El explosivo reinicio de las relaciones entre Chequia y Rusia

El explosivo reinicio de las relaciones entre Chequia y Rusia
Lukas Kabon/Anadolu Agency via Getty Images

La República Checa una vivido una de sus jornadas más dramáticas desde la Revolución de Terciopelo de 1989 tras el anuncio del gobierno de que dos agentes rusos fueron responsables de las explosiones en un depósito de municiones en el pueblo moravo de Vrbetice en 2014, en la que murieron dos personas. El ex Primer Ministro Bohuslav Sobotka expresó a la perfección el shock de la gente: “Diría que este es el mayor ataque ruso en suelo checo desde la invasión de 1968. Es un momento histórico y debemos reaccionar”.

Y lo hemos hecho. El gobierno checo expulsó a 18 espías rusos que trabajaban en la embajada de Rusia en Praga, provocando una predecible expulsión en represalia de diplomáticos checos en Moscú. Lo más importante es que este puede ser un punto de inflexión para la República Checa, si no para Europa Central.

La situación geopolítica en la región por largo tiempo ha sido evidente. Polonia se opone con firmeza al Kremlin, los eslovacos tratan de mantenerse invisibles, los húngaros bajo en Primer Ministro Viktor Orbán son los títeres del Kremlin en Europa y los checos zigzaguean intentando no alienar a Rusia ni a la OTAN. Tan tempranamente como a inicios del siglo diecinueve, el poeta Josef Svatopluk Machar puso en palabras la situación checa: “Y equilibramos nuestras simpatías / del Este al Oeste, del Oeste al Este / con los fallos de ambos pero ninguna de sus virtudes…”

Después de 1989, cuando el héroe disidente anticomunista Václav Havel fue presidente, parecía claro que éramos parte de Occidente y que queríamos ser miembros activos de la OTAN y la Unión Europea. Pero la brillante narrativa de Havel nos cegó a lo que seguiría. La elite checa que emergió de los años 90 poscomunistas era mucho más pragmática. Donde Havel hablaba de valores, otros hablaban de dinero. Los negocios y la economía lo eran todo, y la política exterior se debió adaptar a ello.

Los gobiernos checos no eran pro-Kremlin. La mentalidad local reflejó más bien un rechazo a comprometerse. Queríamos estar en la UE porque significaba dinero y queríamos pertenecer a la OTAN porque nos protegería. Pero en cuanto tuvimos que mostrar algún signo de solidaridad comenzamos a retroceder y quejarnos. Mientras que el catolicismo romano está profundamente imbricado en la política polaca y el ressentiment histórico todavía tiene una fuerte influencia en Hungría, en la República Checa es el materialismo el factor animador de la política, sea el gobierno de izquierdas o de derechas.

El actual primer ministro Andrej Babis es un ejemplo de esto. Solo quiere dinero de la UE. Cuando se trata de seguir las normas europeas, expresa su rechazo porque la República Checa no es una “colonia de Bruselas”. Paradójicamente, este enfoque debilita nuestra posición ante Rusia, porque crea la impresión de que no pertenecemos a ningún lugar y seguiremos a quien sea que pague más.

Esta postura le resulta atractiva a Moscú. Entre nuestros principales políticos, dos abogan abiertamente por una aproximación a Rusia: el ex Presidente Václav Klaus y su sucesor Milos Zeman. Tras la invasión rusa a Ucrania en 2014, Klaus disculpó al Kremlin escribiendo que “Ucrania nació después de la caída del comunismo como un estado esencialmente no histórico”. Klaus es la fuerza impulsora de la política checa y la reforma económica poscomunista de los años 90, quiere que la República Checa abandone la UE y condenó en duros términos la respuesta del gobierno a las revelaciones sobre el ataque en Vrbetice.

Si bien Klaus es un hombre de derechas, Zeman, el ex líder del Partido Socialdemócrata, resucitó a la izquierda no comunista después de 1989. Sin embargo, él también ha sido un firme defensor de los intereses rusos. Desde el comienzo de su presidencia en 2013, sembró dudas sobre el involucramiento de Rusia en la invasión de Crimea y el este de Ucrania, atacó a las agencias de inteligencia checas que advertían sobre la influencia rusa, promovió el papel de Rusia en la finalización de la construcción de una planta energética nuclear local y llamó a destituir al ministro de exteriores Tomas Petricek, que tenía una actitud crítica hacia Rusia, y al ex ministro de salud Jan Blatny, que se negó a adquirir la vacuna rusa no aprobada Sputnik V para el COVID-19. La lista suma y sigue.

Tras el anuncio del gobierno de que había agentes rusos tras el ataque de 2014, Zeman, el jefe de estado del país, mantuvo silencio durante siete días. Cuando finalmente emergió, lo hizo como un propagandista ruso. Nada está probado, señaló con desdén en una aparición televisiva.  La policía está explorando dos posibles hipótesis del ataque, declaró. Recién comenzaron a investigar todo en las últimas semanas.

En realidad, las agencias de inteligencia y la policía están manejando solo una posibilidad: el involucramiento ruso. Zeman está sencillamente empeñado en reducir la importancia del caso y no dudará en desacreditar las instituciones checas para hacerlo.

Nos acercamos a un punto de inflexión. Muchos checos comprenden hoy que no tenemos más opción que implicarnos en la geopolítica y seguir los valores que sustentan nuestras alianzas. Simplemente tenemos que adoptar una postura clara hacia Rusia. Somos parte de Occidente, al que el Kremlin de Vladimir Putin ve como un enemigo. Y esta voz de realismo también está creciendo en la vecina Eslovaquia.

Los checos además están empezando a comprender que nuestra dependencia de Rusia es mucho menor de que pensábamos. El comercio mutuo es mínimo y nuestros suministros de energía están diversificados. Es de esperar que los checos se den cuenta de que pueden ser miembros activos de la UE y la OTAN porque nuestra propia seguridad está en juego.

Pero eso también dependerá de lo que hagan los demás. Las reacciones occidentales iniciales al anuncio de la participación rusa en el ataque al depósito de municiones fueron decepcionantes. Los sitios web y los políticos prorrusos lo aprovecharon de inmediato: a nadie le importa, nadie lo cree y declaraciones similares.

Esta respuesta toca un tema especialmente sensible para los checos. Persiste aquí el doloroso recuerdo del apaciguamiento británico y francés en Múnich en 1938, que llevó que Checoslovaquia se encontrara sola frente a Hitler. Hemos aprendido a observar atentamente las reacciones de otros países, para determinar cuánto les interesamos. Por eso era muy importante que tanto la UE como la OTAN expresaran un pronto apoyo a nuestro país, con varios miembros de la OTAN expulsando simbólicamente a diplomáticos rusos.

Este otoño se celebrarán elecciones al Parlamento y las encuestas de opinión sugieren una mayoría para los partidos que no adhieren ni a Zeman ni al Kremlin. A medida que la campaña cobre impulso, nadie espera que Zeman –ni el Kremlin- permanezcan neutrales.

Erik Tabery is Editor in Chief of the Czech newsweekly Respekt. His most recent book is The Abandoned Society: The Czech Path from Masaryk to Babiš. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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