El Estado propio

Opino que la aspiración a un Estado propio será pronto hegemónica en Catalunya. En el objetivo del Estado propio han comenzado a confluir desengañados del autonomismo y partidarios de un nuevo marco constitucional que se fundamente en la soberanía popular de los catalanes o la reconozca. Si en la sociedad parece que ya son mayoría los partidarios de la independencia, los que no lo ven claro o se oponen dominan, hoy por hoy, el panorama de una forma que parece abrumadora. No durará mucho, ya que la aspiración al Estado propio va más allá del catalanismo que la alimenta y se nutre de ella.

¿Tiene razón Mas cuando se propone sumar en vez de asumir el riesgo de división? Depende. Si se trata de un truco para estar en el medio y no mover ficha, puede quedar desbordado. Si es una estrategia de convencimiento, con el fin de que más y más catalanes se den cuenta de que, con la autonomía y la sumisión forzosa al poder de Madrid, Catalunya decae, entonces la etapa del pacto fiscal está justificada.

Diría que los independentistas militantes se dedican más a enardecerse que a persuadir. Es como si pensaran que de catequizar ya se encargarán los separadores, y que la gran mayoría se sumará arrastrada por una especie de imperativo histórico en forma de marea imparable. Les parece tan potente el argumentario de una Catalunya que controla sus recursos y los invierte para convertirse en breve en un país escandinavo en pleno Mediterráneo, que ya no se toman la molestia de ir más allá. Esta flauta emite una sola nota y se preocupan mucho de reiterarla, no de enriquecerla con una partitura más completa y variada. Es por miedo a las disonancias.

¿Y los inconvenientes? ¿Y los riesgos? ¿Y las dificultades? ¿Y las alternativas a la independencia? Silencio. Parece que basta con señalar el maltrato del Gobierno central, el expolio fiscal y la viabilidad económica, de la que según se nos dice es difícil dudar, incluso con transitorio boicot comercial español. En mi opinión, esto es simplismo reduccionista. Por ejemplo, hay sectores, como el cultural, que pueden salir trasquilados.

No hay un solo escenario previsible, sino varios, y muy diferentes o con variables muy significativas. De esto deberíamos hablar, de los escenarios catalanes, de los españoles. Dejando al margen que no ha quedado claro que Catalunya pueda salir adelante sin el mercado hispánico, uno de los escenarios de mayor riesgo consiste en retroalimentar las peores pulsiones españolas. Para evitar la mutilación, todo estaba permitido pero lo ha dejado de estar mientras existan Europa y el Tribunal Penal Internacional.

La reacción que se prefigura consistiría en dejar a Catalunya fuera de la Unión Europea. Situados sin desearlo en este escenario, y contra lo que podría parecer a primera vista, quedar fuera -de la Unión, no de Europa, claro- conllevaría la oportunidad de convertirse en una plataforma de proximidad con exenciones fiscales que los tribunales europeos no podrían tumbar. Mejor dentro desde el primer momento. Pero si te dejan fuera, puedes nacionalizar la banca, la energía, los sectores estratégicos, construir el país que te parezca. Como un medio socio que opera dentro club pero no debe seguir las normas. Recordemos las políticas irlandesas en su momento. La manera de contrarrestar las ventajas competitivas que la eventualidad podría comportar consistiría en pedir a Catalunya que se reincorporase lo antes posible.

Queda por destacar el escenario de la doble nacionalidad. Si el final del proceso no es federal o confederal y llega el momento de declarar la independencia, convendría tener previstas las máximas facilidades para el reconocimiento de la doble nacionalidad, para que adquirir la catalana no comportase perder la española. Así, los ciudadanos con doble sentimiento de pertenencia no deberían optar por mutilar una de las dos lealtades.

Las previsiones nunca sobran. A veces, la historia se acelera. Pero mejor acabar teniendo los cuatro pies en el suelo. Sería necesario, antes de lanzar campanas al vuelo o desencadenar alarmas, profundizar en el conocimiento de los deseos de los catalanes. No basta con preguntar sobre un hipotético referendo, sino que conviene profundizar en las radiografías sociales. Estudiar el grado de convencimiento de unos y el consentimiento de los demás. Para empezar, habría que programar las encuestas con percepción más fina y pasar de tres opciones (sí, no, abstención) a cinco (a favor, más bien a favor, indiferente, más bien en contra, muy en contra). Tampoco está de más adquirir conocimiento sobre la determinación social: además de la adhesión a las alternativas, hay que saber qué estarían dispuestos a arriesgar o sacrificar los ciudadanos para lograr la independencia, o para evitarla. Se requieren focos, no penumbra.

Por Xavier Bru de Sala, escritor.

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