El estado de ánimo de Palestina

La idea de que Palestina pase a ser un miembro permanente de las Naciones Unidas fue, según los palestinos, de no otro que el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Al dirigirse a la Asamblea General de las NN.UU. el 23 de septiembre de 2010, Obama dijo que esperaba que, “cuando volvamos aquí el próximo año, dispongamos de un acuerdo que propicie la entrada de un nuevo miembro en las Naciones Unidas: un Estado palestino independiente y soberano, que viva en paz con Israel”. Los palestinos decidieron tomar la palabra a Obama.

Las gestiones de Obama para reavivar el proceso de paz en Oriente Medio comenzaron con la negativa de Israel a aplicar un cese temporal de los asentamientos. Los Estados Unidos estaban dispuestos incluso a ofrecer un acuerdo de venta de armas a Israel por un importe de 3.000 millones de dólares a cambio de que suspendiera la construcción de asentamientos sólo de judíos en zonas designadas para el Estado palestino, pero el Primer Ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, rechazó el ofrecimiento.

Nueve meses después, Obama hizo otra gestión para reactivar las conversaciones. “Las fronteras de Israel y Palestina deben basarse en las líneas de 1967, con permutas mutuamente acordadas para que se establezcan unas fronteras seguras y reconocidas para los dos Estados”, dijo en mayo.

Una vez más, los palestinos aceptaron la fórmula de Obama, mientras que Netanyahu la rechazó públicamente, con lo que la única opción no violenta que dejó a los palestinos fue la de recurrir a las NN.UU. para intentar conseguir un Estado basado en las fronteras de 1967. En este año Israel ocupó –conviene recordarlo– el resto de la Palestina histórica y otros territorios árabes, a raíz de la guerra de junio. Poco después de la guerra, el Consejo de Seguridad de las NN.UU. declaró en el preámbulo de la Resolución 242 que “la ocupación de territorio por la fuerza es inadmisible”.

No es la primera vez que se ha pedido a las NN.UU. que arbitren sobre el arduo conflicto de Oriente Medio y, además, no han sido sólo los palestinos los que lo han hecho. En 1947, cuando la Asamblea General de las NN.UU. votó la partición del Mandato Británico de Palestina en un Estado judío y otro árabe, los judíos de dicho Mandato Británico bailaron en las calles de Tel Aviv. Hoy los israelíes deniegan el reconocimiento de un Estado palestino en un territorio mucho menor que el asignado a los árabes en la partición original.

En la historia más reciente, desde la Conferencia de Madrid de 1991, se han celebrado conversaciones directas entre israelíes y palestinos con diversas modalidades. Los palestinos han aceptado una avenencia tras otra, con la esperanza de que los acuerdos parciales condujeran a la creación de su Estado. Los acuerdos de Oslo de 1993 pusieron en marcha un proceso de paz que había de durar cinco años, con el objetivo final de un Estado palestino independiente y un Israel seguro y reconocido.

Pero el proceso de paz reveló una incapacidad permanente para lograr nada concreto. Peor aún: las conversaciones directas no sólo no han dado los resultados deseados, sino que, además, su continuación ha contribuido también a ocultar la construcción generalizada de colonias israelíes en territorio palestino. Se siguen confiscando tierras palestinas, se siguen construyendo asentamientos sólo de judíos y el supuesto ”muro de seguridad” de Israel ha estrangulado social y económicamente a los palestinos. El Tribunal Internacional de La Haya ha fallado que el muro construido dentro de territorio palestino es ilegal conforme al derecho internacional, pero, aun así, nada se ha hecho para imponer el cumplimiento de ese fallo.

Mahmoud Abbas, Presidente de la OLP y de la Autoridad Palestina, que ha prometido no presentarse a la reelección, ha optado por la vía del reconocimiento por parte de las NN.UU., en lugar de continuar con la farsa de unas conversaciones directas inútiles y, de hecho, perjudiciales, y está claro que ese cambio de táctica ha tocado la fibra sensible de los israelíes y ha frustrado a los EE.UU. Pocos palestinos censuran esa iniciativa, aunque muchos de ellos no están seguros de que logre gran cosa en cuanto a resultados inmediatos y tangibles.

No obstante, el público palestino está satisfecho de momento con unos dirigentes que han demostrado agallas para resistir las presiones de Israel y de los EE.UU., cosa que ayudará sin lugar a dudas a Abbas a corto plazo, pero, si la iniciativa en las NN.UU. no da fruto en un plazo razonable, el público podría volverse contra sus dirigentes políticos... como también contra los ocupantes israelíes.

Entonces, ¿qué es exactamente lo que espera conseguir Abbas? La Asamblea General de las NN.UU., a diferencia del Consejo de Seguridad, no puede declarar un Estado y los EE.UU. han prometido vetar cualquier resolución del Consejo de Seguridad que reconozca la independencia de Palestina, pero, si dos terceras partes de sus miembros lo acuerdan, la Asamblea General puede reconocer a Palestina como Estado con la condición de observador, similar a la del Vaticano. En ese momento, la comunidad internacional habría de empezar a actuar contra cualquier parte que denegara a Palestina el derecho de comportarse como un Estado plenamente funcional y soberano.

Además, como Estado (aun con la condición de observador), Palestina podría solicitar socorro jurídico al Tribunal Internacional de La Haya. También podría intentar invocar en la Asamblea General la resolución “Unión pro paz”, raras veces utilizada (la última vez fue contra el régimen de apartheid de Sudáfrica).

El deseo de los palestinos de obtener una votación de las NN.UU. (en la forma que sea) sobre su Estado no significa que no puedan celebrar negociaciones directas con Israel. Los portavoces palestinos, incluido Abbas, han dicho que no ven por qué no podrían los representantes del Estado recién reconocido negociar con los representantes de Israel. Sin embargo, si se logra un voto favorable en las NN.UU., no se tratará de un pueblo que celebre conversaciones con sus ocupantes, sino de dos Estados que negocien sobre cómo gestionar sus relaciones en paz y armonía.

Por Daoub Kuttab, ex profesor en la Universidad de Princeton y director general de la Red de Medios de Comunicación Comunitarios de Ammán. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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