El espíritu emprendedor español

Se dice que es posible llegar a los Estados Unidos por la mañana y por la tarde poner en marcha un negocio. Al igual que con todos los clichés, la realidad es algo más compleja. Pero lo cierto es que el espíritu emprendedor forma parte integral del sueño americano: en su primer discurso tras ganar su reelección el presidente Obama se dirigía a los emprendedores para pedirles que ayuden a crear los puestos de trabajo que Estados Unidos necesitará en los próximos años.

Por desgracia, el enfoque de fomentar la creación de nuevas empresas no es tan evidente en el debate español y dos informes recientes ponen de relieve las consecuencias. Según uno de ellos, elaborado por el Banco Mundial, Doing Business 2013, poner en marcha un negocio en España es un proceso francamente enredado. Cumplir con la tramitación necesaria ralentiza todo con la consecuencia de que España ocupa el puesto número 134 de los 184 estados analizados, detrás de países como Zambia.

Otro informe, Emprendedores Global Monitor (GEM en sus siglas ingles), utilizando datos recogidos por distintas universidades españolas, confirma que España está en el vagón de cola. De los 59 países analizados, España se encuentra entre los seis peores a la hora de tratar de fundar un negocio nuevo.

Pero nada de esto es inevitable. Hace mucho que se necesita una reforma de las políticas de oferta para fomentar nuevos negocios en la economía española y es absurdo que, en plena crisis, todavía pueda tardarse tanto tiempo para poder abrir una empresa. Pero agilizar la tramitación de un negocio, aunque sea un paso necesario, no es suficiente.

Un país libre puede crear el ambiente que necesita para animar y fomentar empresas nuevas. Es decir, ese ambiente es el resultado de unas decisiones basadas en la política, la economía, la sociedad y la cultura. España podría animar más a los emprendedores en ciernes y al sector de las Pymes si eso es lo que quiere y decide hacer.

Muchos de los elementos básicos ya existen. España ya cuenta con una infraestructura excelente con niveles muy altos de capital (físico y humano). Y cuesta creer que un país que ha producido genios de la innovación como Cervantes y Picasso, ya no puede canalizar esa creatividad en la economía.

Así que, para que España salga fortalecida de la crisis, lo que sí hace falta es un cambio de cultura. Los empresarios deben ser tan respetados y estar en el centro de la vida nacional como ocurre en otros países.

Este cambio cultural tiene que incluir una transformación en la forma de pensar para que España sea un país más emprendedor y los medios de comunicación pueden jugar un papel importante en el proceso. Por ejemplo, en más de una docena de países (desde Australia hasta Turquía) se emite un programa de telerrealidad basado en el mundo empresarial. Se titula Guarida del Dragón y es una competición que reúne a unos ricos inversores potenciales con unos emprendedores en ciernes. Cada semana los emprendedores —gente que sí tiene algunas ideas geniales pero no tienen mucho dinero— tratan de convencer un grupo de inversores ricos (los dragones) que avalen su proyecto a cambio de una participación. Todos los dragones son emprendedores que se han hecho ricos por su propio trabajo. Saben lo que dicen y analizan las propuestas en detalle. A veces todos quieren invertir y competir entre ellos para financiar el proyecto pero otras veces la idea no impresiona a nadie y el supuesto emprendedor sale con las manos vacías.

Otro programa semejante, transmitido en varios países, se llama El aprendiz y esta basados en los retos del mundo empresarial. La versión británica está dirigida por el multimillonario Alan Sugar. Nacido en una familia humilde, Sugar se hizo rico en las ochenta a través del del desarrollo de las nuevas tecnologías fabricando unos de primeros ordenadores aptos para el hogar. Cada semana, el muy carismático Sugar plantea retos que ponen a prueba la capacidad empresarial y el sentido comercial de unos cuantos jóvenes y analiza los resultados. Los programas son emocionantes y divertidos cuando hay éxito —o tristes cuando los chicos no consiguen estar a la altura de las pruebas—.

Todos estos programas tienen dos cosas en común. En primer lugar, todos son muy populares y tienen una gran audiencia porque tratan de problemas arraigados en la vida real y observan cómo la gente responde ante un desafío, al éxito y al fracaso. En segundo lugar, y lo que es más importante, no son simplemente entretenidos sino que tienen también un efecto muy beneficioso en la economía en el sentido mas amplio: es telerrealidad pero no telebasura. Son programas que están inspirando a una generación para crear nuevos negocios para el futuro. No son solo los concursantes sino los espectadores quienes terminan por pensar: “Sí, yo también tengo un idea y podría montar un negocio!”. Lo que es evidente es que ya ha llegado el momento para desatar este espíritu emprendedor en España.

David Mathieson, asesor entre 1996-2002 del ministro de Asuntos Exteriores británico Robin Cook, es investigador en la fundacion FRIDE en Madrid.

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