El escenario y las almas mellizas

Cuántos análisis sobre la victoria de Trump. Tan diferentes y sin embargo tan aproximados, incluso acertados, cada uno a su manera: impresionistas, abstractos, figurativos. Leyéndolos resulta difícil adivinar si el mundo se acabará en enero, cuando asuma la presidencia de los Estados Unidos, o conocerán estos una época dorada, como asegura él mismo; si cerrará la frontera con México o fracasará poniéndole puertas al campo, como ya fracasó en su primer mandato; si detendrá las guerras de Ucrania e Israel, según ha prometido, o nos meterá a todos en la tercera guerra mundial.

Nadie parece discutir, sin embargo, que se trata de un hombre grosero, mentiroso y ególatra, insolente y macarrónico. Pero a 70 millones de americanos, los que le han votado, todo esto parece haberles importado menos que la derrota de lo woke y los delirios identitarios a los que han respondido con otros delirios identitarios parecidos.

El escenario y las almas mellizas
Toño Benavides

Sucede a menudo también que la izquierda gana elecciones agitando el miedo a la derecha (tachada de extrema derecha, cómo no), y cuando las pierde nunca reconoce sus errores, sino los de aquellos que no les han votado justo por estar hartos de ser sistemáticamente despreciados por la superioridad moral que creen congénita.

Las enseñanzas que los españoles pueden sacar de esas elecciones americanas deberían sernos provechosas, al margen de una general, que resumía muy bien un viejo amigo: «Es todo tan grave que ya no importa». Y no importa porque la humanidad, aun a trancas y barrancas, va saliendo adelante.

Si se les da algún valor a las palabras, este periódico eligió una bien expresiva para informar de que el presidente del Gobierno español «se precipitó» a felicitar a Trump por su victoria. ¿Ha sido así? Lo desprecia. En todo caso, si a alguien puede beneficiarle su triunfo a corto plazo es a Ese que tenemos al frente de este Gobierno. Le va marcando el camino.

Y las cosas están, hoy por hoy, donde Ese tal quería.

No en un escenario con decenas de miles de negocios arruinados en Valencia, 100.000 coches destruidos, un millón de vidas afectadas y muchas de ellas arruinadas. Se trata, cierto, de un hombre sin escrúpulos, no tiene vergüenza ni palabra, se ha apropiado en beneficio propio de instituciones del Estado y tribunales de justicia fundamentales y ha mentido y miente sin hartarse. Se diría que Trump y él son almas mellizas. Y sin embargo nadie puede asegurar que nuestro hombre esté tratando de sacar rédito político a los más de 200 muertos que ha ocasionado la riada. No podemos pensarlo por respeto, no a él, sino a nosotros mismos. Por fundadas que sean, hay sospechas que nos están vetadas moralmente: nos envilecen y degradan. Nos deshumanizan. «Jamás levantaré un falso testimonio contra la vida», decía Nietzsche, y Ese es parte también de nuestra vida.

Pero...

Las cosas están donde él quería y quiere.

Verán: un sexenio tan negro (y contra lo que se ufanan, consciente uno de lo corta que es la vida, tampoco se nos está haciendo tan largo; entretenido sí) da para ver con claridad y detenidamente algunos comportamientos. Hay una pauta. Se diría que cuando él y sus débiles coaliciones, tan firmemente armadas con el mallazo nacionalista, están más agobiados, algo, providencialmente, viene a socorrerlo: la pandemia, Filomena, el volcán, esta DANA...

En tiempos oscurantistas estaría marcado como gafe, y condenado a abandonar la tribu y errar por los caminos. Hoy, sin embargo, se diría que recibe con alivio esos trágicos respiraderos que parecen administrarle el oxígeno que lo mantiene activo.

¿Recuerdan? Dos días antes de la DANA, «la conversación pública» se centraba en los tejemanejes académicos y negocios de Begoña Gómez, los informes escandalosos de la Uco, la infinidad de corrupciones de Ábalos y Koldo, los escándalos de la Fiscalía, de RTVE... «¿Qué se hicieron?», cabría preguntarse al modo de Manrique. ¿Alguien en España recuerda todavía la amnistía de independentistas y malversadores? No se ha aplicado aún el cupo catalán, el mayor atropello a la igualdad entre españoles, y no parece sino un mal sueño de un pasado remoto.

Pero en Valencia sucedió algo. Inesperado.

Le hemos visto huyendo desencajado del tumulto que amenazaba con lincharlo. Él, tan juncal y garboso, inerme, con el semblante de color calcáreo y conducido por dos forzudos en volandas, como un muñeco de trapo. Mientras los Reyes permanecían a pie firme entre la multitud como pararrayos de los trenos dirigidos a él, él huía. Jamás se lo perdonará. Antes hará lo posible por traer la República, postularse como presidente y borrar esa escena patética.

Como experto en memoria histórica sabe bien cómo hay que reescribirla.

En cuanto se vio libre, su fábrica del cieno se puso con los bulos: aquella agresión había estado «orquestada» (la palabra preferida de Franco; la usa mucho Trump también) por elementos de la extrema derecha llegados de fuera (¿acaso una manera de deslizar que si los Reyes salieron indemnes de allí fue porque la extrema derecha los respetó, si acaso no son los Reyes los que simpatizan con la extrema derecha?).

La Guardia Civil acaba de desmentirle: los detenidos por la agresión son vecinos sin vinculación alguna con la extrema derecha. ¿Pedirá Ese disculpas por el bulo? No parece; los autarcas como ellos viven de levantar falsos testimonios contra la vida.

Andrés Trapiello, escritor.

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