El Estado Islámico pervierte el significado de la Hijra

En décadas recientes, la palabra árabe jihad, utilizada para describir el deber de todos los musulmanes de actuar de acuerdo con su fe, se ha asociado principalmente a la guerra contra los infieles. El surgimiento del Estado Islámico ha dado lugar a que se redefina otro término para incluirlo en el glosario de la violencia extremista: hijra.

Al igual que en el caso de la jihad, no se trata de un simple caso de hurto semántico. Las implicaciones reales son muy alarmantes. Al militarizar el concepto de la hijra, que tradicionalmente se refería a la migración pacífica de los musulmanes hacia tierras en las que ya no sufrirían persecuciones, han creado una poderosa herramienta para radicalizar y reclutar musulmanes por todo el mundo, incluso en los Estados Unidos y Europa.

La hijra se relaciona con el Islam desde la huida del Profeta Mahoma de La Meca a Medina en 622 para escapar de un asesinato y preservar a su comunidad. Él y sus seguidores sabían que si permanecían en La Meca los no musulmanes los despreciarían; sus vidas mismas corrían peligro. Así pues, en un acto de hijra, o migración, el profeta salió de la ciudad de su nacimiento. El Islam tendría una base estable, puesto que en Medina los musulmanes tendrían la libertad de actuar según los dictados de su fe.

En el Corán no se narra la hijra de Mahoma, pero la estructura del libro sagrado se basa en ese evento, pues se divide entre las revelaciones que recibió en La Meca y las que recibió en Medina. El año de la hijra de Mahoma se convirtió también en el primer año del calendario islámico. A medida que la fe se extendió, la palabra pasó a describir no solo la salida de Mahoma de Medina sino también una obligación general de todos los musulmanes de migrar a tierras bajo control musulmán cuando sea útil para su fe.

A lo largo de la historia del Islam, la hijra ha ido representando más que un desplazamiento físico. Ahora se considera ampliamente como un mandamiento para crear un mundo mejor en tierras que están bajo control musulmán. Para millones de musulmanes ha sido una guía para responder al problema a que se enfrentan todos los creyentes: como ser piadoso en un mundo impío. En su significado más profundo, la hijra salva la brecha entre el modo en que desean vivir los creyentes y la forma en que viven realmente.

No obstante, en la primera parte de la época moderna, tras la expulsión sistemática de los musulmanes de España en 1492 y después de las tierras que fueron conquistando otros imperios coloniales, la hijra adquirió un significado más violento que anticipaba su asociación posterior con la jihad. Después de estas expulsiones, en particular de los imperios español y ruso, el concepto pasó a significar no solo la presión para migrar, como en la época de Mahoma, sino también en un ultimátum del Estado: migren o los asesinaremos.

Siglos después de estas violentas expulsiones por las potencias europeas, actualmente la hijra significa mucho más que un reubicación física. Para muchos musulmanes modernos, la hijra representa el tránsito permanente entre el recuerdo y el olvido. Es lo que  lo que los musulmanes hacen cuando, como en el caso de los palestinos y los chechenos, Estados más poderosos los desposeen. Es el modo en el que construyen hogares entre la falta de hogar del exilio y el desplazamiento que es parte de su condición moderna. Es el recurso a la historia para mantener vivo al pasado, y a uno mismo, vivo en el presente. Siempre que hay episodios de desesperanza y pérdida en la historia islámica, surge la hijra como camino hacia el valor y la victoria espiritual. Es a la vez un principio – un mito fundacional – y un desenlace del trauma.

Más recientemente, sin embargo, bajo el Estado Islámico, hijra ha adquirido una connotación que la aleja su significado previo. El Estado Islámico solo puede entender la hijra como la migración física para hacer la jihad. Para el medievalismo forzado y crudo del Estado islámico, el pasado tiene solo un valor instrumental, que se puede rediseñar para ponerlo al servicio de una conquista violenta y una represión salvaje.  Esta forma de recordar el pasado está lejos de ser ética –una fuente de continuidad y consolación política– ha convertido a la hijra en un llamado a las armas por este nuevo califato auto proclamado, que una gran mayoría de los musulmanes no reconoce como su religión.

Antes de militarizarla, la hijra se usaba para que rendir cuentas al pasado desde el presente. En este sentido más rico, aunque más elusivo, la hijra va mucho más allá –de hecho, abate– el cometido del Estado Islámico. La evocación original de la palabra de la temprana comunidad islámica de creyentes que tuvieron que migrar no para hacer la guerra sino para vivir en paz, es el sentido que un grupo de ideólogos –cuyos llamados a usar la fuerza de los nuevos necesita de una versión purificada del pasado –muy probablemente quieren hacernos olvidar.

Rebecca Gould, the author of the forthcoming book Writers and Rebels: The Literature of Insurgency in the Caucasus, is a professor of humanities at the University of Bristol. Traducción de Kena Nequiz

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