El Estado y la calidad de la educación

Hay gran confusión cuando se habla de la calidad de la educación, y contribuye a ese desconcierto la idea de que las nuevas tecnologías puedan sustituir al esfuerzo y de que ya no sean importantes el buen comportamiento y el respeto al profesor. La buena educación viene siempre de una colaboración entre alumnos, padres, profesores y Estado. En estas líneas vamos a tratar de la responsabilidad del Estado y a mirar lo que han hecho algunos países con buena calidad, empezando por Finlandia.

En comparación con otros países, lo diferente en Finlandia es el nivel intelectual de los profesores de primaria. Es muy difícil obtener una plaza en Magisterio, algo que tiene que ver con la alta valoración de los maestros desde el siglo XIX, una valoración que las autoridades han sabido mantener, otorgando a los docentes confianza y libertad. Nadie se mete con un profesor finlandés y menos ahora cuando todos saben que están entre los mejores del mundo.

Como en todos los países, la etapa entre los 14 y los 16 años es la más difícil porque los jóvenes son realmente diferentes. En Finlandia, la ESO funciona porque el país ofrece educación especial y, además, cuida la oferta educativa después de la escuela obligatoria. La formación profesional es popular y más de la mitad de los alumnos eligen esta opción. Los que eligen estudios teóricos se encuentran con un bachillerato que ofrece tanto libertad como exigencia. Consiste en muchos cursos, de los que bastantes son optativos, pero también reválidas obligatorias en cuatro materias. Los alumnos ambiciosos se presentan a más reválidas todavía. Los alumnos saben ya en la ESO que las plazas universitarias están limitadas. Es decir, el Estado finlandés exige seriedad de sus estudiantes, pero también ofrece alternativas, una combinación que crea un ambiente que atrae a los buenos profesores.

¿Cómo se piensa sobre la calidad educativa en Singapur, un país que desde su creación en 1965 ha ido del analfabetismo a la cumbre mundial? Su secreto es que exigen mucho a los profesores, pero también los respetan. Es difícil obtener una plaza en la formación docente y hay que tener un alto nivel de inglés, ya que se enseña en ese idioma. Todos los estudiantes elegidos son becados por el Estado. En la ceremonia de final de carrera, el ministro de Educación del turno les dice a los jóvenes profesores que tienen en sus manos el futuro del país.

A los profesores se les garantiza un salario al mismo nivel que el de los médicos, los juristas y los ingenieros, y hay bonos para los profesores cuyos alumnos logren buenos resultados. Además, hay tres opciones dentro de la carrera docente. El profesor puede quedarse en el aula, combinando la enseñanza con ser formador de otros profesores; puede pasar a elaborar material didáctico como libros de texto; o puede pasar a trabajar en el Ministerio de Educación con exámenes, currículos y planificación. En resumen, para Singapur, la calidad empieza por reclutar y retener a buenos profesores.

En los Estados Unidos, el economista Eric Hanushek se interesa desde hace décadas por la calidad de la educación y también ha llegado a la conclusión de que el profesor es el elemento clave. Ha demostrado que un buen profesor contribuye económicamente al país, elevando el futuro salario de sus alumnos y aumentando el producto nacional bruto. Si los Estados Unidos tuvieran profesores al nivel de Finlandia, el aumento de la productividad sería enorme.

Sin embargo, a Hanushek le ha resultado difícil encontrar un método para identificar a los buenos profesores. Tener un certificado de profesor o un máster en pedagogía no es garantía, ya que la pedagogía que se enseña en los países occidentales suele enfocar más lo social que lo intelectual. Sin embargo, se le ocurrió utilizar el ‘PISA para adultos’, el Piaac, extrayendo los datos de los informantes que decían ser profesores. Los países que tenían el nivel más alto en lengua y matemáticas entre los profesores eran Finlandia y Japón, es decir, países con un alto rendimiento en PISA entre los alumnos. Este resultado sugiere que es más importante la selección de futuros profesores que la formación en pedagogía.

Quien también se interesa por la relación entre pedagogía y rendimiento es otro economista estadounidense, Thomas Sowell. En un libro reciente, ‘Charter Schools and Their Enemies’, de 2020, compara las escuelas públicas que aplican la pedagogía centrada en lo social con las escuelas concertadas que aplican una pedagogía más tradicional. Ha encontrado en la ciudad de Nueva York un material perfecto de investigación. Muchas familias con hijos pequeños han dejado el centro de Nueva York, y los alumnos que ahora acuden tanto a la escuelas públicas como a las concertadas son en primer lugar afroamericanos e hispanohablantes, todos más o menos del mismo nivel económico y social. Hasta suelen estudiar en los mismos edificios, ya que las concertadas alquilan locales escolares de la ciudad. La única diferencia entre las escuelas públicas y las concertadas es que, en las concertadas, se mantiene el orden, se exige trabajo y se respeta a los profesores, es decir hay un ambiente de trabajo eficaz y agradable. Las concertadas reciben menos fondos que las públicas, pero, como las públicas, están financiadas enteramente por los contribuyentes.

En ciertas escuelas públicas, reina el desorden y los profesores tienden a querer mudarse. Las concertadas, por el contrario, atraen a los profesores y tienen muchas solicitudes por parte de los alumnos. Bastantes concertadas utilizan la lotería para decidir a quién admitir, lo cual significa que la diferencia no consiste en la selección de los alumnos sino en la manera de enseñar. En cuanto a los resultados, la diferencia es llamativa. En el tercero y en el octavo, todos los alumnos de la ciudad hacen la misma prueba de lengua y matemáticas, y el resultado se presenta en cuatro niveles. En las concertadas, en matemáticas, un 75 por ciento de los alumnos están en las dos categorías superiores y en las públicas un 10. En lengua, en las concertadas, un 65 por ciento de los alumnos están en las dos categorías más altas, y en las públicas un 15. Sowell formula una pregunta retórica: ¿Por qué pagarían los contribuyentes por una educación menos buena y más cara cuando hay una alternativa mejor?

En otras palabras, la responsabilidad del Estado es adoptar una legislación escolar que permita trabajar en paz, cuidar el contenido de la formación docente y ofrecer salarios competitivos a los profesores. El Estado cumple su papel si hay muchas solicitudes para entrar en la profesión docente.

Inger Enkvist es hispanista y catedrática en la Universidad de Lund (Suecia).

1 comentario


  1. Cuando uno va y se encuentra con que la joven profesora de mis nietos no sabe como funciona la acentuación en la lengua castellana, no sabe tampoco hacer una raiz cuadrada sin necesidad de la calculadora y no sabe ubicar con precisión los ríos de la península ibérica me explico porqué los alumnos no saben comprender lo que leen en castellano (tampoco en euskera), no saben hacer una suma sin calculadora y no conocen más que el río Ebro (y eso porque "es de aquí"). Así nos va.

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