El Estado Islámico pierde terreno en Irak y Siria, y Europa sufre las consecuencias

Soldados del ejército iraquí avanzan sobre Ramadi, donde ondeaba la bandera del Estado Islámico. Credit Osama Sami/Associated Press
Soldados del ejército iraquí avanzan sobre Ramadi, donde ondeaba la bandera del Estado Islámico. Credit Osama Sami/Associated Press

Las bombas que explotaron en Bruselas la mañana del martes provocando la muerte de más de 30 personas son solo el último ataque terrorista en un continente que comienza a ver situaciones tan horribles como una nueva realidad. Horas después, el Estado Islámico reivindicó la autoría de los atentados.

Es necesario contextualizar esta violencia sin sentido. Los Estados Unidos y sus aliados occidentales golpean las bases del Estado Islámico en Siria e Irak. Puede que el grupo ya esté a la defensiva. Pero mientras tanto arremete y trata de extender su yihad global. Europa se ha convertido en el campo de batalla de esa guerra.

Los Estados Unidos, con sus socios en Europa e Irak, han conseguido que el Estado Islámico pierda territorio. El grupo ha perdido hasta el 40 por ciento de su territorio en Irak y el 20 por ciento en Siria desde el verano de 2014, punto álgido de su avance. Ciudades como Ramadi han vuelto a manos del gobierno central en Irak. La próxima en caer podría ser Mosul, la capital de facto del EI. El ejército de los Estados Unidos cree que han perdido más de 10.000 combatientes.

Esas pérdidas son un golpe doble para el Estado Islámico. El control territorial y el establecimiento de un “califato” son alguna de las diferencias entre el Estado islámico y las organizaciones yihadistas que le precedieron. Los líderes de Al Qaeda se han opuesto a la idea de un califato en el pasado, argumentando que sería prematuro, incluso un error. El Estado Islámico ha conseguido popularidad y legitimidad entre los musulmanes radicales creando un estado donde pueden vivir de acuerdo a su interpretación de la ley islámica. La pérdida de territorio supone un paso atrás para sus ambiciones y su legitimidad.

La derrota militar perjudica su imagen. La propaganda del EI para el reclutamiento presenta al grupo como ganadores, como constructores de una utopía para los devotos al mismo tiempo que derrotan a los enemigos del islam. El Estado Islámico no se puede permitir perder territorio mientras compite con Al Qaeda por el apoyo de los yihadistas. Cuando los grupos terroristas se estancan en lo militar y temen perder espacio ante sus rivales, tratan de atraer reclutas y fondos con el uso de la violencia espectacular.

El EI construye su imagen a partir del éxito y si fracasa militarmente en Irak y Siria necesitará victorias en otros frentes. Unos días antes de los ataques de Bruselas, un terrorista suicida vinculado al Estado Islámico mató a cuatro personas e hirió docenas en Estambul. El grupo también ha asumido responsabilidad por ataques similares en Líbano y Egipto. Ha establecido provincias con varios niveles de fortaleza y control en la península del Sinaí, en Libia, en Yemen y otros países musulmanes.

Pero Europa es un teatro de operaciones especialmente importante. Los ataques en París y Bruselas –o los que podrían suceder en Londres, ciudad amenazada constantemente– permiten a sus líderes argumentar que están atacando a sus enemigos.

Más de 5000 europeos se han sumado al combate en Siria. Francia y Bélgica contribuyen con un número desproporcionado de combatientes. Algunos de los que regresan tratan de vincularse con redes locales y el círculo de la violencia se sostiene a si mismo. Los primeros voluntarios para ir a Siria tenían como motivación la aventura o una sensación de defensa de sus comunidades, pero ahora se trata de amigos reclutando a amigos y prometiendo la gloria y a Dios.

Los servicios de seguridad europeos están sobrepasados. Los terroristas pueden cruzar las fronteras pero las relaciones entre las agencias de seguridad no son tan fluidas. No comparten información, como listas de sospechosos. No tienen un sistema compartido de transliteración de nombres árabes. Cuando logran arrestos, las persecuciones pueden provocar un incremento en los ataques por venganza de otros terroristas o acelerar su actuación porque sienten que el círculo se cierra sobre ellos.

Las fallas técnicas podrían resolverse, pero Europa se encuentra ante otra dificultad: la integración de los musulmanes. A lo largo del continente, los musulmanes se sienten alienados del resto de la población. La confianza en la policía y las instituciones es particularmente baja. En los Estados Unidos, muchas de las tramas terroristas son descubiertas porque la comunidad musulmana es quien informa a la policía y el FBI. Esa confianza falla en Europa.

El ascenso de la extrema derecha xenófoba, partidos como El Frente Nacional en Francia o Alternativa en Alemania, harán poco para mejorar las relaciones entre los musulmanes europeos y sus gobiernos. Los reclutadores del EI reciben a esas personas alienadas con los brazos abiertos. Saben que los ataques refuerzan a la extrema derecha en un círculo vicioso de retroalimentación.

Golpear al Estado Islámico en Oriente Medio es necesario para una estrategia de éxito a largo plazo, pero en el corto tenemos que estar preparados mientras golpean donde pueden. Lamentablemente la respuesta militar en Irak y Siria promete mucho más que los esfuerzos para terminar con el terrorismo en Europa. Bombardear a los líderes de la organización en Irak y Siria y crear una oposición creíble sigue siendo vital. Pero derrotar, o de manera más realista, debilitar, al Estado Islámico y su red de apoyo en Europa es algo que no se ve claro. Es mucho más difícil.

Daniel Byman

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