El euro: una crisis política

El fútbol y los bancos han concentrado la opinión pública europea en las últimas semanas. Días antes de que se iniciara la Eurocopa, el diario Financial Times, tan comentado por los que casi nunca lo leen y cuyo divertimento es agitar los más dramáticos miedos y aterrorizar con la quiebra del euro -tarea en la que se divierte desde el día antes de su nacimiento hace ya 11 años-, se apresuró a explicar que en las dos últimas ediciones ganaron, a pesar de sus economías, Grecia (2004) y España (2008). Añadía que España tenía muchas posibilidades de volver a ganar, pronóstico que fundamentaba en un argumento que no es ni lejanamente deportivo. España podía ganar, decía el diario financiero, porque sus jugadores están muy bien pagados. Sólo le faltaba añadir que ésta es la principal causa del endeudamiento de nuestra economía. El pronóstico era acertado: España ganó la Copa de Europa por segunda vez consecutiva. La causa era, sin embargo, errónea: no es por dinero por lo que los jugadores españoles juegan más y mejor que sus rivales de las demás naciones europeas o del mundo.

Que España tenía serias posibilidades de ganar era un hecho bien fundado en razones deportivas y no económicas. La selección española tiene un equipo joven, pero experimentado, sólido, con buena técnica y mucha inteligencia, pero sobre todo muy unido y con una clara moral de victoria. Los que creen que el euro se puede acabar pronto, porque a esto juegan los mercados cortoplacistas, ignoran que ni el sueldo hace equipos ganadores ni sólo las cifras lo son todo en la economía. Quienes hace años pronosticaron que el euro no iba a nacer, después que no duraría y, en la actualidad, que se va a acabar son los mismos que están deseando la derrota del euro.

Pero, lamentablemente, los líderes europeos están dando muchos motivos a estos agoreros para ver cercano su objetivo. Es cierto que el euro vive una crisis. Una dura y profunda crisis. Y que muchos de los países que sostienen la divisa están al borde del precipicio. Pero, con todo, el verdadero problema del euro no son las cifras de su economía, el problema son las políticas que dirigen las economías del euro.

La crisis es una crisis política. Es la política del euro la verdadera raíz de la angustiosa crisis económica que viven algunos de sus países. Los fundamentales del conjunto de la economía euro, que abraza a 305 millones de ciudadanos, son más sanos que los de la economía libra o dólar americano. En términos de deuda pública, de déficit público y de balanza comercial Europa es más sana. En media de desempleo el lacerante paro, sobre todo juvenil, de los países periféricos contrasta con las compensatorias cifras de empleo récord en Alemania, Holanda y países nórdicos.

En estos parámetros, que constituyen las cifras básicas de análisis de la salud de una economía, el euro sale ganando. Son las dudas generadas por la compleja y confusa agenda política del gobierno del euro las que más castigan sus economías, agitan una muy elevada volatilidad en los mercados y ahondan la ya grande y grave diferencia en la financiación de su deuda soberana hasta ahogar a las naciones en dificultades.

El euro fue fruto de una clara voluntad política de sus creadores. Y nació como una moneda virtual. Pero para sostenerlo en el tiempo, y sobre todo en los tiempos difíciles, era necesario avanzar en construir sobre esa moneda virtual una moneda real, respaldada por una economía consolidada fiscalmente, con fórmulas de sindicación de la deuda pública, con una autoridad bancaria central, prestamista de última instancia y con poderes centralizados sobre niveles de ingresos y porcentajes de gasto y políticas homogéneas de empleo y pensiones. Y aquí es donde ahora duele y donde de verdad está la crisis. Sólo una renovada fortaleza política de los líderes europeos podrá sostenerlo. Para ello hace falta avanzar en la única dirección posible: crear la verdadera unión europea.

La falta de liderazgo en el gobierno del euro, la ausencia de una inequívoca señal por parte de quienes dirigen las economías mas sanas en este momento, de su voluntad inquebrantable de mantener el euro y tomar las medidas que lo hagan posible ha sido mas dañino que la propia realidad. Cada vez que hay una reunión de jefes de Estado, de ministros de Economía o un proceso electoral en cualquiera de sus 17 naciones o de sus innumerables estados o regiones los mercados ven abrirse un abismo de incertidumbres, alternativas y riesgos para la estabilidad del euro. Sin embargo, Alemania parece tener claro que cree en más unión para Europa como receta y esta dispuesta a ceder soberanía a nuevas y democráticas instituciones europeas. A la vez tiene desconfianza hacia ciertos países, sus economías o sus dirigentes, y no quiere ceder en la mutualización de la deuda hasta que no vea llevadas a la práctica importantes reformas. Francia duda sobre las instituciones y quiere mantener su derecho de veto, pero exige eurobonos y otros mecanismos de sindicación de obligaciones que calmen las tensiones de los mercados.

España e Italia por su parte están dispuestas a todo, tanto la cesión de soberanía como la puesta en común de obligaciones, aunque queda la duda de si lo están por auténtico y real convencimiento o sólo como el remedio mas rápido para la delicada situación en la que se encuentran. Pero el euro no es la Eurocopa. España ganó la Eurocopa, pero en el futuro del euro no gana uno y pierden los demás. En el futuro de Europa el destino de todos está unido. Dejar que los mercados consideren probable una posibilidad, por centesimal que sea, de que apostar al euro es apostar con riesgo dispara las alarmas de un mercado poco profundo, tremendamente convulso, hipersensible y ponérselo fácil a los oportunistas que juegan a posiciones de corto.

Estas alarmas están haciendo que países solventes como España e Italia se vean obligadas a pagar unos intereses excesivos por sus deudas, de manera que el propio servicio de la deuda sea quien las convierta en insolventes. En medio de ajustes tremendos nuestro país va a tener que destinar al servicio de la deuda el 20% de su presupuesto. Según datos de la Secretaría de Estado de Presupuestos y Gastos sólo el incremento en el pago para este año 2012 de intereses de la Deuda Pública, respecto del inicio de la crisis, es de más de 12.200 millones de euros, una cantidad similar a la que los presupuestos generales del Estado destinan en este mismo ejercicio a Justicia (1.612 millones de euros), Seguridad Ciudadana (8.354 millones de euros), Política Exterior (1.680 millones de euros) que en conjunto reciben menos de 12.000 millones de euros.

Y es evidente que no se puede seguir así por mucho tiempo. Mientras los políticos europeos sigan sin ponerse de acuerdo y sin encontrar un liderazgo y un rumbo claros estaremos corriendo un serio riesgo de ver autocumplida la profecía de la destrucción del euro. Al euro se le ha acabado el tiempo de la prórroga y le ha llegado el crucial momento de la tanda de penaltis en el que ya sólo hay dos resultados posibles: la derrota del euro o el fin del escepticismo. El Financial Times acertó en el pronóstico de la Eurocopa. Esperemos que no lo haga con el futuro del euro. Y para ello sólo hay un camino: seguir construyendo más unidad en Europa de manera clara, sin dudas y sin dilaciones.

Jose María Michavila y Daniel de Fernando son socios fundadores de MdF Family Partners.

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