El escándalo de los refugiados de Europa

Hace mucho tiempo que se sabe que el campamento de refugiados de Moria en la isla griega de Lesbos está plagado de hacinamiento, condiciones insalubres y una violencia descontrolada, que incluyó disturbios que han dejado como resultado muchos heridos. Pero cuando los trabajadores humanitarios informaron en abril que había intentos de suicidio entre niños de hasta diez años, quedó al descubierto otra faceta trágica de la crisis de refugiados: 30 millones de niños en todo el mundo hoy están desplazados, y muchos de ellos en condiciones atroces. La crisis no sólo los pone en peligro hoy; también amenaza con destruir sus futuros.

En el campamento de Moria, los niños viven con miedo. Los disturbios recientes han desplazado a cientos de residentes del campamento y varios resultaron gravemente heridos. Esto es traumatizante para los niños que están con sus familias, pero es aún peor para los muchos que no están acompañados. Para colmo de males, muchos niños carecen inclusive de un refugio básico, y miles de familias están apiñadas en carpas baratas donadas que muchas veces ni siquiera son impermeables. El invierno pasado, tres personas murieron por envenenamiento con monóxido de carbono mientras querían calentarse.

Pero los desafíos que enfrentan estos niños se extienden mucho más allá del corto plazo. Aun si los niños refugiados lograran llegar a salvo a algún lugar, sus perspectivas son desoladoras, porque la mayoría nunca tendrá la posibilidad de ir a la escuela -una realidad que afectará seriamente su capacidad para encontrar un empleo remunerado.

Según los datos más recientes, había 1.729 niños en Moria, de los cuales más de 1.000 están en edad escolar. La cifra recientemente aumentó debido a un gran incremento en las llegadas de botes que trajeron 834 nuevos refugiados al campamento sólo la semana pasada. Nadie asiste a la escuela pública y el gobierno griego todavía tiene que otorgarles acceso a alguno de los programas de educación formal que se establecieron para quienes solicitan asilo.

La mejor opción con la que cuentan los niños refugiados de Moria son centros educativos informales que están abarrotados y donde la elevada rotación de maestros es un problema serio. Aun así, ni siquiera esta opción está al alcance de todos, ya que los centros existentes pueden ofrecer educación solamente a 500 niños por día -menos de la mitad de la población en edad escolar-. Y esa cifra tal vez inclusive caiga: el centro de educación informal más grande, dirigido por UNICEF, va a cerrar en diciembre, porque no se consiguen los 30.000 euros (34.900 dólares) por mes que hacen falta para operarlo.

Sin embargo, tal vez haya esperanza para los refugiados atascados en Moria. Las autoridades griegas le han dado al Ministerio de Migración 30 días para mejorar las condiciones en el campamento o cerrarlo. Es una medida necesaria desde hace mucho tiempo.

Esto no va a disminuir el desafío trascendental que enfrenta Grecia. El país, que ya lucha bajo el peso de la austeridad, ha tenido que hacer frente a 1,1 millón de arribos de refugiados desde 2014, y otros cientos de refugiados siguen llegando a las costas de Lesbos a diario. Esto ha resultado devastador para la pequeña isla, cuya industria del turismo se ha visto diezmada. En un contexto en el que el resto de la Unión Europea efectivamente les está cerrando las puertas a los refugiados en Grecia, los campamentos en el continente se han llenado. Pero Moria todavía funciona con una capacidad 3 o 4 veces mayor a la oficial.

La Comisión Europea ha asignado más de 1.500 millones de euros a Grecia desde 2015 para gestionar la crisis de refugiados, y dice que puede entregar un respaldo de emergencia adicional. El destino de los fondos que se otorgaron en el pasado es hoy tema de investigación de Sebastian Leape, un voluntario que pasó las últimas semanas en el campamento.

El apoyo inadecuado a los refugiados no es sólo un problema de Grecia, ya que los campamentos de refugiados en muchos países también son objeto de escrutinio por las malas condiciones en las que se encuentran. Como admitió el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados Filippo Grandi, esto incluye una carencia de oportunidades educativas. Menos de la mitad de los niños refugiados en edad escolar a nivel mundial asisten a la escuela; ni siquiera uno de cada cuatro llega a la escuela secundaria; y menos del 1% siguen una educación superior.

Los países donde existen grandes poblaciones de refugiados necesitan suficiente financiamiento como para brindarles a los niños refugiados acceso a las escuelas locales. El fondo “La educación no puede esperar” se creó para cerrar la brecha de financiamiento para la educación de esos niños. Liderado por Yasmine Sherif, el fondo coordina con las Naciones Unidas y sus agencias humanitarias, tanto financiera como organizacionalmente, la manera de garantizar que cada niño o niña refugiado tenga la oportunidad de recibir educación.

Históricamente, las necesidades educativas y de empleo de largo plazo nunca estuvieron valorizadas como corresponde en la planificación humanitaria. Pero, en la misma medida que los refugiados hoy necesitan alimentos, refugio y atención médica apropiados, también necesitan el conocimiento y las herramientas para forjarse una vida nueva y aportar a la sociedad mañana, ya sea en su país natal o en uno nuevo. Por el bien de todos nosotros se debe garantizar que reciban las capacidades que necesitan.

Gordon Brown, former Prime Minister and Chancellor of the Exchequer of the United Kingdom, is United Nations Special Envoy for Global Education and Chair of the International Commission on Financing Global Education Opportunity. He chairs the Advisory Board of the Catalyst Foundation.

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