?

Nunca intento dar lecciones. Ni mucho menos. El atavismo es la fuerza capaz de desacostumbrarnos de permanecer en lo esencial. Nunca trato de condenar. Y menos al que no sabe.

Si fuera mujer mi novio respetaría al hombre que soy. Pero qué feliz me hicieron los agravios de la madrugada del día 2.

Sí. La poesía será insoportable e imprescindible. O no será.

Fernando Arrabal, escritor.

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