El estilo conspirativo en la política de la pandemia

El estilo conspirativo en la política de la pandemia

Más de la mitad de la población del mundo está autoconfinada como consecuencia de la pandemia del COVID-19. Y si bien la cuarentena ha desacelerado la propagación del coronavirus, ha acelerado el progreso de otro fenómeno insidioso: las teorías conspirativas. Tener miedo por la propia vida, por la subsistencia y por los seres queridos, todo ello en un estado de aislamiento, ha resultado ser un verdadero caldo de cultivo de paranoia fabulista.

Según una de las teorías conspirativas más populares, las nuevas redes 5G chinas tienen la culpa de la pandemia. Según quienes abonan la teoría, los equipos 5G están emitiendo radiación que debilita el sistema inmunológico o, inclusive, directamente están transmitiendo el virus. En el Reino Unido, quienes defienden esta visión sostienen que el centro de investigación de Huawei responsable de la expansión de la compañía en el Reino Unido está basado en Wuhan, donde comenzó la pandemia.

Sin ir más lejos, Wuhan también es sede de muchos laboratorios y, según encuestas de opinión recientes, el 23% de los norteamericanos y el 17% de los franceses creen que el virus SARS-CoV-2 fue creado “intencionalmente” en uno de ellos. En Francia, la lente conspirativa se focalizó primero en un laboratorio P4 chino (el nivel de bioseguridad más alto) que aparentemente se instaló con la ayuda del gobierno francés, antes de depositarse en la ex ministra de Salud de Francia Agnès Buzyn y su marido, Yves Lévy, que son médicos de raíces judías. Por cierto, cuando las teorías conspirativas están en auge, el antisemitismo nunca está demasiado lejos. No es de sorprender que el filántropo George Soros también haya sido vinculado a la conspiración del “laboratorio chino”.

Las teorías conspirativas suelen rastrear divisiones políticas existentes, y son particularmente atractivas para quienes están en la extrema derecha. En Francia, los seguidores de Agrupación Nacional en la encuesta mencionada anteriormente tenían el doble de probabilidades de creer que el virus fue creado en un laboratorio. Y, en el Reino Unido, asociar al virus con Huawei ha sido conveniente para quienes en el Partido Conservador gobernante creen que la compañía es un caballo de Troya para el gobierno chino.

Las teorías conspirativas no son inconsecuentes. En el Reino Unido, una cantidad de líneas telefónicas (que son cruciales para los servicios de emergencia) han sido incendiadas y los ingenieros responsables de instalarlas han sido asediados y acusados de cómplices de “asesinar gente”.

La mayoría de estas teorías se han difundido a través de las plataformas de redes sociales, que se han inundado de nuevos usuarios, inclusive muchas personas mayores que dependen de las plataformas digitales para mantenerse en contacto con familiares y amigos. Al haberse criado en un entorno mediático lleno de controles mucho más profesionales, es más factible que la gente mayor comparta noticias falsas y rumores online. Y, para colmo de males, normalmente es más factible que la gente crea los mensajes que recibe de alguien en quien confía.

Las celebridades también pueden causar problemas. Entre quienes compartieron una versión de la teoría conspirativa del 5G estaba el actor Woody Harrelson, que tiene 2 millones de seguidores en Instagram. Antes de las redes sociales, una información errónea de este tipo habría sido percibida por un editor, o cuestionada por un entrevistador. Pero ahora las celebridades y las figuras públicas pueden comunicar sus pensamientos sin filtros –y muchas veces sin chequear- directamente a sus fans y seguidores. Si bien las plataformas como Facebook, Twitter, YouTube y WhatsApp han introducido algunas restricciones, siguen comprometidas con un modelo de negocios que fomenta el contenido “compartible”. Lo que se impone es el sensacionalismo.

Un desafío aún mayor tiene que ver con las vacunas, la única intervención que puede realmente poner fin a la pandemia. Durante décadas, las teorías conspirativas promovidas por el movimiento “anti-vacunas” (que, a propósito, también alberga a muchos famosos) han sido de las más peligrosas. Argumentos falsos sobre los supuestos riesgos asociados con las vacunas infantiles tradicionales han derivado en brotes de sarampión en el Reino Unido, Irlanda, Nigeria, Rumania, Samoa y Estados Unidos (donde también hubo temores recientes de un brote de tétano).

La actitud de sembrar miedo contra las vacunas también ha motivado una marcada caída de las vacunas antigripales anuales en algunos países europeos, con un incremento concomitante en la cantidad de muertes. En Italia y Francia, una encuesta de 2015 determinó que el 30% de la población se oponía a una vacunación obligatoria, Ahora, ambos países tienen una cantidad de muertes por COVID-19 relativamente más alta que sus vecinos.

Cuatro años después de que el político conservador pro-Brexit Michael Gove declaró que la gente “ya se cansó de los expertos”, la pandemia del COVID-19 ha demostrado que desconfiar de los científicos o desacreditarlos puede tener consecuencias mortales. Para que se lleve a cabo una vacunación generalizada, la población tendrá que confiar en los profesionales.

Sin embargo, los líderes populistas en el poder en todo el mundo prosperan minando a los profesionales, expertos y otros asociados con “el establishment”. El presidente norteamericano, Donald Trump, por ejemplo, en varias ocasiones ha contradicho públicamente a Anthony Fauci, el respetado director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infeccionas de Estados Unidos. Y la situación en Italia puede ser aún peor. En 2018, la coalición populista en el poder en aquel momento ignoró a los profesionales médicos de Italia y abolió la vacunación obligatoria para los niños.

Asimismo, el factor celebridad seguirá infectando la conversación. Hace apenas un par de semanas, la estrella del tenis Novak Djokovic, un defensor de la “curación natural”, dijo que “nadie lo obligará” a darse una vacuna contra el COVID-19.

En gran medida como sucede con el propio COVID-19, la mejor protección contra las teorías conspirativas es la inoculación. La gente necesita capacitarse para reconocer estas teorías cuando las ve, y cuestionar las fuentes y la lógica básica de la información que encuentra online. Las autoridades de salud pública y los políticos responsables tienen una gran tarea en sus manos. Para derrotar al coronavirus, necesitan de la confianza de la población. Para tener éxito, tendrán que frenar dos contagios mortales al mismo tiempo.

Hugo Drochon, Assistant Professor of Political Theory at the University of Nottingham, is the author of Nietzsche’s Great Politics.

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